Vere papa mortuus est (2). See you in hell!

Opinión
/ 24 abril 2025

Me resulta increíble que aún, en ciertos círculos laicos e intelectuales, se esté encomiando ‘el legado’ de Jorge Mario Bergoglio, sólo por una serie de oportunas, pero contradictorias declaraciones que lo pintaron como progre y reformista

-¡Mirá que sí era humilde el papa Francisco, boludo! ¡Si hasta tomó el nombre del Santo más pobre para ejercer su apostolado!

-¡Che, lo que pasa es que no le dejaron tomar su primera opción!

-¿Y esa cuál era?

-Jesús II.

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Cumplida la cuota humorística de esta columna, entramos de lleno al tema que nos ocupa: la horrenda gestión papal de Francisco I:

Me resulta increíble que aún, en ciertos círculos laicos e intelectuales, se esté encomiando “el legado” de Jorge Mario Bergoglio, sólo por una serie de oportunas, pero contradictorias declaraciones que lo pintaron como progre y reformista.

Me da a pensar que los análisis pecan de superficiales, pues si tuviésemos que juzgar al hombre por sus declaraciones, haciendo algo de “cherry picking” y descartando un puñado de desafortunadas frases podridas que muy lamentablemente escupió, podríamos ingresarlo al santoral “ipso chingam”.

Ese fue uno de los mayores logros de Francisco, convencer a fieles e infieles, progres y conservas (para su júbilo y enojo respectivos) de haber abierto la homilía católica a personas homosexuales. Según su propia declaración: “Si una persona gay busca al Señor y tiene buena voluntad... ¿quién soy yo para juzgarla?”.

De acuerdo con su hoy extinta Santidad, no es pecado sentir atracción sexual o romántica por una persona del mismo sexo, peeeeero.... Otra cosa muy distinta es ya sostener un encuentro físico, en cuyo caso sí es motivo de condenación eterna.

O sea que Francisco avaló a la comunidad gay para ser homosexual, pero sólo de pensamiento. Una caricia, un besito, un “sin respeto” y ¡al Infierno!

Sin embargo, cayó en doble contradicción cuando rechazó categóricamente que los homosexuales se preparasen para ordenarse sacerdotes (pese al voto de castidad implícito en ello). Y no es aconsejable según él porque en los seminarios (cito nuevamente) “...ya hay demasiado mariconeo”.

O sea que sí juzgaba severamente a las personas gay y, además, las excluyó de la oportunidad de vivir la presunta vida de celibato sacerdotal que sería −según su propio precepto− el único medio para la salvación.

Criticó luego que más de 30 países criminalicen hoy día a la homosexualidad y que diez de estos la castiguen bajo pena de muerte. ¿Se atrevió a nombrar dichos países?, ¿a instar por su nombre a sus gobernantes para recapacitar sobre estas salvajes políticas medievales?

¡Obvio no! Que ya te digo que es mejor llevar la fiesta en paz.

Francisco siempre fue omiso e indiferente ante la ejecución de homosexuales y no pocas veces solapador. Pero necesitamos pasar ya a otra cosa:

Algo de lo que, en cambio, muy poco se habla es de la persecución de católicos y cristianos en diversos países, principalmente teocráticos, aunque no necesariamente.

En Corea del Norte, por ejemplo, la represión es brutal si se descubre a un cristiano practicando su fe o en posesión de objetos de adoración (no olvidemos que el único culto permitido allá es la adoración a su mandatario). En India y en Egipto ha habido también diversos atentados en razón exclusiva de la fe de sus víctimas. ¿Su fe? La católica.

En Nicaragua, ese santo de la democracia llamado Daniel Ortega también emprendió una campaña de difamación, acoso y encarcelamiento contra miembros del credo por ser “desestabilizadores del país”.

Está ocurriendo todo en pleno siglo 21: La gente está muriendo defendiendo su fe, ni más ni menos la fe cristiana, pero por poco espacio que esto ocupe en los titulares, lo inaceptable y escalofriante es la falta de solidaridad más absoluta del Papa Francisco, que no le dedicó a sus propios mártires ni un triste aviso parroquial, igual que hacía AMLO con los muertos de su sexenio en cada mañanera.

A propósito de México, Francisco fue también muy timorato y tibio ante los atentados, acoso y muerte sufridos por sacerdotes en el narcorrégimen lopezobradorista.

Al menos diez sacerdotes fueron asesinados durante el sexenio de Andrés Manuel López, entre ellos los dos sacerdotes de Cerocahui. La mayoría, por no decir todos, hacían alguna forma de activismo incómodo para el Gobierno o para el crimen organizado, que para el caso en México es lo mismo.

Un concilio de obispos desesperados se ofreció a negociar con los cárteles para, ingenuamente, tratar de moderar la violencia, a lo que el anciano perverso e insensible de AMLO sólo dijo: “Pues estaría muy bien...”.

Pero si del viejo acedo de Macuspana no nos extraña ya nada, ¿qué dijo el Papa al respecto? Lea:

“A México el Diablo lo castiga con mucha bronca por esto (señala al cuadro de la virgen de Guadalupe)... Creo que el Diablo no le perdona a México que Ella haya mostrado ahí a su Hijo!”.

“¡Ah, bueno, su Santidad!”, exclamó México en el argot de los memes, “¡chingo a mi madre, pues!

Así trivializó Francisco nuestro mayor dolor, el que más gravemente nos fustiga, el que más horror nos provoca y el que más vidas cobra. Redujo toda la violencia, maldad y descomposición social e institucional a un relato teológico infantil que no se atrevería a impartir, por pudor, la catequista más mocha, virgen y panista de toda la parroquia.

Y antes que verlo haciendo un pronunciamiento realmente valioso en contra de la violencia o sus perpetradores, tuvimos a Francisco haciendo el ridículo en un chocarrero mensaje alusivo al Super Bowl LI, en 2017, cosa que me pareció tremendamente barata y de mal gusto. Pero así debió estar la limosna de la NFL, porque es obvio que el Pescador de Almas no da brinco sin sandalia. ¿O por qué cree que el Papa da audiencia a tanto pinche político y candidato? ¡Porque le caen bien seguramente! ¡No me haga reír! Convencido ya estaba de que el Vaticano es la gran Ramera de Babilonia, pero Francisco me hizo ver que se ha vuelto más impúdica la muy zorra.

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Francisco no puso a disposición de las autoridades a ningún agresor sexual, ni las arcas vaticanas a disposición de ninguna causa o catástrofe; no le concedió más derechos a la mujer, ni siquiera la gracia del aborto para menores de edad en caso de violación. “El aborto es siempre una aberración y el médico que lo proporcione es un sicario”, según dijo Paco I.

Tal es su legado o una tenue pincelada de lo que se dejó ver. Tengo más para rostizarlo, pero no puedo dedicarle diez artículos, salvo que los lectores así lo soliciten. Pero ni salgan con la monserga de que por estar en calidad de occiso no se puede defender y es por tanto injusto criticarlo, que toda persona que haya ejercido el poder debe ser evaluada escrupulosamente.

Pobres de aquellos que buscaron en él a un reformador, lo cual es impensable desde que los pilares ideológicos de su doctrina son eminentemente cavernícolas. Vale entonces parafrasear al otro líder carismático de la secta local: No puede haber Papa progre con religión retrógrada. Entonces: ¡Ciao, Francisco, see you in hell!

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