Todo el poder: las regresiones democráticas

Opinión
/ 30 agosto 2024

Tres pistas han sido centrales estos días en la vida política nacional, que si bien podrían parecer temas distintos, se concatenan en uno: la próxima administración federal será la que concentrará mayor poder en la historia reciente del país.

Por un lado, está la reforma al Poder Judicial que, como se ha reseñado, ha sido cuestionada por distintos sectores de la sociedad mexicana, así como los principales socios comerciales del país, ante los riesgos que existen al restarle certeza jurídica al estado de derecho.

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Por otro, la supermayoría que han logrado Morena y sus aliados tanto en la Cámara de Diputados, como en la Cámara de Senadores, les permitirá realizar cualquier reforma sin ningún contrapeso.

Aunado a ello, existe otra iniciativa en donde se plantea la desaparición de varios órganos autónomos -los cuales por antonomasia han representado un contrapeso a los excesos del poder- para que ahora dependencias del propio Ejecutivo absorban sus funciones.

Todo esto se ha convertido en un cóctel político que perfila un gobierno federal con todo el poder para hacer lo que le plazca.

Esta condición representa un grave retroceso en la vida democrática de cualquier país, independientemente de quien ostente el poder.

En cualquier democracia en el mundo occidental se requieren contrapesos que permitan frenar la tentación de cualquier exceso o abuso desde el poder.

Eso es lo que han cuestionado los gobiernos de Canadá y Estados Unidos ante los riesgos que se tienen principalmente con la reforma judicial. La falta de certeza abona a un clima político en el que los contrapesos han quedado disminuidos de manera considerable.

Es inevitable traer a cuenta lo que se vivió en los tiempos donde el PRI dominaba la escena, aquello que Mario Vargas Llosa denominó “la dictadura perfecta”.

Si bien, las urnas le dieron un amplio respaldo a Claudia Sheinbaum y los legisladores de Morena y sus aliados, son vitales contrapesos que limiten el actuar, en aras de preservar valores democráticos.

Todo el poder para quien sea que lo ostente, no es lo más saludable para cualquier democracia.

Esperemos que la prudencia puede caber en la próxima administración federal y desde el Legislativo, en donde prioricen el interés público por encima de los intereses político-partidistas. No obstante, por ahora, los visos que se tienen van en sentido contrario.

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