¿Quién engaña a los migrantes?
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Coahuila se ha convertido en la última semana en noticia global debido a la crisis migratoria registrada en la frontera compartida con Texas, luego del arribo repentino de miles de migrantes, sobre todo de origen haitiano, al puente internacional entre Acuña y Del Rio.
Las imágenes le han dado la vuelta al mundo y no es para menos, pues retratan los efectos ulteriores de una tragedia: la migración forzada a la cual las personas son eventualmente empujadas porque allí donde nacieron no queda más espacio para crecer y desarrollarse.
El retrato del fenómeno convoca a la solidaridad y nos impulsa a buscar formas de apoyar, como individuos y como nación, a convertir en menos ingrata la situación de los migrantes a quienes ya contamos entre nosotros.
Tal impulso es no solamente normal sino deseable en las personas comunes y corrientes, pues con independencia de las causas detrás de este, lo importante es atender el problema presente. Pero no puede calificarse igual la reacción de un ciudadano de a pie y la de un alto funcionario público depositario de responsabilidades y poseedor de información privilegiada.
Por ello, cuando desde las más altas esferas del poder, quienes tienen a su cargo las instituciones públicas se apresuran a “lamentar” los hechos y a manifestar su “solidaridad” con quienes padecen las consecuencia de un desastre natural o, como es el caso, se ven obligados a marchar en busca de nuevos horizontes, resulta obligado detenerse a examinar los hechos con cuidado.
Y vale la pena porque, vistas las cosas de cerca, es muy probable encontrarnos con un hecho paradójico: quienes se conduelen de la desgracia recaída en los hombros ajenos en realidad son responsables −directa o indirectamente− de tal desgracia.
Eso justamente ocurre con la crisis migratoria presente, de la cual el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se lamenta y con cuyas víctimas “se solidariza”, cuando en realidad es responsable de la situación y acaso la ha provocado de forma intencional.
Como es sabido, la transformación de cuarta se asume como un gobierno “humanista” y eso implica, entre otras cosas, actuar de forma radicalmente distinta a “los gobiernos neoliberales del pasado” ante fenómenos como el de la migración, lo cual se traduce en no oponer resistencia a los flujos migratorios... salvo cuando alguien como Donald Trump se lo ordena.
Muestras de la engañifa representada por este discurso abundan, pues en este gobierno las pifias siempre buscan ser transformadas en actos dignos de elogio cubriéndolas con un aparente halo de moralidad... porque lo importante hoy es “tener la conciencia tranquila”... lo cual se logra fácilmente cuando se carece de tal resorte moral.
Por ello, aunque la tragedia migratoria es producto del desastre provocado por un gobierno en el cual no hay ideas −ya no digamos estrategias− para enfrentar los problemas cotidianos, sino simplemente ocurrencias, quienes la provocan pueden hasta escandalizarse ante los hechos.
Pero la verdad está a la vista y esa es una sola: los miles de migrantes haitianos a quienes a estas alturas ya se desalojó del puente internacional entre Acuña y Del Rio llegaron hasta allí cargados de falsas ilusiones alentadas, entre otros, por el irresponsable Gobierno Federal mexicano.
El canciller Ebrard recrimina ahora a los etéreos “dirigentes” de los grupos de migrantes por haberles hecho creer en la posibilidad de obtener asilo fast track en Estados Unidos a sabiendas de la falsedad de la especie. ¿Y el Gobierno mexicano no pudo decírselos desde el momento de su arribo a territorio nacional?
En lugar de eso, e impulsados por su espíritu “humanista”, les permitieron entrar, les hicieron gastar su dinero en trasladarse a la frontera norte, les empujaron a provocar una crisis en la línea fronteriza... y ahora los meten en aviones para regresarlos a Tapachula a “regularizar su situación migratoria en México”. Así la T4...
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx