Transferencias de Efectivo en Educación ¿Acierto o error?
Uno de los grandes problemas de Progresa, fue que, aunque aumentaba la matriculación escolar, creaba incentivos adicionales no considerados para que las familias se reprodujeran aún más
Como bien señala Bastagli (2016), los programas de transferencia de efectivo condicionados (CCTs) se han vuelto vastamente populares en los últimos 20 años en todo el mundo. Uno de los casos mejor documentados y que rindió buenos frutos en sus resultados, concernientes a matriculación escolar y revisiones médicas, fue el programa mexicano Progresa-Oportunidades-Prospera, que operó durante 4 sexenios (1994-2018) y que sirvió como base para evidenciar el diseño de muchos programas similares en contextos de América Latina y del sur global.
Una discusión relevante es la que cuestiona si los programas de transferencia condicionada de efectivo son buenos para obtener resultados positivos en el sector educativo. Es decir, si darles a las personas dinero en efectivo, puede contribuir a mejorar algún aspecto de la educación de las infancias y adolescencias, o del contexto escolar en su totalidad.
Aunque parezca una idea muy socialista dar dinero del erario a las familias, la evidencia disponible muestra que es muy factible obtener resultados positivos en ciertos indicadores de educación, como la matriculación, cuando se otorgan transferencias de efectivo a las familias. Sin embargo, el diseño de los programas debe ser cuidadoso en múltiples sentidos y tener objetivos claramente delineados.
Por ejemplo, uno de los grandes problemas de Progresa, fue que, aunque aumentaba la matriculación escolar, creaba incentivos adicionales no considerados para que las familias se reprodujeran aún más. Es decir, las familias en situación de pobreza, que recibían una transferencia de efectivo por cada persona en la infancia matriculada en la escuela y que asistiera a revisiones médicas periódicas, tenían un incentivo para seguir teniendo más bebés para aumentar el número de dependientes matriculados en la escuela y así, la transferencia de efectivo asociada a cada dependiente. Esto eventualmente llevó a limitar los apoyos del programa a 3 dependientes por familia.
Otra de las desconsideraciones, fue que, al ser un programa de transferencias condicionadas, frecuentemente dejó fuera de la posibilidad de recibir este apoyo a las familias en situaciones más vulnerables, pues no cumplían con las condiciones para recibirlas. Tal es el caso de familias que viven en zonas altamente marginadas y donde no hay cerca clínicas públicas para atender a las infancias dependientes que se podían registrar en el programa, pues si no cumplían con la matriculación y las revisiones médicas periódicas, no podían recibir el apoyo. Es así, que, en muchas ocasiones, la condicionalidad establecida para asegurar, de algún modo, que el objetivo del programa se cumpla, termina funcionando en detrimento del programa mismo, al alienar a la población que más podría beneficiarse de estos programas.
Evaluaciones recientes de organismos públicos y privados, muestran que muchos de los programas sociales destinados a atender a las causas relacionadas con la pobreza que previenen logros en aprendizajes por las infancias, adolescencias y juventudes, no alcanzan a aquellas familias que más se beneficiarían de los apoyos otorgados por esos programas. La condicionalidad de estos, puede ser un factor determinante en ello.
Dar apoyos directos en transferencias de efectivo sin condiciones atadas, no es “malo”, y para muchas familias estos son necesarios. Debemos des estigmatizar el otorgamiento de estos, retirando la etiqueta de “limosna” o “caridad”, cuando en realidad se trata de un mínimo acercamiento a la provisión de oportunidades para el desarrollo —como es el acceso a la educación de calidad—, que deberían estar garantizadas para todas las personas, como se manifiesta en nuestra Constitución Política.
La evidencia de programas de transferencias de efectivo para mejorar los aprendizajes, en cambio, es mixta e inconcluyente, porque depende mucho del contexto del programa, sus objetivos y los mecanismos de entrega de los apoyos, entre otros factores. De modo que debemos tener muy claros los objetivos del programa, para poder determinar si un apoyo de transferencia de efectivo (condicionada o no), será óptimo para alcanzar los resultados deseados. En resumen: Las transferencias de efectivo para lograr metas en educación pueden ser un gran acierto, o un enorme desperdicio de recursos cuando no hay rigor en el diseño de los programas.