Saltillo: La problemática de las plazas públicas en el Centro Histórico
Las plazas públicas son un termómetro para medir la seguridad de un barrio. Las ubicadas en el centro histórico de la ciudad, por ser las más antiguas, son las más conocidas y, al parecer, se han vuelto coto de vagos y malvivientes, sobre todo durante las noches y temprano en las mañanas. Algunas tienen actualmente hasta un sobrenombre que revela las actividades que en ella se realizan.
La Plaza Acuña, por ejemplo, es llamada de los huevones, porque en sus bancas se pasan buena parte del día personas sin quehacer alguno, jubilados, desempleados, etcétera, que sólo miran pasar la vida, la gente y los vehículos. La misma plaza tiene también fama y otro sobrenombre, porque en ella ofrecen servicios sexuales mujeres que ahí pescan a sus clientes, bajo la vista y complacencia de las personas que asisten o pasan por ese jardín público y las mismas autoridades sanitarias que debieran regular esos asuntos que atañen a cualquier población.
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Pero ahora, y desde hace varios años, la plaza Acuña tiene una función más: es distribuidora de una reconocida marca de refrescos y agua embotellada. Todos los días, se estaciona a un costado de la plaza, por la calle de Allende y prácticamente al lado de una torre caseta móvil de la policía municipal, un camión repartidor desde el cual se surte a los negocios del centro que consumen o venden esa conocida marca de refrescos y agua embotellada. El camión permanece ahí por lo menos toda la mañana, si no es que también el día completo. Los repartidores acostumbran a ocupar parte de la plaza y de la vialidad misma con las cajas y paquetes de sus productos, obstaculizando el tráfico vehicular y peatonal de la zona. Está muy bien que el “camionsote” repartidor no circule por las estrechas calles del centro, como lo hacen los de las compañías cerveceras que surten los antros y restaurantes, pero eso no justifica que la embotelladora utilice una calle y una plaza públicas como un local distribuidor desde el cual surte todos los pedidos del Centro Histórico.
En la misma cuadra de la calle de Allende que va de Pérez Treviño a Aldama, y a la misma altura del camión repartidor, pero en la acera oriente hay una tienda Elektra, Banco Azteca, que usa la calle como área de carga y descarga, y consecuentemente, todo el día se estacionan camiones y camionetas que surten, reparten o recogen mercancías, como muebles, colchones, línea blanca, motocicletas, de esa cadena comercial. Un poco más abajo por la misma acera, una taquería ocupa un local comercial grande, y en ciertos momentos también se estacionan frente al negocio otros vehículos que seguramente le surten insumos. Lo anterior a pesar de que el estacionamiento del lado oriente de la calle está prohibido.
Otra céntrica plaza ubicada en las antiguas calles de General Cepeda y Juárez, lleva por nombre oficial el de Plaza de Zaragoza, pero todos la conocen como placita de San Francisco. Este jardín fue de gran tradición para los saltillenses. Su historia es de suyo larga y las transformaciones sufridas también. Al lado sur existía un antiguo convento de los franciscanos, donde se alojó el Ateneo Fuente y lo ocupó por 65 años, hasta que se cambió en 1933 a su nuevo edificio. En el lugar se construyó después el Edificio Coahuila que se derrumbó en 2016 para construir en su lugar la Plaza Ateneo, con la que se canceló la cuadra correspondiente a la calle del mismo nombre para unirla a la plaza de San Francisco.
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Los niños de mi generación y mi barrio, hace muchas décadas, gozamos la plaza de San Francisco. Ahí aprendimos la máxima: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, inscrita con letras doradas en la base que sostenía la estatua de don Benito Juárez, ubicada en un hemiciclo en el lado norte. No nos cansamos de trepar el muro que rodeaba la escultura y el kiosco, que ocupaba el centro de la placita. En sus pasillos aprendimos a patinar y a andar en bicicleta, y jugábamos a las escondidas en los jardines sin maltratar el pasto ni los árboles.
Hoy en día, la plaza de San Francisco no tiene nada que enseñar a los niños del barrio. Las cosas que se ven allí no son edificantes para nadie. Vagabundos drogados y embriagados se apoderan de la placita en las noches y en las mañanas todavía se encuentran durmiendo ahí. La policía no sabe ya qué hacer con ellos. Otra problemática que ofrece el centro de Saltillo, donde ya no quieren vivir las familias. Asunto difícil para las autoridades.