Hoy es senador por Sinaloa. Apenas tiene dos meses que dejó la Secretaría General de Gobierno del estado. Pero su poder e influencia en Sinaloa no han disminuido. Todo mundo sabe que la cara del gobierno es Rocha, pero el que manda es Inzunza.
Enrique Inzunza Cázarez tiene una red de familiares trabajando en el gobierno que encabeza Rubén Rocha Moya y en el Poder Judicial del estado. Su esposa es magistrada del Supremo Tribunal de Justicia de Sinaloa. Su hermana, del Tribunal Electoral Estatal. Un hermano es director general del Colegio de Bachilleres. Otro, administrador del Centro de Justicia Penal del Supremo Tribunal. Su cuñada y más de una decena de sobrinos, en la nómina. El presidente de la Corte del Estado es su compadre.
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En Sinaloa todo mundo sabe que manda Inzunza, quien ha demostrado una resistencia política inusual: sobrevivió a una poderosa demanda de acoso sexual de una jueza cuando él era magistrado y una amplia difusión de videos íntimos que para muchos resultaría un escándalo infranqueable. No para Insunza. Ni así lo tumbaron de la Secretaría de Gobierno, ni así lo bajaron de la candidatura morenista al Senado, ni así le impidieron arrasar en las elecciones.
Pero hoy Inzunza empieza a tener una relevancia nacional porque lo salpica el escándalo del montaje en la investigación del asesinato de Héctor Melesio Cuén, principal rival político del gobernador morenista de Sinaloa, cuando acudió a una reunión con “El Mayo” Zambada.
La Fiscalía General de la República (FGR) lo dijo con todas sus letras: fue un montaje de la Fiscalía de Sinaloa. La fiscal Sara Bruna Quiñónez renunció desde que fue descubierta en el montaje y no se sabe de su paradero. Quizá Inzunza sepa. Sara Bruna es su gente. También es de su grupo político la que entró en su relevo: la nueva fiscal Claudia Sánchez Kondo.
Inzunza ha querido mantenerse en las sombras. Ahí se siente cómodo. Desde ahí puede manejar los hilos sin causar aspavientos. Así, con la cabeza gacha, ganó la elección al Senado y con ello garantizó fuero. Con el desastre de violencia que hoy cumple 46 días en Sinaloa, muchos ojos están volteando en dirección suya. Y se le va a complicar mantenerse en las cómodas sombras.
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Ya no estamos hablando de politiquerías locales. Estamos hablando de un gobierno bajo sospecha de haberse aliado con una facción del cártel más relevante de México, de la otra facción anunciando que quiere derrocar a ese gobierno, del asesinato político de mayor impacto en los años del obradorato y de una investigación que no se queda en Sinaloa, sino que tiene alcances nacionales e internacionales. Ante todo, estamos hablando de una ciudadanía que cumple mes y medio viviendo en estado de sitio, en estado de guerra, en la cosecha de lo sembrado por los pactos bajo el abrigo del “abrazos, no balazos”.
¿Seguirá corriendo Inzunza con la misma suerte?