Saltillo: La lluvia que cae y se va, el aguacero que quiere y no es
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Antes de irse, mayo nos dejó un resabio de los aguaceros que en otros tiempos solían caer en la ciudad y los alrededores, para que no se nos olvide que las aguas eran menos escasas, aunque nunca fueron abundantes. En los últimos días cayeron, en dos ocasiones, lluvias copiosas, vientos y granizadas: alegría en la ciudad, gozo del agua que lava, del agua que limpia, del olor a tierra mojada, de la indecible frescura... Imágenes de ayer, recuerdos de la niñez: los niños en la calle, empapados, el pelo escurrido, la nariz chorreando, los pies descalzos, tiritando de frío; los barcos de papel navegando veloces en la cuneta, alguno abatido por la fuerte corriente de la empinada calle: “Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan. ¡Que sí! ¡Que no! Que caiga un chaparrón...”, se cantaba entonces.
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Años después, Menudo cantaba: “Porque yo soy como el viento y tú eres lluvia. Lluvia, lluvia, arco iris. Vienes y te vas, mojando mis cabellos... vienes y te vas, dejando tu recuerdo”. Hoy Luis Ángel canta: “No me digas nada. Me dañaron, rosa, tus espinas. Lluvia. Tus besos fríos como la lluvia, que gota a gota fueron enfriando mi alma, mi cuerpo y mi ser”. Tres tiempos que reflejan la imagen citadina de la lluvia. Caos vial, accidentes automovilísticos, vehículos varados, casas y edificios inundados, drenajes tapados, alcantarillas incontinentes, registros como géiseres, humedades peligrosas en las antiguas casas del centro... y el mal del siglo: calles anegadas, ¡ríos de calles!, ¡calles como ríos!, y al retirarse las aguas, rejillas del drenaje pluvial taponeadas con lo que el agua se llevó, ¡hasta piedras!
Esos aguaceros, pocos en Saltillo, si bien traen beneficios a la agricultura, causan inundaciones y destrozos en muchos sectores, viejos y nuevos, de la ciudad y ponen en evidencia el sistema de drenaje pluvial insuficiente y mal planeado, el desorden del crecimiento urbano y la voracidad de los fraccionadores que construyeron hasta en los antiguos cauces de las aguas.
Tierra sedienta la nuestra, no está acostumbrada a las lluvias, ni preparada para recibirlas en tal magnitud. El crecimiento explosivo de la mancha urbana y la autorización a fraccionadores para construir colonias en lugares no apropiados, son factores que favorecieron en otros tiempos el cambio de los cauces de los arroyos, incluso su clausura definitiva, en aras del agigantado crecimiento demográfico. Las inaplazables necesidades habitacionales hicieron meter sus aguas por la fuerza en canales de concreto para utilizar sus riberas como calles pavimentadas o, por lo menos, obligaron a reducirles el lecho de su cauce natural. Aunado a lo anterior, la falta de visión de las compañías constructoras de obra civil encargadas de la construcción de bulevares, puentes y pasos a desnivel, nos dejaron en las tardes de aguaceros inundaciones a diestra y siniestra y caos vial incontrolable.
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El exiguo drenaje pluvial con que cuenta la ciudad no da abasto. A falta de sus cauces naturales, las aguas encuentran lecho en las empinadas calles de Saltillo, y convertidas en arroyos, se ven anegadas por el agua que baja del sur con tal fuerza, que a su paso arrastra lo que encuentra. Con las rejillas del drenaje tapadas, se cancelan las pocas vías que pudieran encauzar el agua de las copiosas lluvias. Arroyos desbordados y drenajes tapados son combinación peligrosa. Pero no aprendemos. Los saltillenses seguimos tirando a diestra y siniestra la basura, que además de afear el rostro de la ciudad, tapa las rejillas, coladeras, registros y conductos de los drenajes, con la consecuente inundación de calles y avenidas.
Así como la canción “Agua que no has de beber, déjala correr, déjala, déjala...”. Las aguas de lluvia en Saltillo se dejaron correr y correr por siglos... y van a desembocar en presas de Nuevo León. Ha llegado el tiempo de pensar en la necesidad de “beber”, de usar esa agua que corre y se nos va. Es ineludible ya recolectar el agua de lluvia para la ciudad. Tarea pendiente y urgente para quien sea el próximo presidente municipal.