Transporte público: es un derecho, no un negocio
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La desaparición de rutas del transporte público local no evidencia que estas sean ‘incosteables’ sino que se han desarrollado desde un enfoque equivocado
A finales de junio pasado, el Gobierno Municipal de Saltillo anunció la Nueva Estrategia para el Transporte (NET) que implicará, según lo expuesto, realizar una reingeniería completa del sistema de transporte público de la capital coahuilense. De acuerdo con el reporte que publicamos en esta edición, si algo le urge a la ciudad es justamente una estrategia de este tipo.
Y es que de acuerdo con información del Instituto Municipal del Transporte, actualmente sólo se cuenta con 27 rutas operando, lo cual implica que desde la aparición de la pandemia han desaparecido 14 rutas, es decir, la tercera parte de todas las que existían hasta abril de 2020.
La razón de esta “desaparición” es simple y no hace falta mucho esfuerzo para deducirla: se volvieron incosteables para sus concesionarios. La versión oficial es distinta y conviene consignarla para evidenciar la diferencia de resultados que arroja el concebir el transporte como un derecho, en lugar de caracterizarlo como un negocio.
Porque cuando la movilidad urbana se concibe como un negocio la única forma en la cual una ruta de transporte puede sobrevivir a lo largo del tiempo es que, en cada ocasión en la cual se complete el circuito de esta, a la unidad suban tantos pasajeros como se requiera para superar -con un margen razonable de ganancia- sus costos de operación.
De no ocurrir lo anterior, el propietario de la unidad estará perdiendo dinero y cuando las pérdidas llegan a un nivel insostenible la única salida es la que estamos viendo: el cierre de rutas.
Por el contrario, cuando la movilidad se concibe como un servicio -igual que la educación, la seguridad o la salud- el sistema de transporte público se diseña de forma tal que el servicio se garantice a todas las personas que lo necesiten. Y garantizarlo implica, de forma necesaria, la inyección de recursos públicos al sistema.
La forma que tal inyección de recursos adopte puede variar -subsidios focalizados o generalizados, transferidos hacia los operadores del sistema o hacia los usuarios- pero el primer requisito que debe cumplirse es que existan, pues solamente de esa forma se evita que alguna ruta se vuelva “incosteable”.
Cabría esperar en este sentido, que la recién anunciada Nueva Estrategia para el Transporte de Saltillo contemple este hecho y se diseñe de forma tal que todas las personas que requieran movilizarse dentro de la mancha urbana de la zona metropolitana de Saltillo puedan hacerlo de forma asequible.
Y es que a diferencia de lo deseable, lo que está ocurriendo hoy es que muchas personas están siendo privada de un servicio que les resulta indispensable para desplazarse desde sus viviendas hasta sus lugares de trabajo, así como a otros lugares dentro de la ciudad.
Como siempre ocurre, esta realidad impacta en mayor medida a quienes menos tienen pues, o eleva de forma desproporcionada el costo de sus desplazamientos, o les obliga a renunciar a la posibilidad de visitar amigos y familiares o acudir a lugares de esparcimiento, satisfactores que deben estar al alcance de todos y no solamente de quienes “puedan pagar por ellos”.