¡Zapata vive!

Politicón
/ 25 junio 2020

A 100 años del asesinato de este caudillo de la Revolución Mexicana, nos encontramos con que sus ideales no han sido totalmente realizados en nuestro País. Estas circunstancias han llevado a que el actual Gobierno Federal de México, a petición de innumerables intelectuales mexicanos, declarara el 2019 como “El año de Emiliano Zapata”.

Por un lado, ésta bien merecida celebración muestra el impacto que tuvieron tanto a nivel nacional como internacional las acciones de este personaje en favor de los campesinos mexicanos, en especial en los del sur del País. La labor de desobedecer y cuestionar las leyes establecidas a favor de los hacendados, así como sus acciones en favor de las familias de su comunidad, dieron pie que su proceder lanzara a este personaje más allá de las fronteras mexicanas.

Las violaciones contra las que luchó Zapata están ampliamente documentadas. En su época, los campesinos eran profundamente lacerados por sus patrones, que no sólo aplicaban castigos brutales por desobediencia, sino que transgredían los derechos de los campesinos y de sus familiares, tales como violaciones y asesinatos de sus esposas e hijas.

El actuar de Zapata, sin embargo, se ha caracterizado como el de un personaje con decisiones firmes, basadas en convicciones no sólo planteadas por el derecho de la época, sino con decisiones argumentadas cuando se aplicaba de forma correcta o incorrecta la legislación vigente.

Dicha legislación, por cierto, favorecía cada vez más en dicha época a los terratenientes a costa del campesino. Y al ser así dichas leyes, que favorecían no sólo el quitarles la tierra a los campesinos, sino llevarse a sus mujeres y niños a fin de ser maltratados y sobreexplotados, llegaron a tal grado que si no cumplían con estos deberes hacia el patrón eran sancionados con castigos físicos como latigazos. Estos abusos muchas veces terminaban, si no en la muerte del campesino, en castigos físicos que se sumaban al trabajo que duraba de sol a sol.

De esta forma, es de resaltar que para Emiliano Zapata, nacido en Anenecuilco, distrito de Villa de Ayala, en el estado de Morelos, las leyes y los acuerdos con las autoridades eran sumamente importantes. Es por ello que Zapata guardaba bajo su manta, que tenía como cama para dormir, un documento virreinal, firmado por el rey de España, donde expresaba la legalidad de las tierras que poseía su comunidad desde los tiempos virreinales.

Años después, en 1909, las tierras de Anenecuilco, donde él era el encargado de su defensa, entraron en contradicción jurídica con las nuevas leyes de Reforma. La nueva legislación desacreditó los derechos de propiedad de los pueblos nativos en México, a pesar de que el mismo Zapata tenía los documentos que refrendaban su legalidad.

En efecto, cuando los títulos de propiedad de estas tierras indígenas fueron desacreditados y se obligó a sus verdaderos dueños a venderlas o expropiarlas, fue que Zapata se volvió en contra del gobierno constituido. La autorización de expropiar estas tierras si eran improductivas, de acuerdo con los estándares liberales, entró en contradicción directa a los usos y costumbres de los pueblos indígenas que el caudillo defendía. Fue así que Zapata se afianzó como líder de la defensa de las propiedades ancestrales de su comunidad y desconoció las nuevas leyes sobre la propiedad en México.

La leyenda de Zapata transcendió fronteras. En efecto, su imagen se ha vuelto mundial: en números países de todos los continentes se ha ido incorporando a este personaje como un personaje honesto, preocupado por su comunidad. De esta forma fue interpretado, en 1952, en una película estadounidense titulada “¡Viva Zapata!”, con las caracterizaciones de los actores hollywoodenses Marlon Brando y Anthony Quinn, quienes interpretaron a Emiliano Zapata y a su hermano Eufemio, respectivamente.

La enseñanza de vida de este personaje y el movimiento en pro de los derechos individuales y de su comunidad son un claro ejemplo de exigir y fomentar en México los derechos humanos, en específico los de los pueblos y comunidades desfavorecidas. Y aunque en nuestra época, a diferencia del periodo en que vivió Emiliano Zapata, están claramente definidos por nuestras leyes, constituciones y tratados internacionales, aún podemos hacer que ¡Zapata, cabalgue de nuevo!

El autor es investigador del Centro de Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales de la Academia IDH

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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