Y ahora las pensiones de los mexicanos... ¿será viable?
Ante la inminente necesidad de generar capital político, desde el gobierno federal se ha hecho una promesa que no es de campaña, sino de miedo, para todos los que entendemos un poquito de lo que es un sistema económico. Se ha prometido que quienes se pensionen lo harán con el 100 por ciento de su último salario. Semejante propuesta resulta, por decir lo menos, un disparate económico, ya que ningún país en el mundo tiene esa tasa de reemplazo (porcentaje del salario con que se retira). Los mejores países del mundo en este rubro son Bélgica, que tiene una tasa del 83 por ciento; Dinamarca, 74 por ciento; y Luxemburgo, con 72 por ciento.
A pesar de que en 2020 se hizo una reforma que buscaba llevar hasta un 15 por ciento el ahorro para el retiro de los trabajadores (para que las pensiones llegarán a un 60% en la tasa de reemplazo), que estaba en ese momento en 6.5 por ciento, ésta no ha sido lo suficientemente buena para dar un nivel de ingreso suficiente para mantener una adecuada calidad de vida. Información general señala que las pensiones en este momento dan a los trabajadores entre un 30 y un 50 por ciento de su último ingreso, y se señala que un 40 por ciento de los nuevos jubilados apenas alcanza los 8 mil 6 pesos, que es el nuevo mínimo establecido para este año.
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El gran problema de la propuesta del Ejecutivo federal es que no tiene un fundamento económico ni de las finanzas públicas. El Presidente de la República señaló que para que no sea una carga para las empresas, el gobierno sería prácticamente el responsable único de incrementar las aportaciones para que las jubilaciones alcanzaran el 100 por ciento. Además, puntualizó que sería eliminando las organizaciones autónomas que habría dinero suficiente. Lo anterior no es posible en ningún escenario, porque se necesitaría al menos tres veces el presupuesto total de todos los organismos autónomos para poder cubrir el primer año (2030) de pensiones, y asumiendo que el número de jubilados no creciera. Tomando en cuenta que hoy el presupuesto para pensiones ocupa más del 26 por ciento del total de egresos de este 2024, pensar en gastar más en pensiones puede hasta significar un gran peligro de quiebra para las finanzas públicas.
Este asunto de las pensiones es muy delicado porque se está jugando con los ahorros de toda una vida de los trabajadores cuando más se necesitan. En la vejez se requieren medicinas que el sistema de salud pública no tiene y son caras, más atención médica que cada día cuesta más. El gobierno federal no ha mostrado ser un buen administrador de empresas, y por ello surge ese temor a permitir que las pensiones se puedan manejar desde el gobierno federal como era en los años setenta. También es necesario mencionar que la configuración poblacional ha cambiado de manera drástica. Ahora hay más población mayor de 65 años (7 millones actualmente que reciben pensiones y creciendo) con respecto a la gente joven (menor de 16). El famoso bono “poblacional” sigue allí, pero está esfumándose cada día que pasa. Es claro que se tenían que hacer cambios importantes a los mecanismos pensionarios para evitar un colapso de las finanzas públicas justo después de la crisis económica de 1995.
La propuesta inicial hecha por el Presidente generan tres dudas: 1) el gobierno federal ha demostrado ser bueno para crear empresas, pero no para mantenerlas; 2) de dónde provendrán los fondos, sabiendo que desaparecer los organismos autónomos no alcanza; 3) ¿serán las afores las que manejen estos recursos o habrá la tentación de desaparecerlas? El Ejecutivo federal quiere que todo lo que tenga dinero (hasta las alcancías de los niños) esté en manos del gobierno federal.
En el primer punto, solo hay que mencionar tres ejemplos de mala administración gubernamental; el gas del bienestar, que intentó crear una empresa que pudiera vender gas por debajo de los precios de mercado. Es bien sabido que la empresa a la que se le compraba el producto estaba establecida en las Islas Caimán y resultó que fue incapaz de proveer el producto de manera recurrente. Nadie más pudo venderle al gobierno federal por debajo del precio de mercado, como lo indica la lógica económica. Tampoco se pudo cumplir con las rutas de abastecimiento que se le habían prometido a la gente, ni conseguir los tanques. En pocas palabras, fue una empresa que nació quebrada, con buenas intenciones, pero financieramente inviable.
En el segundo caso, los bancos del bienestar solo funcionan para hacer llegar, a medias, las ayudas sociales como las pensiones. Construidas con sobrecostos y en lugares sin internet y hasta con problemas de electricidad, las sucursales de este intento de “banco” han sido robadas cientos de veces, de acuerdo con sus propios reportes. Lo irónico del caso es que se gastan más de mil millones de pesos en su seguridad. No funcionó y desde luego el costo de esta ineficiencia financiera se ha cargado al erario al que nosotros contribuimos.
En el tercer caso, todavía no hay una alternativa definida porque no se ha presentado ante ninguna cámara el proyecto de ley que impulse esta propuesta del Ejecutivo. Sin embargo, el temor en el sector financiero es que se proponga volver a un esquema parecido al de 1973, cuando el gobierno administraba esos recursos y que sean gastados en obras que no tengan el impacto estimado como el Aeropuerto Felipe Ángeles, donde no hay tráfico, una refinería que no refina pero que fue inaugurada “simbólicamente”, por decir solo algunos ejemplos hipotéticos. En pocas palabras, hay miedo de que las pensiones caigan en manos del gobierno y se gasten sin ton ni son.
Para que las pensiones puedan llegar a darnos en el retiro un 90 por ciento, en una estimación muy general todavía y poco estudiada, pero tomando en cuenta a los expertos, se tendría que ahorrar por parte de los trabajadores cuando menos el 30 por ciento de su ingreso neto. Si a eso le agregamos que el 80 por ciento de los mexicanos apenas sobreviven con un salario mensual promedio de 12 mil pesos (en cifras cerradas), quítele cuatro mil para “el futuro pensionario” y se podrá dar cuenta que empezarán a surgir problemáticas sociales porque literalmente no habrá dinero que alcance para comer, ya no diga para todo lo demás. No hay que olvidar que la sociedad mexicana no tiene “cultura del ahorro”.
Lo poco que se sabe de la propuesta pensionaria es una equivocación que ya ha empezado a distorsionar los mercados financieros. Este tipo de declaraciones es entendible porque hay elecciones en puerta y en este momento cualquier cosa se puede prometer, por más incoherente que ésta sea. Habría que pensar si no habría más ahorros evitando que el gobierno federal proponga más proyectos. Esto sí lo dicen los otros datos.