Gabo, el cantante de rumbas
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Plinio Apuleyo, amigo del escritor colombiano, lo recuerda como un estudiante cuya vida discurrió en pensiones, cantinas y casas de empeño.
Plinio Apuleyo Mendoza conoció en "antro sombrío, envenenado por olores rancios y el humo de cigarros" donde estudiantes y trabajadores pasaban horas, a un joven delgado, alegre, rápido como un pelotero de beisbol o un cantante de rumbas, que respondía al nombre de Gabriel García Márquez.
"Sin pedir permiso a nadie, el recién llegado toma asiento en nuestra mesa (se encontraba con su amigo Luis Villar). Su aspecto es descuidado. Tiene una camisa de cuello mugriento, una tez palúdica, un bigote inspirado y lineal. El traje de cantante de rumbas parece flotarle sobre los huesos.
"Costeño, pienso. Uno de los tantos estudiantes que vienen de la costa Caribe, cuya vida discurre en pensiones, cantinas y casas de empeño", relata Apuleyo Mendoza en "Aquellos tiempos con Gabo" editado por Plaza y Janés e integrado con recuerdos y estampas sobre las aventuras de dos jóvenes que recorrieron el mundo, muchas veces en ocasiones incómodas y terribles.
Apuleyo Mendoza recrea esa ocasión cuando conoció a ese joven de veintitantos años que colocó su mano en el trasero de la mesera y le produjo cierto horror, pero también evoca a ese muchacho de pueblo alegre emocionado al ver por primera vez nieve y miedoso de subirse a un avión.
Y también, aquellos tiempos de reporteros que tuvieron la oportunidad de testimoniar la caída de la dictadura en Caracas, Venezuela de Pérez Jiménez y el arribo al gobierno de Cuba del "caudillo" Fidel Castro, pero también cuando fueron objeto de censura y perseguidos por un espía de la CIA.
Del mismo modo extrae de su memoria los años de hermandad y compadrazgo; los impulsos literarios de García Márquez -"el más prometedor de nuestros jóvenes autores, heredero de Proust, de Kafka, de Joyce y William Faulkner"-, los tiempos de hambruna y de gloria, sin dejar de lado, la celebridad obtenida por su amigo el cual, pese a todo, sigue siendo el mismo de siempre.
"Muchas cosas nos han ocurrido desde entonces. Hemos visto nacer y morir sueños. Hemos visto pasar y desaparecer amigos. Nos han salido canas. Hemos vivido en muchas partes. Nos hemos casado, hemos tenido hijos y nietos. El se ha vuelto rico y célebre. Yo me he vuelto pobre.
"Juntos, hemos recorrido muchas partes del mundo. Hemos perseguido jóvenes alemanas por las calles sombrías de Leipzig. Hemos atravesado toda Europa en tren, de pie, en un vagón atestado, muertos de hambre y fatiga. Hemos viajado por la Unión Soviética, como falsos integrantes de un grupo de danzas folclóricas....".
Además recuerda la etapa de la revista "Libre", donde confluyeron plumas de la talla de Octavio Paz, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa; su primer desacuerdo político e ideológico con Gabo con respecto a Cuba al tiempo de dejar muy en claro que "García Márquez no es de ninguna manera hoy en día un simpatizante ortodoxo del régimen cubano, como hay tantos en otros en América Latina.
"Su amistad personal con (Fidel) Castro le ha permitido intervenir con eficacia para obtener la libertad de un gran número de presos políticos. Tres mil doscientos, al parecer. Gracias a él, a Gabo, Heberto Padilla (el poeta arrestado) pudo salir de Cuba....No obstante Edward Kennedy apareció en un momento dado como el inspirador de las gestiones que permitieron a Padilla viajar a Estados Unidos".
García Márquez, quien fuera condecorado con el Premio Nobel de Literatura 1982, "tuvo una intervención decisiva -me consta- en la libertad de Armando Valladares, y más recientemente del escritor Norberto Fuentes". Según narra, su amigo obtuvo del gobierno mexicano un avión, voló a La Habana y regresó a Ciudad de México con él.
"Pienso a veces que si fuese posible un proceso de liberalización del régimen cubano, García Márquez podría jugar en ese sentido un papel importante. De hecho, él ha facilitado encuentros y diálogos de Castro con presidentes democráticos de América Latina buscando una apertura. ¿Ilusiones suyas? ¿Pasos hacia una nueva realidad? La respuesta sólo podrá darla el futuro".
Recapitula el autor hacia el principio de la obra sobre el primer encuentro de García Márquez con quien será su esposa Mercedes, el posterior nacimiento de su hijo Rodrigo, su ahijado. Asimismo, los primeros cuentos creados durante la noche, a saber "El oro de Nápoles" y los esbozos de "El coronel no tiene quien le escriba" y posteriormente de "El otoño del Patriarca" y "Cien años de soledad", todos marcados por sus experiencias en distintos países.
Su amistad siempre estuvo marcada por la solidaridad, ya que Apuleyo Mendoza, hizo lo posible por conseguirle trabajo en Venezuela en la revista "Momento", entonces dirigida por el empresario Ramírez Mac Gregor, apodado "el loco", en una etapa cuando cayó el dictador Pérez Jiménez, quien finalmente se exilió.
"Aprendí con el tiempo a descubrir que aquellos terrores lívidos, hoy desaparecidos, se relacionaban con su vocación literaria: no tenía deseos de morirse sin haber escrito lo que tenìa que escribir. Así, cada vez que tomaba un avión, primero tenía que emborracharse.
Después de publicar 'Cien años de soledad', y aún más, después de 'El otoño del patriarca', su sentido del riesgo cambiaría. Ahora aborda un avión como quien se sube a un taxi".
La caída del dictador venezolano, establece el autor fue el germen de "El otoño del patriarca". Recuerda que cuando fue la toma del Palacio Blanco, Gabo al ver salir a un militar bruscamente del despacho, le comentó: "Fue allí donde tuve por primera vez la idea de escribir la novela del dictador".
De la revista de Ramírez Mac Gregor fueron despedidos porque, ellos, precavidos, pusieron sus iniciales en un artículo donde denostaba la actitud de los venezolanos ante la presencia de Nixon, a quien escupieron por haber condecorado al dictador ya caído. Más tarde, con la caída de Batista, ellos en calidad de reporteros "venezolanos", fueron a cubrir la toma de poder de Fidel Castro.