¡Un verdadero día con madre!
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¡Llegó el día más esperado por las mamás y el más temido por los hijos! El Día de las Madres, esa jornada en la que nos armamos de flores, tarjetas cursis y promesas de “ser mejores hijos”, mientras nuestras progenitoras disimulan la expresión de “¿y el regalo?” con una sonrisa forzada.
Aquí en México se celebra cada 10 de mayo, así que hoy, en el maravilloso espectáculo de la hipocresía socialmente aceptada, celebremos juntos el Día de las Madres. Es esa época del año en la que todos sacamos nuestras mejores actuaciones de “hijo ejemplar” para impresionar a la verdadera juez, mamá. Porque, ya sabes, si no la impresionas hoy, te quedarás sin herencia.
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Es un día donde afloran las emociones más profundas y las tensiones más incómodas. ¿Qué mejor forma de celebrar a mamá que despertándola temprano con un desayuno sorpresa quemado y una taza que dice “La Mejor Mamá del Mundo” que de seguro ya tiene como 20 iguales en la cocina?
La historia del Día de las Madres es tan antigua como la habilidad de las madres para recordarnos cosas que hicimos mal hace 15 años. Se remonta a los antiguos griegos y romanos que tenían festivales para honrar a las diosas maternas. Pero no fue hasta que llegó la era moderna que alguien pensó: “Oye, ¿y si hacemos de esto un evento comercial?”. Y así nació el Día de las Madres moderno, con tarjetas cursis, flores marchitas y almuerzos.
Pero no nos engañemos, queridos amigos. Detrás de cada sonrisa forzada y cada “Te amo, mamá”, se esconde un desesperado intento de ganar puntos de hijo del año. Es como si estuviéramos en una competencia constante de “¿Quién ama más a su mamá?” y el premio fuera evitar el regaño materno durante al menos una semana.
Y qué decir de los almuerzos en restaurantes abarrotados donde el servicio parece haber olvidado que es el Día de las Madres y no una carrera de obstáculos, estoy seguro que la única madre feliz es la que logra escapar del lugar sin un ataque de ansiedad. Esperar horas por una mesa, mientras mamá disimula el hambre con una sonrisa y un “tranquilos, lo importante es estar juntos”. ¡Claro, mientras el estómago protesta como sindicato en huelga!
Pero no nos olvidemos de los regalos. Oh, los regalos. Desde los clásicos chocolates hasta los collares de “¡perdón por ser tan mal hijo!”. Nos esforzamos por encontrar algo que diga “te quiero” sin tener que decirlo en voz alta. Porque, sinceramente, expresar emociones es para los débiles, ¿verdad?
Esa tarea titánica de encontrar algo que demuestre cuánto la queremos sin tener que gastar una fortuna. Porque, claro está, mamá merece lo mejor, pero nuestra cuenta bancaria merece mantenerse en números positivos. Así que terminamos comprando una planta que probablemente mate en una semana o un conjunto de pijamas que definitivamente nunca usará.
Pero también hablemos de las madres mismas, esas expertas en el arte del chantaje emocional. Siempre listas para recordarnos todo lo que han sacrificado por nosotros, desde las noches en vela hasta los kilos ganados durante el embarazo. “¿Te acuerdas de cuando te cambiaba los pañales a las 3 de la mañana?”. Sí mamá, cómo olvidarlo, todavía tengo pesadillas con eso.
Pero no todo es ironía y sarcasmo. En el fondo, el Día de las Madres es una oportunidad para recordar cuánto significan para nosotros esas mujeres que nos dieron la vida (y que no dejan de recordárnoslo). Es un momento para agradecerles por su amor incondicional, su paciencia infinita y su habilidad para hacernos sentir culpables por cualquier cosa.
Así que, aunque este día pueda parecer un cóctel de emociones contradictorias, al final del día lo importante es celebrar a esas mujeres maravillosas que nos han dado tanto (y que esperan que les demos algo más que una simple tarjeta).
Porque, admitámoslo, no importa cuánto nos quejemos, sin mamá estaríamos perdidos. Y aunque a veces nos hagan querer arrancarnos los pelos, no podemos evitar amarlas con locura. Y algo es muy cierto, sólo existe una verdad innegable: el amor de una madre es lo más cercano a la magia que tenemos en este mundo. Es esa fuerza que nos impulsa a seguir adelante cuando todo parece oscuro, esa voz suave que nos recuerda que no estamos solos, incluso cuando nos comportamos como unos idiotas.
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Así que, en este Día de las Madres, rindamos homenaje a todas esas reinas del hogar que nos aguantan con una sonrisa (o con una mirada que podría derretir acero). Celebremos su sabiduría, su paciencia infinita y su capacidad para amarnos incluso cuando no nos lo merecemos. Y recordemos, queridos amigos, que aunque un regalo y una tarjeta son buenos gestos, el verdadero regalo que podemos darles es nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro amor sincero.
Porque al final del día, lo único que realmente importa es que estamos aquí, juntos, navegando por este loco viaje llamado vida. Y eso, queridos amigos, es el mejor regalo de todos. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿qué opina?
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