Un dólar barato o inflación elevada
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Estamos en el puente de Semana Santa para muchos empleados y en general, para muchas empresas. Estamos terminando el primer trimestre del año con resultados que muestran una economía que está desacelerándose más de lo esperado, pues simplemente tuvimos un retroceso de 0.4% en enero oficialmente de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), pero febrero tampoco parece estar muy bien en cuanto a lo esperado. Aunque la “cuesta de enero” pareció no ser tan pronunciada, en realidad esa sensación fue solo en el norte del país donde los empleos siguen generándose. Mientras tanto en el sur sí se sintió la problemática de un país que no genera oportunidades de manera pareja. Y en esos mismos desequilibrios se encuentra el tipo de cambio. Hasta el momento todos los agentes económicos se preguntan por qué el peso sigue estando fuerte a pesar de todos los pronósticos. No seguiré con la tradición económica de explicar porqué los pronósticos, incluyendo el mío, no se están cumpliendo. Simplemente decir que es cuestión de tiempo para que haya un ajuste brusco en el tipo de cambio derivado de presiones políticas.
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He venido diciendo que para estas alturas del año ya podríamos tener un peso menos fuerte, más orientado a la exportación y eso no ha sucedido. También he hablado que las presiones políticas derivadas de las próximas elecciones de junio también incidirían en el tipo de cambio, y hasta el momento nada ha pasado. Al contrario, ya hemos llegado a tener un billete verde por debajo de los 16.60 pesos por dólar, para sorpresa de todos. Sin embargo, no se confíe porque las expectativas siguen al alza.
Ante falta de explicaciones concisas y precisas de lo que se está viviendo en el renglón de la economía, hay quienes dicen que lo que está sucediendo es que el tipo de cambio está subsidiado con la inflación nacional, es decir, que el circulante está pagando las consecuencias de un dólar tan barato. Hay que analizar con calma esta propuesta porque, aunque pudiera tener sentido, no hay en la literatura económica una explicación de esta relación de manera directa. Por el contrario, mientras el tipo de cambio es un mecanismo de ajuste en mercados de intercambio de divisas fuera de nuestro país, la inflación es un problema monetario y de escasez en los mercados internos. Un tipo de cambio barato, hay que decirlo con todas sus letras, no favorece a México, sobre todo porque tenemos un superávit en términos de ingresos del billete verde. Por ejemplo, el sector exportador está sufriendo mucho porque el tipo de cambio está muy bajo lo que reduce o elimina las utilidades, aunque los importadores están haciendo su “agosto”.
Llama la atención que aunque el dólar está muy barato, las exportaciones siguen manteniéndose muy fuertes. Tampoco ayuda a los más pobres de este país, que dijo el presidente son su mayor preocupación. Las remesas están en niveles récord, y esto se entiende porque las familias mexicanas que las reciben necesitan más dólares para comprar lo mismo. Tanto la inflación como el tipo de cambio han operado en su contra al tener una pérdida significativa de casi un 100%. Me explico, mientras en diciembre de 2018 el tipo de cambio se encontraba en 19.65 pesos por dólar, alcazaba para comprar un kilo de huevo, uno de arroz, uno de azúcar, uno de frijol, un kilo de carne, uno de tortilla, uno de carne y un litro de aceite por 13.79 dólares; hoy los mismos productos exactamente en las mismas cantidades, cuesta 25 dólares adquirirlos, a pesar de un dólar en 16.68 pesos. Sólo tome como referencia las tortillas y el azúcar que hoy cuestan el doble.
Como puede ver, entre la inflación elevada y un tipo de cambio “cuatrotero”, los pobres son ahora más pobres. Como referencia, la inflación en los alimentos de la canasta básica fue del 17% de acuerdo con el INEGI.
Dado el argumento anterior, se podría pensar que se mantiene una inflación alta por la gran cantidad de efectivo que está presente en el sistema financiero nacional. Hay que mencionar que en el tercer trimestre del año pasado se aumentó un 26% la base monetaria, como lo reportó Banxico y muy poco se habló de este asunto y que tiene repercusiones en el tipo de cambio y en la inflación. En el primero, al haber más dinero disponible, se podría asumir una compra más “barata” de dólares en el corto plazo. En el mediano y largo plazo aparece forzosamente la inflación, situación por la que no podemos controlarla y todavía repuntó a 4.48% en la primera quincena de marzo. Es innegable que hay un exceso de circulante en este momento que no ayudará a mantener la esperada espiral descendente de la tasa de referencia de Banco de México. En este punto, como ya lo mencioné anteriormente, la expectativa es terminar el año con una tasa de entre 10 y 10.5%, desde el 11% que estamos hoy, una reducción marginal.
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Aunque para algunos analistas la relación de la inflación con el tipo de cambio va muy de la mano, no hay una evidencia contundente para explicar un tipo de cambio tan barato en este momento. Eso sí mientras el dólar baja, la inflación sube, y parece que esa relación podría mantenerse por un par de meses. Hay analistas que dicen que el peso está tan fuerte que no habrá depreciación por las elecciones y que se mantendrá por debajo de 16.80 hasta diciembre de este año. En este momento, hacer cualquier predicción es arriesgada porque no se sabe qué circunstancias externas pueden presentarse en los siguientes meses. Esta semana ya está llegando a su fin, por lo que a partir de la siguiente solo faltarán dos meses exactos para las elecciones. Terminando este receso por Semana Santa, hay que estar alerta a los cambios económicos que seguramente llegarán.
Por lo pronto, aproveche el tipo de cambio tan barato para comprar en Estados Unidos, pasear en ese país y alejarse un poco de la realidad nacional, donde los trenes se descarrilan, la criminalidad es solo un espejismo y la salud es “casi” como en Dinamarca. Al menos eso sí no lo dicen los otros datos.