Poncho y Nacho: Apadrinan rarámuris carrera en beneficio de niños con fibrosis quística

Opinión
/ 7 julio 2024

Alfonso González Rodríguez y Rey Ignacio Contreras Romero son de origen rarámuri. Poncho tiene cuatro hijas pequeñas; Nacho tiene una hija. Ellos generosamente aceptaron ser padrinos de las carreras de 1.5, 7 y 10 kilómetros que ayer se organizaron en la Ciudad de León, Guanajuato, en pro de los niños que en la región padecen fibrosis quística. Las carreras se desarrollaron con gran éxito participando corredores de Guanajuato, Aguascalientes y Nuevo León, además de los infaltables kenianos que se han avecindado en nuestro país y que destacan en este tipo de justas deportivas.

Pero los rarámuris, mejor conocidos como tarahumaras, dan la pelea a nivel mundial porque han demostrado que son grandes ultramaratonistas. Nada menos desde el pasado viernes y hasta hoy se están desarrollando carreras de 80 kilómetros en la sierra del municipio de Guachochi, Chihuahua, donde son los corredores tarahumaras los que dominan la escena.

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La corredora y activista social rarámuri, Verónica Palma, me vinculó con Alfonso e Ignacio. Poncho ha intervenido y destacado en carreras internacionales en Costa Rica y Canadá. Reside en la ciudad de Cuauhtémoc y trabaja para sostener a su familia en el ramo de la electricidad.

Nacho vive en Villa Ahumada y colabora en una tortillería que tienen allí los menonitas, llamados “menones” por los rarámuris. Al igual que todos los de su nación, son callados, pero la espiritualidad les brota por los poros. Este hombre de casi 30 años fue beneficiario de los jesuitas instalados en la Sierra Tarahumara, conoció y admiró cercanamente al padre Gallo, ultimado junto a otro sacerdote y a un secular en el atrio de su templo. Tiene buenos sentimientos y continúa la línea religiosa católica que vibra fuertemente entre los suyos.

Alfonso tiene mayor experiencia que Nacho, le lleva 9 años, y como él, desde pequeño respeta los usos y costumbres de sus ancestros. De hecho, ambos practican las interesantes y bellas danzas religiosas que se ofrecen en la Semana Santa, de las que he sido testigo y que son realmente asombrosas y místicas.

Cuando les digo que los rarámuris son los genuinos dueños del territorio chihuahuense asienten con la cabeza. Ellos quieren mejorar la calidad de vida de su comunidad y luchan para ello siendo sus embajadores. Son delgados y cuidan su ingesta de alimentos, aunque dicen que cada vez la cosecha del maíz es menor por la ausencia del agua.

Además de que la mayor parte de los rarámuris padece hambre, también son afectados por la delincuencia organizada que no se dedica solamente al tráfico de drogas, sino que tala impunemente los preciosos bosques chihuahuenses. Me resulta triste que la Sierra Tarahumara parezca tierra de nadie. Nacho y Poncho están orgullosos de representar a los tarahumaras en actividades por el bien común, sus respectivas hijas son sanas y no se imaginan lo que sería tener alguna con la enfermedad de la fibrosis quística, enfermedad catastrófica que requiere por paciente un millón de pesos al año para su apretada sobrevivencia.

El próximo miércoles ofreceré a cientos de pediatras la conferencia “Ellos sólo piensan en respirar”, con la que promoveré la causa de la fibrosis quística adjetivada como enfermedad rara, porque resulta conveniente que más galenos sepan cómo diagnosticarla. Los niños con este padecimiento tienen un horizonte de vida de hasta 12 años, mientras que en otros países hay casos de pacientes que llegan a la edad adulta.

Por fin la Cofepris aceptó el dosier del medicamento Trikafta, cuya venta en México no se permite y bien podría aumentar significativamente la esperanza de vida de quienes sufren el terrible padecimiento de la fibrosis quística. En su momento la dinámica Hilda Flores, quien fuera una senadora de la República por encima del promedio de sus entonces colegas, gestionó los primeros logros a favor de esta causa que me gustaría hicieran suya los dignos lectores de esta columna.

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