¿Por qué los salarios no suben?

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La economía mexicana marcha bien en este primer trimestre de 2023, hay un crecimiento importante que podría ser mayor pero lo que entorpece esa posibilidad de tener más es simplemente el consumo. Éste no ha sido capaz de recuperarse desde 2017 cuando empezó su verdadero declive en el sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto. Su caída sigue representando una problemática importante para el potencial de crecimiento económico nacional porque es simplemente uno de los cuatro componentes del producto interno bruto, los cuales son: consumo agregado, inversión, gastos de gobierno y el sector externo. Hoy explicaré cómo el consumo, en su componente del ingreso salarial, es el verdadero problema de la economía mexicana.
Poco se ha hecho por recuperar el poder adquisitivo de las familias en varias décadas. La preocupación central ha sido siempre controlar la inflación por sobre todas las cosas. Se ha considerado a ésta como el mal que destruye cualquier esfuerzo económico por mejorar la calidad de vida en el país. Aunque este enfoque ha dado resultados dentro del marco deseado por el gobierno federal, el costo pagado es que los salarios no han aumentado conforme lo ha hecho la inflación, lo que erosionó el poder de compra. Está más que claro que no ha habido un mecanismo compensatorio por parte de los patrones ni del gobierno a través de una política fiscal o de algún incentivo que permita recuperar sino todo lo perdido, al menos una parte.
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Empezaré analizando la parte de la oferta en relación al salario, que es la referente al lado empresarial que juega un rol muy importante en esta situación. Para empezar, las empresas vienen de una problemática en la cual tuvieron que pagar sueldos sin tener ingresos, lo que sucedió en la pandemia. Sin embargo, no solo fue eso, al alargarse el periodo en que muchas organizaciones no trabajaron, se tuvo que recurrir al crédito como una forma de hacer frente a la falta de ventas y pago de nóminas. Las empresas se vieron en la necesidad de pedir prestado para subsistir. Algunas recurrieron al préstamo bancario, otras a las tarjetas de crédito del propio empresario, a la familia y los menos favorecidos tuvieron que pedirles a los usureros quienes hicieron su agosto no solo con empresarios sino con muchos ciudadanos que perdieron sus empleos. La consecuencia de esto es que, hasta nuestros días, los empresarios que pidieron prestado es obvio que apenas empiezan a recuperarse. Las ventas están volviendo a su nivel normal, porque para su mala suerte, aunque la pandemia había terminado, no había piezas o componentes para muchos productos del mercado por lo que ya sin pandemia, las empresas seguían paradas o trabajando “a medio gas”. De esta forma, no ha habido suficiente dinero para poder tener empresas sanas, que puedan reconocer el esfuerzo de los trabajadores, porque pensar en reconocer el esfuerzo de los empresarios, ni pensarlo. La situación para las nuevas empresas es bastante mejor que para las empresas que tienen cuatro años o más, pues las nuevas no traen pasivos tan onerosos que puedan causar el cierre de las mismas, lo que es muy irónico. Mientras las empresas con experiencia en el mercado sufren por apenas subsistir, las nuevas empresas parecen navegar en aguas menos complicadas.
Desde la perspectiva de la política fiscal, esto es, desde la política del gobierno federal que es responsable también de la recuperación salarial, en realidad no hay nada que decir. No se ha creado ninguna política pública que favorezca a los empleados. El punto de partida es que no hay manera de que el gobierno federal pueda conceder un ápice de recursos, pues los ingresos tributarios aunque han aumentado, las necesidades también lo han hecho a un ritmo mayor. Por ejemplo, es típico en estos casos que los empleados reciban rebajas tributarias como forma de compensar la pérdida de poder adquisitivo, reducciones del porcentaje de pago de impuestos en función del número de hijos, o como en algunos países del mundo, los trabajadores que tomaron cursos en universidades para actualizarse, recibieron un descuento considerable en sus contribuciones porque eso ayudaría a su empleabilidad que a la larga para los gobiernos significa pago de impuestos. De eso no ha habido nada y es entendible porque los gobiernos centrales de países en desarrollo siempre tienen una escasez de recursos para cubrir las necesidades más básicas de la población, pero también para jugar el juego político del asistencialismo, que representa una cantidad importante de votos para el partido en el poder.
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La demanda de los trabajadores ahora que hay mucho trabajo, pues en el país la tasa de desempleo bajó a 2.4 por ciento, es de mejorar los salarios. Queda en evidencia que la empresa mexicana ha preferido invertir en contratar más mano de obra que automatizar. En estos momentos es tan bajo el costo laboral para las empresas que el incentivo para la inversión en innovación no es atractivo. Tarde que temprano la mano de obra comenzará a encarecerse, como ya está sucediendo en algunas partes del país como aquí en Coahuila donde el salario mínimo ya rebasó los 400 pesos diarios, en Chihuahua donde ya nadie se contrata por menos de 450 pesos, es ejemplo de esta situación que empieza dejar sentir su efecto en los costos operativos de las organizaciones. Es evidente que en seis meses empezaremos a ver aumentos salariales a nivel de mandos medios.
Aunque el salario mínimo ha aumentado de manera considerable en este sexenio, en realidad ha servido de poco en el norte del país ya que nadie lo gana, por lo que se hace estéril. Sí ha servido en el sur del país donde los salarios son bastante más bajos, pero no han contribuido a un aumento del consumo, se gana más pero el rezago es tan grande que sigue siendo poco el aumento, y sobre todo en regiones donde una mayor proporción de la población lo ganan.
Si se quiere que México crezca por arriba del 3 por ciento anual debe incentivarse el consumo, que hasta el momento ha recibido poca atención por parte de las autoridades centrales que a principio del sexenio argumentaban que con un par de zapatos, dos o tres pantalones y dos o tres camisas era suficiente para vivir bien. Sabemos que eso no es posible porque no forma parte de los estándares necesarios para una mejor calidad de vida, ni para una higiene adecuada. Se termina el sexenio y a lo mejor habrá algo que ayude a mejorar los salarios como parte de la estrategia para ganar el voto en las elecciones de 2024 por parte del gobierno federal, pero los otros datos sugieren que el daño esté hecho, no habrá crecimiento mayor al 2.2 por ciento, ni este año ni el que viene.