A muchos mexicanos no despierta gran interés conocer los contenidos de la ley que rige nuestras relaciones con el poder público, en nuestra calidad de gobernados, ni de los derechos fundamentales que se nos reconocen en ese texto, ni de cómo se organiza el poder público para gobernarnos. De ahí deriva en mucho la indiferencia colectiva sobre asuntos que debieran ser primarios en nuestra vida comunitaria, y que redundarían en beneficio nuestro, dado que un buen número de quienes ocupan un cargo público cuentan con ese valemadrismo –discúlpenme la palabrota– para comportarse como nuestros atracadores, no como servidores de quienes les pagamos el sueldo, o sea nosotros. Tristemente la materia llamada civismo o educación cívica, no tiene relevancia alguna en un país acostumbrado a ver a sus gobernantes como si fueran casi diosito. Apenas esta semana se conmemoró el texto a que me refiero, la Constitución. Aquí en Coahuila, la Dirección de Museos, de la Secretaría de Cultura, llevó a diferentes escuelas primarias de la entidad la invitación a conmemorar esta fecha tan significativa. Y es que es ahí donde podemos sembrar esta semilla de identidad patria, o va a perderse en la debacle del olvido que ya padecen millones de adultos a lo largo y ancho de la República. Los niños son la esperanza de que este país tan noble siga vivo en la mente y en el corazón de quienes el día de mañana van a dirigirlo desde los diversos ámbitos del quehacer humano. Lo que el árbol, como dice ese soneto precioso de Francisco Luís Bernárdez, tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado. Si no alimentamos sus raíces, muere.
Este año se conmemora el Bicentenario de la Constitución de 1824, que fue la primera que tuvimos como país independiente, los 167 años de la de 1857 y los 107 de la de 1917. ¿Y por qué es importante no olvidarlo? Porque en ellas se encierran tres periodos de nuestra vida como nación, porque en ellas se explican la filosofía, la cultura, la historia de un pueblo, las raíces de las que venimos, la búsqueda de gobernabilidad, de civilidad, de orden, y es fecha que continuamos porfiando por ser un país en el que la ley deje de ser un cero a la izquierda, aplicada a modo, reformada a conveniencia, y se convierta en norma de observancia general, porque solo bajo esa égida esta tierra nuestra va a conocer bienestar generalizado, porque solo así, observándola todos, es como la paz y la prosperidad hallarán suelo propicio para enraizarse y crecer imbatibles.
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Hoy día el Ejecutivo en turno ha enviado al Poder Legislativo de la Unión una propuesta de reformas constitucionales a modo de la visión que él tiene al respecto para transformar a México. Me voy a permitir solo compartirle mis reflexiones con respecto a dos de ellas. No tengo el espacio para en este texto abarcarlas todas. No obstante, lo primero que quiero mostrarle es lo que mandata el artículo 135 de nuestra Carta Magna: La presente Constitución puede ser adicionada o reformada. Para que las adiciones o reformas lleguen a ser parte de la misma, se requiere que el Congreso de la Unión, por el voto de las dos terceras partes de los individuos presentes, acuerden las reformas o adiciones, y que éstas sean aprobadas por la mayoría de las legislaturas de los Estados y de la Ciudad de México. ¿Está clara la votación que se requiere? Dos terceras partes de los legisladores. Sin este primer requisito NO PROSPERA la reforma. El titular del Ejecutivo NO COMPLETA ESTA MAYORÍA CALIFICADA. No la tiene su partido, ni con sus aliados. ¿Para qué entonces las presenta? Es una falta de respeto a quienes está obligado a servir. Dos de esas... póngales usted el calificativo que quiera, estimado leyente, son verdaderamente insultantes. ¿Qué el pueblo elija a jueces, magistrados y ministros? Antonio López de Santana, nuestro “mejor vendedor”, planteó la elección popular del Poder Judicial, Porfirio Díaz, el segundo dictador, la usó a placer, pero en la Constitución de 1917 se ELIMINÓ.
El Presidente, conforme a la propuesta en comento tendrá derecho a proponer 10... hágame el “refabrón cabor”, con su permiso don Armando. Si lo que se necesita reformar es que el presidente no pueda proponer a NI UNO. Este sistema está podrido de presidencialismo. ¿Qué derecho le asiste para andar proponiendo integrantes del Poder Judicial? El representa sólo a uno de los tres poderes. Darle más poder al Ejecutivo es una BARBARIDAD con mayúsculas. Hay que reducirlo a su mínima expresión. Ah... y el costo de una elección de ese tamaño es una mentada de madre en un país cuyo número de personas en extrema pobreza va a la alza. Y va otra de las dos que prometí comentar. ¿Desaparecer diputados plurinominales? ¿Cómo? ¿Pretende quitarle representación a las minorías? Va en contra de la representatividad ciudadana pues genera una sobrerrepresentación del partido mayoritario así como una gran subrepresentación de los partidos políticos, y en mayor medida de los pequeños. Ni los países con gran tradición democrática, verbi gratia, Alemania, han desaparecido este tipo de legisladores. Que se legisle, eso sí, para que no lleguen indeseables.
Por favor, entérese de la propuesta. Lea las iniciativas. Es su deber como mexicano. Y si no le entiende PREGUNTE. Este país no va a cambiar a favor nuestro sino le ponemos marcaje personal. Este país necesita estadistas dirigiéndolo. Usted manda, y por favor no diga que no se puede.