Remembranza de un año. Lecciones aprendidas del 2023, inspiración para el 2024

Opinión
/ 31 diciembre 2023

Se va el 2023; para algunos sus días fueron gotas de lento aceite, para otros pasó como haz de luz que destelló sus momentos.

Hablar de los días transcurridos podrá llevarnos a un ejercicio de alegorías, gozos o sombras, sin embargo, la supervivencia a ellos es el resultado más importante porque, por más aciagos, podemos contar sobre ellos y aprender las lecciones generadas.

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En general este año resulta complicado por ser el preámbulo a uno electoral, por ejemplo, además de enfrentar una crisis de migración descomunal intercontinental en paso a los Estados Unidos, al enfrentamiento del ejecutivo con el Poder Judicial y las instituciones, a la falta de definición en los opositores y las múltiples grillas internas, la intervención militar en los servicios públicos, el posicionamiento del crimen organizado en vastas regiones del país, el adoctrinamiento de los niños a través de los libros de texto, los derroches presupuestales en las obras magnas, el abandono del desarrollo social y humano incluyendo las pequeñas comunidades, las iniciativas legales enfocadas en recibir más dinero de los empresarios, la lucha encarnizada de los sindicatos radicales mediante detentaciones dirigidas, la falta de estrategia de seguridad nacional, entre muchos otros factores de desasosiego.

Pero, sin embargo, algo pudo haber dejado este año y recurriré a un autor anónimo para esbozarlo: “Aquí les dejo una lista de algunos de mis aprendizajes de este año tan desafiante: Aprendí a seguir mi pasión sin miedo, a vencer mi síndrome de impostor y a hacer las cosas que me ilusionan, me dan energía y me hacen sentir en sintonía con mi propósito, sin depender de la aprobación de los demás. Aprendí que ser víctima te paraliza, no hay nada más liberador que la sensación de hacerte responsable de todo... Incluso lo que no depende de ti.

Aprendí a AMAR mi presente, tanto lo bueno como lo malo. La filosofía “AMOR FATI” se ha convertido en un mantra para mí y me recuerda que hay muchas cosas que no podemos controlar, pero sí podemos controlar cómo reaccionamos ante ellas.

Aprendí que la respuesta a todo siempre debe ser el AMOR y la COMPASIÓN, incluso hacia uno mismo.

Aprendí que cuesta muy poco hacer sonreír a alguien, y que NUNCA hay que desperdiciar la oportunidad de hacerlo, aunque sea por un instante.

Aprendí que la familia y los amigos, a pesar de la distancia, somos una red de apoyo invaluable y que no debemos tener miedo a ser nosotros mismos con ellos, ni conformarnos con verlos o llamarles en cada cumpleaños o festejos especiales.

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Aprendí que se puede aprender de quien menos te lo esperas si nos quitamos prejuicios y, sobre todo, siendo empáticos y conscientes de que todos tienen alguna lucha interna para ser mejores.

Aprendí que antes de hablar debo ESCUCHAR. Aprendí que está bien fallar o equivocarse y a ser resiliente. Aprendí que no hay que tener miedo, vergüenza o sentirse menos por pedir ayuda. Aprendí que la vida es muy corta como para tomársela en serio y aprendí que TODOS podemos ser Instrumentos de Dios para hacer el bien”.

Porque no se trata de dejar transcurrir el tiempo de los muchos días, sino de buscar emoción en cada amanecer; de usar un plan que si resulta está bien, pero que si no resulta, insistir o cambiarlo; de pensar en forma positiva; de pedir gracia para cancelar los males que nos aquejan o las circunstancias que nos son adversas; de apostar por la unidad en casa, en la familia, en los negocios y en la sociedad; de no atenernos sólo con la ayuda de Dios, sino de honrarlo con la práctica de los valores y una vida digna; enorgullecer a los suyos con disciplina y, sobre todo dar, para que nunca nuestras manos estén vacías.

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En la fascinante idea de Ortega y Gasset, de “que la vida es intransferible y que cada cual tiene que vivirse la suya; que nadie puede sustituirle en la faena de vivir (...) que ningún otro puede elegir ni decidir por delegación suya lo que va a ser; que nadie puede reemplazarle ni subrogarse a él en sentir y querer; en fin, que no puede encargar al prójimo de pensar en lugar suyo los pensamientos que necesita pensar para orientarse en el mundo (...) y así acertar con su conducta”. Por lo que la estrategia para enfrentar el 2024 nos es legada y se resume en su frase: “La vida nos es dada, pero no nos es dada hecha; la vida es quehacer”, por lo tanto, que tengas mucho quehacer en este venidero año y toda la felicidad del mundo como deseo.

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