Sed de la mala y a media madrugada

Opinión
/ 11 enero 2024

Ayer pasé una noche espantosa. Cuando me encontraba en el más profundo de los sueños, una sed insoportable se adueñó de mi tranquilidad. Trataba de olvidar mi súbita deshidratación aferrándome a la almohada, pero era imposible dejar de pensar en una enorme jarra con agua. Después de una media hora de intranquilidad, decidí al fin levantarme y caminé medio dormido por la casa hasta llegar a la cocina. Abrí el refrigerador y me deslumbró el brillo de una jarra de vidrio rebosante de transparente líquido. La tomé con ambas manos y olvidando las enseñanzas de Carreño, comencé a beber desesperado sin que me importara que una parte del agua se derramara por mi barba y cuello hasta llegar a mi pijama.

Aliviada la sed, me dirigí a mi recámara a dormir de nuevo, sin embargo, una pregunta me quitó el sueño: si la necesidad de agua hizo que se despertara un hombre tan apegado a los brazos de Morfeo como yo, ¿de qué no será capaz este vital líquido?

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El agua se lleva todo a su paso, y la falta de agua también. En el este de África, por ejemplo, el agua ha sido agente de cambios políticos. La estabilidad social en esta región del Planeta depende de la cantidad de precipitaciones pluviales. Si no hay agua, los problemas comienzan automáticamente.

Así como estos conflictos suscitados en tierras africanas, en la historia se registran violentas pugnas en la competencia por los derechos sobre el agua. Por eso algunos afirman que la palabra “rivalidad” proviene del latín “rivus”, que quiere decir “río”.

Hay quienes creen que el agua nunca se acabará, pero tal vez cambien de opinión al saber que únicamente el 1.6 por ciento del agua sobre la Tierra es dulce, y la mayoría de ella es inútil para los seres vivientes, pues está estancada en la nieve y hielo de los polos y en las cimas de las montañas más altas.

El agua es más importante de lo que creemos, pues sin ella simplemente no habría vida. Un científico de la Universidad Estatal de Michigan ha calculado que la producción de un solo huevo de gallina requiere alrededor de 454 litros de agua; una barra de pan necesita mil 136 litros; y medio kilo de carne 13 mil 250 litros.

En el noreste de México sabemos muy bien lo que significa la escasez del agua. El rápido crecimiento poblacional, así como el auge industrial de los últimos años, han provocado la sobreexplotación de los principales mantos acuíferos que abastecen a la región. Pero ¿quién tiene la culpa de esto? Quizás alguien piense inmediatamente en San Pedro, pues en ocasiones se olvida de ordenar a las nubes que descarguen sobre nuestra tierra su líquido vital. Otros pueden echarle la culpa a los incendios que año con año se registran en nuestro bosques. Tal vez tengan razón quienes esto piensan, pues se estima que un pino en su etapa adulta puede llegar a despedir más de 100 mil litros de humedad. A pesar de todo, yo les puedo decir quiénes son los principales culpables de la escasez de agua en nuestros tiempos.

Uno de los culpables somos todos nosotros mismos. Si cada vez que abrimos la llave pensáramos que probablemente en un futuro batallaremos mucho más para conseguir agua, estoy seguro que utilizaríamos sólo el agua indispensable.

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Otro de los culpables de la escasez del agua son los organismos administradores de agua y saneamiento que sólo buscan un beneficio económico y rehuyen a la modernización de tubería para evitar que miles y miles de litros se fuguen cada segundo por instalaciones obsoletas o en mal estado. Afortunadamente Aguas de Saltillo ha sido una empresa mucho más responsable de lo que había sido SIMAS y ha invertido mucho en la actualización y reparación de la red de suministro.

Sin embargo queda mucho por hacer. Por ejemplo, lograr que sean las fábricas de la región quienes paguen por el agua tratada y no los mismos de siempre: los usuarios del servicio de agua potable y alcantarillado.

Poco sirve ante la escasez del líquido vital el perforar nuevos pozos, pues ya de por sí resulta escandalosa la sobreexplotación de los mantos acuíferos actual. Por lo pronto, doy gracias a Dios porque el año pasado regó nuestra tierra con lluvias abundantes. Y le pido que nunca tengamos que enfrentarnos a la situación que viven todavía nuestros vecinos regiomontanos.

aquientrenosvanguardia@gmail.com

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