Semana Santa y políticas identitarias impuestas por cuota
Ya todos nos hemos percatado de cómo en años recientes Hollywood, una de las industrias más perversas e inhumanas del mundo, ha tratado de reivindicarse reivindicando a aquellos grupos minoritarios u oprimidos a los que en otros tiempos trataba con el mismo respeto que al trapito de la cocina, dentro y fuera de la pantalla.
De allí que ahora haya personajes de cualquier etnia, sexo u orientación representando papeles que antes estaban reservados para el grupo hegemónico: el hombre blanco heterosexual.
¿Y sabe qué? Está muy bien. No obstante, ello ha generado inconformidad y desasosiego entre diversos sectores también:
Los hay quienes acusan falta de autenticidad cuando se cambia un rasgo tan notable como el color de piel de un personaje de la vida real, o cuando se insertan cuotas étnicas en contextos históricos en los cuales se sabe sobradamente que no figuraron. Y, tratándose de ficción, hay quienes plañen cuando a un protagonista le modifican alguno de sus atributos físicos o características identitarias.
El problema no es ese realmente, sino que en su desesperación por congraciarse con la progresía, por aparentar ser cool y estar en onda, muchos estudios lo han hecho con las patas.
Voy a proponer un ejemplo en el que todos estemos de acuerdo: “Star Wars”, la más reciente trilogía, Capítulos VII, VIII y IX, según recuerdo, fueron detestados de igual manera por “boomers”, “Gen X” y “millennials”. (Los “centennial” o “Gen Z” probablemente ni las vieron y todo esto les tiene muy sin cuidado).
La trilogía conclusiva recae en el personaje de Rey, una chica, misma que, por más vasta que sea la galaxia, es del mismo pinche planetilla tercermundista que el héroe de la saga original, con el cual ni siquiera está emparentada.
Pero para disfrutar la peli, uno tiene que establecer ese contrato de suspensión de la incredulidad y decir: “¡P’sórale! ¡Va! ‘Supongando...’”. El problema es que los guionistas fueron tan indulgentes con el nuevo personaje que lo hicieron inexplicablemente chingón pa’ todo.
Sin un entrenamiento Jedi, sin antecedentes como miembro de la rebelión, sin haber realizado el periplo del héroe que lleva a un protagonista de ser un tonto, débil y pusilánime en alguien fuerte, valiente y sabio, sin ninguna razón de ser, la señorita Rey ya era mejor piloto, mejor guerrera y mejor líder que cualquiera que le hubiese precedido en las seis películas previas, nomás por pertenecer a uno de los segmentos que ahora Disney, dueña de la franquicia, trata con pétalos de rosa para evitarse un escándalo por incorrección política.
Fue eso y no el hecho de que la protagonista fuera una mujer, lo que impidió que el público se identificara con una heroína tan impuesta y metida con calzador, que al final trataron de enmendar su entuerto haciéndola nieta de un personaje muerto desde los años 80 (el Emperador Palpatine) y del que nunca supimos que fuera casado.
Se nos informa que el próximo año la humanidad (decir “el hombre” para referirnos a nuestra especie parece que también ya es inaceptable), la humanidad −decía− regresará a nuestro satélite natural, la Luna, en una misión orbital.
Como el patriarcado falocéntrico pitocrático machorrepresivo heteronormativo ya tuvo su oportunidad en los años 60 y 70 con las misiones Apollo (nombre de un dios masculino, cisgénero y hegemónico), el proyecto hoy en curso de la Nasa recibe el nombre de Artemisa, divinidad femenina, empoderada y mamá luchona, yegua sin jinete, soltera pero nunca sola, chancla de Zara, libre como gaviota, pero felina como leona, padre y madre a la vez, “miciela” inalcanzable, uña de gel, cabrona y fan de la Jenni.
En la próxima misión a la Luna a realizarse el año entrante, la primera misión más allá de la órbita terrestre en más de medio siglo, participan por vez primera una mujer y un astronauta afroamericano. También hay dos astronautas blancos, pero seguramente uno de ellos es el que se vuelve loco y los traiciona y muere para que todos los demás regresen como héroes.
Es de celebrarse la igualdad de oportunidades para ambos sexos y para la gente de todas las tonalidades del pantone, ya que el machismo y “americanismo” propio de los años de la Carrera Espacial marginaron en efecto a mujeres y grupos minoritarios.
Una gran preocupación de la Nasa es que les recorten el presupuesto, así que también debe haber mucho de imagen y relaciones públicas en la configuración de sus misiones actuales, mucho más plurales, y ello está muy bien. Nomás que, si de ir al espacio se trata, yo sigo prefiriendo que la tripulación la integren “los mejores” y no “los que les toca”.
En política, el racismo y el sexismo estructurales también nos han obligado a adoptar cuotas: tantos representantes de las comunidades indígenas, tantos representantes de la LGBTT, tantas representantes del género femenino (cualquier cosa que ello signifique al día de hoy, porque al parecer basta con que yo manifieste identificarme como mujer para ser reconocida como tal y nadie lo podría objetar).
Así, por cuotas, nos asestaron a una presidente (con “e”) consejera en el Instituto Nacional Electoral tras la salida de Lorenzo Córdova, porque la Ley estipulaba que tenía que ser relevado por una mujer, aunque la posmodernidad ya nos demostró que ese es un concepto bastante ambiguo.
Y nuevamente, no es el sexo de quien preside este organismo lo que me molesta, sino sus presuntos y aparentes vínculos con el poder y con el partido oficial. Le juro que lo último que me importa del árbitro electoral es lo que tiene en la entrepierna, o cómo se identifica, o cómo le gusta dar y que le den. Lo que me inquieta realmente es que la tal Guadalupe Taddei sea, como ya se sospecha, un alfil del presidente López Obrador, sierva de la 4T.
Y ya para concluir, ahora que estamos en Semana Santa y sin que se ofendan los beatos. Si Cristo regresara, si presenciásemos la Segunda Venida (ajem) del Hijo de Dios... ¿cree usted que para ponerse en sintonía con los tiempos que corren, decidiría Dios también que ya no es conveniente regresar como varón y es preferible hacerlo como miembro de alguna minoría identitaria, quizás con alguna neurodivergencia... Digamos, una mujer, vegana, Asperger, activista?
¡Santo Cielo! Sólo espero que el Mesías no sea Greta Thunberg porque ya condenó a todos los hombres blancos, heterosexuales de mediana edad y entonces ya estuvo que por pura política de identidades yo me voy a achicharrar en el Averno por los Siglos de los Siglos Santos Laguna. ¡Amén!