Vere Papa mortuus est (1 de 2). Repasando el ‘legado’ de Francisco. Introducción

Opinión
/ 22 abril 2025

El Vaticano entendió que más que un jerarca que proyectara fortaleza, la Iglesia necesitaba un líder empático y comunicativo. Pero de ello a modificar la doctrina, preceptos y dogmas sobre los que está cimentado este imperio... ¡ni hablar!

El Papa pasó de ser el monarca de uno de los imperios más poderosos e influyentes de la Tierra a ser una especie de CEO, vocero y publirrelacionista de un corporativo milenario transnacional y presidente vitalicio de un acaudalado estado enano, cuya principal exportación es el sueño húmedo de cualquier modelo económico: se produce sin costo, sin materia prima, sin mano de obra y se consume de manera masiva: la fe, gracias a que se disputa con otro puñado de emprendimientos parecidos la patente de la Salvación Eterna.

Pero no me malentienda, no quiero decir que el Papa deje de ser un hombre poderoso o un personaje influyente, es sólo que la propia jerarquía católica parece haber colocado ciertos candados para impedir que algún loco, como los pontífices de antaño, ponga en peligro la propia supervivencia de la institución.

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Desde luego, el jerarca en turno tiene poder de veto, de jugar con la estructura interna de su organización, de pronunciarse en nombre del legado de Dios y de Cristo, y de direccionar sus políticas tan a la izquierda o a la derecha como se podría virar un pesado trasatlántico en lo que dura un Padre Nuestro.

La percepción de los católicos sobre su líder espiritual es un poco la que tienen los gringos sobre sus gobernantes: cualquier cosa que no sea de un radicalismo podrido reaccionario ultraconservador es, en consecuencia, un comunista discípulo de Carlos Marx, decidido a acabar con el libre mercado y a instaurar la dictadura del proletariado en el orgulloso imperio yanqui. Pero lo cierto es que todos los políticos gringos, hasta el demócrata más liberal, se mueven dentro del espectro de la derecha.

Así con el Papa, si se atreve a hacer el más tímido pronunciamiento en favor de la igualdad, los derechos de las minorías, el resarcimiento de las víctimas, o en contra de las dictaduras y de los radicalismos de antaño, es visto como una amenaza para los valores tradicionales de la Iglesia; un progre y woke que seguramente terminará aprobando el aborto, el uso de anticonceptivos, el matrimonio homosexual y la ordenación de mujeres sacerdotisas. ¡Hereje, impío, apóstata, anticristo!

¡Pero ni de coña!

La Iglesia no ha estado más cerca de una reforma que la Selección Mexicana de un Campeonato del Mundo desde hace 60 años, cuando se celebró el Concilio Vaticano II.

¿Y cuál fue el gran resultado de dicha reforma? ¿Cuál fue el enorme avance conseguido de esta asamblea modernizadora?

Ah, pues se consiguió −y no sin una dura oposición que prevalece hasta la fecha− que la misa se diera en la lengua nativa de cada comunidad y no en latín, como se venía haciendo durante los últimos mil 500 años, ya sabe usted, para que los feligreses medio entendieran lo que estaba ocurriendo, para que tuvieran una noción mínima de eso en lo que estaban participando y tuvieran al menos la certeza de que no los estaban ofreciendo en sacrificio al Príncipe de las Tinieblas. Ya sabe... detalles sin importancia.

Pero desde entonces, la Santa Madre Iglesia no ha podido, no ha querido, no ha intentado siquiera mover ese enorme, blanco, bendito y milenario trasero suyo de donde se encuentra tan cómodamente apoltronada.

Empero, en algún momento, quizás después de la Segunda Guerra Mundial, luego de ver cómo se erigía un nuevo orden mundial más democrático, en el que los regímenes autoritarios y absolutos nacían ya con una fecha de expiración, fue que el Vaticano decidió jugar entonces el juego de la pluralidad, del acercamiento con la feligresía, de escuchar a los fieles.

Pero, como dijo el señor Scrooge: ¡Pamplinas!

Fue en serio que entendieron que, más que un jerarca que proyectara fortaleza, la Iglesia necesitaba un líder empático y comunicativo. Pero de ello a modificar la doctrina, preceptos y dogmas sobre los que está cimentado este imperio... ¡ni hablar! Eso no ha ocurrido ni ocurrirá.

Tan sólo recordemos a los dos últimos “reformadores” que ostentaron el Obispado de Roma: Uno no superó el periodo de prueba gratuito de 30 días y ya no le renovaron la suscripción (Juan Pablo I). Mientras que su sucesor, el Papa Peregrino, Karol Wojtyla, tenía el carisma de un rockstar, era amadísimo gracias a su aura bondadosa y al tour interminable que emprendió con su apostolado alrededor de todo el mundo, visitando países que jamás antes pisó ningún sucesor de San Pedro, por no hablar de que sobrevivió a un atentado, del que resultó el segundo coche más feo en la historia del automovilismo después del Tesla: el Papamóvil, prueba incontestable de que hasta para el Santo Padre tiene más peso el “no vaya siendo” que toda su fe en Dios.

Pero tuvo que morirse Juan Pablo II para que nos enterásemos de que aquella gira interminable no era inocente y santo proselitismo, sino parte de un elaborado plan político para frenar al comunismo, que ya estaba comiéndole a la feligresía a través de otras nuevas denominaciones cristianas desvinculadas de la matriz católica; sin mencionar que prefirió encubrir los casos de pederastia antes que mancillar la supremacía moral de su institución; o que contribuyó a que el brote de sida alcanzara niveles epidémicos en África gracias a su inflexible postura sobre el pedazo de hule que pudo haberlo prevenido, el condón.

“Es una blasfemia a Dios”, dijo.

¿En serio? ¿Un triste globo atenta contra el Creador de todo el Universo, según el gerente de dicho Dios en nuestro terrenal mundo? No, pos ¡wow! Si usted quiere, sí. Pero ni de chiste podemos decir entonces que Juan Pablo II haya sido un Pontífice progresista o reformador.

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Ok. Muy bien, pero.. ¿Francisco sí... cierto?

-¡Vamos! Que es Paco, boludo... Es Bergoglio, ¿viste? ¡El Papa Pancho! El primer Papa de América... Mira que si era bueno, que hasta se quiso llamar como el Santo de Asís. ¡No nos vengas ahora con tus cosas, columnista pelotudo!

Lo siento, pero en honor a la verdad, en la siguiente colaboración habremos de repasar los pecados y omisiones de Francisco, que de ninguna manera se compensan con sus bienintencionadas declaraciones o sus ambiguas posturas incluyentes.

Sirva el presente texto sólo como comentario introductorio. Nos leemos el jueves o antes, si el Vaticano deja escapar una fumata blanca... Lo que suceda primero.

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