Premios Oscar 2023: recomendaciones e impresiones
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Como tenía que suceder, justo cuando decidí no ver la entrega del Oscar, luego de años de ver cómo el espectáculo se degradaba más y más hasta su total decadencia, fue que la producción decidió recomponerse y regresar a las bases para recobrar algo de su perdido lustre y decoro.
Quizás hayan entendido que abaratar el misticismo del cine con tal de lograr una transmisión televisiva que diera mucho de qué hablar en redes, atenta contra el mismo producto que venden. No lo sé.
Pero si recobrar la dignidad es un movimiento relativamente sencillo (reduciendo la agenda y la politiquería al mínimo, tratando de conmover a la audiencia en lugar de conmocionarla), recuperar la credibilidad y sus antiguos ratings históricos les tomará varios años, y eso si caminan por la senda correcta y no vuelven a extraviarse en los tentadores senderos de la posmodernidad.
Según los comentarios, crónicas y publicaciones, la gala estuvo aceptable. Qué bueno, lo único que en verdad lamento es no haber estado allí cuando galardonaron a mi exesposa, Jamie Lee Curtis, pero ella sabe que le deseo lo mejor siempre.
Tampoco aventuré pronósticos y la verdad es muy liberador. Eso de estar anticipando con qué criterio va a votar una enigmática academia, cuyos motivos subyacentes nunca acabaremos de comprender, al tiempo que nuestro corazón nos grita que apostemos por nuestras pelis más entrañables, siempre termina en desastre.
Me parece más sano comentar a posteriori, sin ansias ni apasionamientos inútiles, estrictamente sobre las cintas que pude ver y las que me parecen dignas de hacer algún apunte.
La gran ganadora de la noche, “Everything Everywhere All at Once” (“Todo en todas Partes al Mismo Tiempo”), es un producto eminentemente de su tiempo. ¿Qué quiero decir con ello? Que está conformada con recursos narrativos que hoy se explotan inmisericordemente (con mayor o menor éxito); recursos como la exploración de realidades alternativas que nos permite conocer a los personajes en multitud de versiones y situaciones.
Dice al respecto mi compadre e intelectual de cabecera, el gran periodista, escritor y catedrático, Alejandro Pérez Cervantes: “(‘Everything...’) se arriesga proponiendo numerosas narrativas yuxtapuestas simultáneas, registros dramáticos y estilos visuales que yo llamo de una cualidad caleidoscópica”.
Qué bella y atinada palabra: “caleidoscópica”, para describir a este tipo de ejercicios que exigen, además de la narrativa principal, reimaginar el conflicto para ofrecerle al espectador otro punto de vista novedoso y complementario, tantas veces como sea posible, dentro de la misma pieza.
Con siete estatuillas es la película indiscutible del año, pero también la síntesis y quizás el epítome de una corriente visual y argumental que veremos madurar o ser superada como una obsesión pasajera. A ver cómo envejece.
A mi favorita personal, “All Quiet on the Western Front” o “Sin Novedad en el Frente” no le fue mal en absoluto. Cuatro premios no es para nada despreciable, aunque no se llevó ninguno de “los cinco grandes”: actuaciones protagónicas, guion, dirección y película. Pero quiero destacar su logro en la partitura original.
La composición es minimalista; apenas una idea de unas pocas notas, más emparentadas con el sonido electrónico o industrial que con una pieza de época, que se repite obsesivamente cada vez que el infierno de la guerra se desata en la pantalla.
Celebro que esta composición, que me estremeció a primera escucha, se haya impuesto incluso sobre genios absolutos y admirados como John Williams o Carter Burwell. Y es que la partitura de Volker Bertelmann no se oye, se experimenta.
“Sin Novedad...”, muy al contrario de lo que nos hemos acostumbrado a consumir en años recientes, no es una cinta desechable. Es terrible, es dolorosa de ver y no le va a dejar ninguna nota optimista. A diferencia de la ganadora, no ofrece un sólo resquicio, no permite evadirnos de nuestra condición humana hacia un plano más feliz y sublime. Nos recuerda lo que somos: apenas nada en un mundo sin sentido. Si no la ha visto, le suplico que la considere, pero tiene que armarse de valor y aceptar que quizás le atormentará durante algún tiempo.
El mundo está feliz por el Oscar para Brendan Fraser. Y a mí me hubiera gustado que se lo llevara Austin Butler por “Elvis”, porque el gran triunfo de “George de la Selva” es el haber recuperado su carrera. ¡Enhorabuena!
Y la otra gran ovación es desde luego para Guillermo del Toro; sin duda el mexicano más exitoso en su campo. Para él, todo honor y toda gloria. Pero mi consentida en la categoría correspondiente (peli animada) era “El Gato con Botas” y no me habría molestado verla triunfar. La cinta de Dreamworks no sólo es un prodigio visual y tiene un primer acto que no da respiro, pasando de la acción frenética a la carcajada más honesta e inteligente; combina además diferentes tipos de animación, coreografías espectaculares y momentos de tensión extraídos de los mejores western de Sergio Leone.
Pero más allá de sus logros visuales, la cinta del querido Gato-Banderas me habló directamente a mí, como creo que le habla a cualquier persona que hace conciencia sobre su propia mortalidad y tiene que decidir cómo vivir el resto de su existencia, sea ésta larga o breve. Es bellísimo el rumbo hacia dónde decidieron llevar a este personaje y pues, nada, que me habría encantado que se le reconociera.
Como cada año, hay películas que fueron completamente ignoradas a pesar de sus sobrados méritos. Hay otras pelis que realmente ponen el dedo en la llaga sobre los temas que supuestamente preocupan a la gente progresista de Hollywood, pero resultan demasiado disruptivas para un galardón que busca mantenernos dentro de los estándares de lo “nice and clean”. Así que prefiere ensalzar cintas que retratan el drama ficticio de una nación ficticia de África, con personajes sacados de una historieta y sentir que ya cumplieron con su cuota inclusiva, antes que voltear a ver las tragedias raciales del mundo real. ¡Dios no lo permita!
Pero esperar un acto de justicia de parte de la Academia a estas alturas de la vida ya no es sólo algo ingenuo, sino hasta temerario. Es sólo que cuando uno descubre algo valioso, le gustaría que se le reconociera para que más gente pudiera disfrutarlo.
Y bueno, dispénseme por estos comentarios a toro pasado, pero los necesitaba sacar de mi sistema. Siéntase en libertad de darme también sus recomendaciones e impresiones. Y nos leemos el jueves, de regreso con historias igual de trágicas y cómicas como las que nos ofrece Hollywood, pero con gente más fea.
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