Programas AiDH: educación transformadora para los derechos humanos

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La educación jurídica de calidad es una garantía de transformación social para asegurar los fines de la sociedad democrática. Las personas y las instituciones se consolidan en la medida en que existe una formación profesional para enfrentar los problemas de nuestra comunidad. No sólo se trata de capacidad intelectual, también se requiere una adecuada formación ética, es decir, generar personas sensibles, comprometidas y capaces es uno de los objetivos de la AiDH.
Desde su fundación, apostamos por programas transformadores. Comenzamos con un programa de especialidades, maestría y doctorado. Al final, gestionamos nuestra licenciatura. En todos nuestros programas contamos con un cuerpo académico de gran calidad que pretende el cambio social. En la AiDH se aprende a ser agente de cambio para resolver los problemas estructurales de la dignidad humana.
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Hoy tenemos la mejor oferta de educación jurídica con perspectiva de derechos humanos. No existe ninguna otra institución en el país −incluso en la región latinoamericana− con nuestra capacidad transformadora para asegurar una nueva generación de personas defensoras de los derechos humanos.
Se dice fácil. La AiDH ha construido el mejor programa de Derecho, desde la licenciatura hasta las especialidades, maestría y doctorado. El reto ahora es mantenerlo con la mejor calidad académica. No tengo duda: garantizamos una nueva educación jurídica de transformación social que requiere el país.
En menos de un año, la #LicenciaturaAiDH se ha convertido en una de las mejores opciones educativas en la región. Nos falta llegar a la excelencia académica. Es un proceso gradual. Pero estoy seguro de que tenemos las mejores condiciones para convertirnos no sólo en la mejor escuela de Derecho del país. Seremos un referente internacional. Ya lo verán.
PAPÁ, SI NO ME GUSTA, ME SALGO...
Como directivo en mi universidad, tuve la gran oportunidad de generar mejores condiciones de educación para nuestros jóvenes. El poder ver, a muchos de ellos, formarse con las oportunidades educativas que hemos generado es una de las mejores satisfacciones personales. He tratado de aportar a mi universidad lo que ella no me dio: gestionar becas, apoyos, programas e instituciones novedosas para tener una mejor educación.
Mi hija, Yolita, hace algunos años tomó la decisión de estudiar Derecho. Fue una gran alegría saber que quiere ser jurista, la profesión que me apasiona. Mi sueño es poder ayudarla a que tenga las mejores condiciones de educación. Un año antes de entrar a la AiDH, confieso que le había sugerido que estudiara en el CIDE. Para mí, era una gran institución hasta que llegaron a destruirla. Por fortuna del destino, la AiDH abrió su oferta de la licenciatura. Fue a contracorriente. Pero los salmones morados nadaron hasta lograrlo.
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En forma sorprendente, hubo oposición. Ya lo platicaré. Era impensable: personas −que se dicen universitarias− obstaculizaron que la AiDH pudiera ofrecer una licenciatura en Derecho, no obstante que tenemos el mejor cuerpo académico de la universidad. Al final, los opositores no truncaron la gran oportunidad que ahora ofrece nuestra universidad a jóvenes que aspiran a ser los mejores juristas y defiendan los derechos humanos.
Yolita, en este primer año, ha crecido de manera sorprendente al igual que muchos de sus compañeros y compañeras. Estoy seguro de que ese programa llegará a ser un gran referente nacional e internacional por su plan de estudios, por el compromiso de su planta docente, pero, sobre todo, por su gran equipo directivo. Pueden hacerlo mejor, sin duda. Ese es el gran reto siempre.
Yo, como cualquier padre de familia, quiero lo mejor para mi hija. Cuando le comenté que había una opción de estudiar leyes en la AiDH me dijo: “sí me voy a meter porque es una buena oportunidad, pero, papá, si no me gusta, me salgo, aunque te enojes por ser el fundador...”.
Al final, Yolita no se salió. Está contenta. Tiene grandes amigos. Estudia mucho. Su escuela le ofrece un gran ambiente estudiantil. Me dice: “Papá, la AiDH tiene mejores profesores que el TEC de Monterrey. Me dan clase personas muy jóvenes que tienen doctorado, muy progres (dice). El único viejito eres tú, papá, pero como quiera eres alivianado”.
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Si la AiDH no fuera la escuela de mayor calidad, aun cuando le tengo un gran cariño, quizás −como padre− le hubiera recomendado otra escuela a mi hija. Pero hoy por hoy, la AiDH se ha convertido en la mejor opción educativa para que nuestros hijos e hijas tengan una gran formación profesional.
Afortunadamente, Yolita no quiere salirse. Más bien, ahora y por los convenios que gestiona la dirección general de la AiDH, puede salir a hacer una estancia de verano en la Universidad de Siena. Ella irá a aprender más el italiano, a colaborar como asistente en un centro de investigación (DIPEC) y a tener algunos seminarios de derecho comparado. Será su primera experiencia comparada e internacional.
Estoy seguro: muchos alumnos y alumnas van a aprovechar las oportunidades que les ofrece nuestra institución. Tenemos un programa multilingüe y pluricultural. Estudian no sólo inglés, también tendrán la oportunidad de aprender el italiano y el francés, principalmente, para poder hacer estancias en lugares diferentes a nuestro idioma. Necesitamos una nueva generación. La vamos a tener.
Yolita aprovechará sus oportunidades, aunque siempre −mis seres queridos− me critiquen que nunca la dejo decidir. Pero ella y yo sabemos que siempre la voy a apoyar en lo que decida, aunque tenga una opinión diferente, porque al final ella comienza su vuelo personal. Es maravillosa la vida cuando puedes ayudar a mucha gente a crecer, pero más cuando puedes ayudar a lo que es parte de tu identidad personal.