Octavio Paz, cien años de poemas, un siglo de ideas

Artes
/ 28 septiembre 2015

En París escribió "El laberinto de la soledad", uno de sus más simbólicos y reconocidos ensayos.

México, D.F..- "Para mí la poesía y el pensamiento son un sistema de vasos comunicantes. La fuente de ambos es mi vida: escribo sobre lo que he vivido y vivo", decía Octavio Paz en el prólogo de "La llama doble", una idea que resume a este intelectual total del siglo XX que el próximo día 31 hubiera cumplido cien años.

Porque para Paz, un torrente de palabras e ideas, una figura oceánica cuya prolífica obra, tanto en prosa como en verso, está más viva que nunca por su constante modernidad, su experimentación, su transcendencia, su idea del tiempo y del presente o su discurso sobre el diálogo y la tolerancia, todas las artes y experiencias estéticas van a dar a la poesía.

Y es que este creador nacido en Mixcoac (México) en 1914 y muerto en la capital azteca en 1998, que ganó premios como el Nobel de Literatura, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Jerusalem o el Internacional Menéndez Pelayo, entre otros muchos, es un gran clásico moderno que indagó en todos los caminos, que experimentó en las vanguardias y que descubrió las culturas india y oriental para muchas generaciones, sin perder el diálogo con la tradición.

Hijo de un abogado que trabajó para Emiliano Zapata y de Josefina Lozano, descendiente de españoles gaditanos, Paz comenzó a escribir desde muy temprano y en 1937, tras finalizar sus estudios de Derecho en la Universidad Autónoma de México, viajó a España para apoyar la República y participó en Valencia en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas.

En él conoció a muchos poetas de la generación del 27 y de la revista "Hora de España". El viaje lo hizo con su primera mujer, la escritora y periodista mexicana Elena Garró, con la que tuvo su única hija, Elena, y de la que se divorció en 1959.

Después se uniría a Bonna Tibertelli y, en 1965, cuando ya era embajador de México en la India, se casaría con Marie-José Tramini, su compañera hasta el final de su vida.

A su vuelta a México fundó la revista "Taller", donde dio cuenta de una nueva sensibilidad literaria, y en 1943 se trasladó becado a Estados Unidos. En 1945 ingresó en el Cuerpo Diplomático de Estados Unidos y fue destinado a Francia, donde comenzó su relación con las vanguardias, con los surrealistas, con Bretón a la cabeza, y donde descubrió el amor y la libertad como alimentos para su poesía.

En París escribió "El laberinto de la soledad", uno de sus más simbólicos y reconocidos ensayos junto con "El arco y la lira" (donde teoriza sobre la poesía como forma de vida), en el que habla de la identidad mexicana.

Fue embajador en París, Tokio y Nueva Delhi, destino en el que se encontraba en 1968 cuando en su país se produjo la matanza de Tlatelolco contra el movimiento estudiantil, por orden del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Paz dimitió de su cargo por solidaridad con las víctimas y desde ese momento se dedicó de lleno a su obra.

Fundo dos revistas fundamentales: "Plural" (1971-1976) y "Vuelta" (1976-1998) con la idea de renovar el panorama cultural mexicano, de hacerlo más abierto y dar cabida a la poesía, la crítica literaria, la filosofía y el ensayo.

Transgresor, cosmopolita, enciclopédico, hondo, los temas de Paz abarcan todo. El pasado prehispánico de México, el lenguaje, la soledad, el tiempo, el erotismo, el amor y la poesía como vehículos para la transcendencia del hombre, ocupan su pensamiento y su cosmovisión.

Pero la India, donde pasó seis años, marcó un antes y un después en la vida y obra del intelectual mexicano, que hizo también incursiones por Ceilán, Afganistán o Pakistán y escribió tres libros de poesía, narración y ensayo: "Ladera este", "El mono gramático" y "Vislumbres de la India".

"En esos poemas procuré expresar -escribe Paz- las impresiones, observaciones, emociones y sentimientos de un poeta de lengua española ante un mundo o, más bien, mundos desconocidos...Mundos de afuera y también de adentro: mi vida misma, con mis pasiones, obsesiones, titubeos y sentimientos".

"Viajes en el espacio exterior y en el interior -continúa-, realidades que vemos alternativamente con los ojos abiertos y con los ojos cerrados, paisajes nunca vistos y paisajes siempre vistos: la extrañeza de la India se fundió con mi propia extrañeza, es decir, con mi vida".

La figura de Octavio Paz es la de un poeta e intelectual mundial, el historiador Enrique Krauze le define como "hombre de su siglo". Sus Obras Completas están editadas en Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Su poesía se recoge en "Obra poética" (1935-1998).

Y de su labor en prosa destacan, además de "El laberinto y la soledad" y "El arco y la lira", "Las peras del olmo", "Puertas al campo", "Claude Lévi-Strauss", "Corriente alterna", "Conjunciones y disyunciones", "El ogro filantrópico", "Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe", "Hombres en su siglo" o "La llama doble"

Octavio Paz, poeta del pensamiento apasionado

Poeta del "pensamiento apasionado", de grandes alianzas entre lo intelectual y lo sensible, Octavio Paz fue "el auténtico intelectual" porque "chocó con muchas convenciones", según los escritores Fernando Savater, Pere Gimferrer, Andrés Sánchez Robayna, Gonzalo Celorio, Jorge Volpi y Aurelio Major.

El centenario de Paz, que el 31 de marzo habría cumplido cien años, es una excelente ocasión para adentrarse en algunas de las facetas de este gran poeta y ensayista que, como le dice Volpi a Efe, "es el intelectual paradigmático de México en el siglo XX, una de las figuras más interesantes, contrastantes y apasionantes de nuestra historia".

Un intelectual "enraizado en la enigmática y compleja cultura mexicana y, a la vez, atento al mundo", en palabras del escritor y académico mexicano Gonzalo Celorio, para quien Paz "logró relativizar lo mexicano y lo universal a fuerza de relacionarlos sistemáticamente".

Dotado de una lucidez "poco común", Paz alumbró una obra que "no tiene paralelos en la literatura hispánica contemporánea", afirma el poeta y ensayista español Andrés Sánchez Robayna.

"Abrió una serie de líneas de análisis -de Marcel Duchamp a Sor Juana Inés de la Cruz, de la artesanía al arte amerindio, de las filosofías orientales a la antropología- que prueban la amplitud de sus intereses críticos, y que es raro encontrar en la obra de un solo ensayista", subraya Sánchez Robayna.

El premio nobel mexicano pertenece a la estirpe de "'poetas del pensamiento apasionado', poetas que, como diría Unamuno, sienten el pensamiento y piensan el sentimiento. Es un poeta de síntesis, de grandes alianzas entre lo intelectual y lo sensible, a la manera de Pessoa: 'lo que en mí siente está pensando'", señala.

La poesía de Paz fue lo que primero que atrajo al escritor español Pere Gimferrer, uno de los principales editores del nobel mexicano entre 1970 y 1995.

Gimferrer veía en su obra "una continuidad de la poesía hispánica de los años treinta, que en España o fuera de nuestro país, en el caso de los exiliados, parecía haberse interrumpido o desviado el rumbo a que apuntaba justo en vísperas de la Guerra Civil".

"En Paz, como en sus coetáneos Lezama Lima y Nicanor Parra, cada uno a su modo, aquella empresa literaria y estética era llevada a sus últimas consecuencias, quizá simplemente porque no tuvo que afrontar el trauma psicológico de la Guerra Civil", señala Gimferrer, que disfrutó de la amistad del nobel mexicano desde 1966 hasta "poco antes de su muerte".

Junto a esto, había en la obra de Paz "una extraordinaria capacidad teórica sobre la poesía y un don de interlocución con la lírica occidental coetánea tanto europea como americana, que es rarísimo en casi cualquier momento de la historia literaria del castellano, aunque se dio en la generación del 27", opina Gimferrer.

Aurelio Major, comisario de los actos del centenario de Paz en España, destaca también la "idea universalista de la experiencia literaria" que tenía el autor de "Mono gramático", uno de los pocos casos de un escritor de las literaturas hispánicas que "haya procurado aunar las tradiciones literarias y de pensamientos no solo americanas y europeas sino también de Oriente".

La poesía "es el centro irradiador absoluto" de la obra de Paz, y una poesía en la que "es indisoluble el pensamiento y la imagen", subraya el poeta, ensayista y traductor mexicano.

En la obra de Paz "no es posible deslindar" la poesía del ensayo, asegura Sánchez Robayna.

"No son géneros opuestos o excluyentes. Él, al menos, no los oponía. Qué mejor síntesis que el título de uno de sus libros: 'Pasión crítica'. Su poesía es asaz racional y sus ensayos son intuitivos y resplandecientes", le dice Celorio a Efe.

El novelista mexicano Jorge Volpi pone el dedo en la llaga al afirmar que, como intelectual, Paz "es una figura que genera enorme polémica en México por sus posiciones políticas".

Y es que, opina el filósofo español Fernando Savater, "como sucede con todos los que toman partido, la faceta ideológica de Paz suscitó divisiones".

"Fue un pensador muy comprometido con ideas de izquierda no totalitarias. Frente a los regímenes totalitarios él tomaba partido por la democracia", señala Savater, que no duda en calificar a Paz de "gran intelectual". Y un intelectual "es alguien que le cae mal a mucha gente. Los intelectuales con los que todo el mundo está de acuerdo, esos siempre son unos sinvergüenzas".

"Octavio Paz fue un intelectual auténtico porque supo chocar con muchas convenciones, con muchas comodidades intelectuales", añade Savater, uno de los mejores amigos del nobel mexicano en España.

Volpi recuerda que, a partir de 1945, Octavio Paz empezó a distanciarse de la izquierda por su crítica a las dictaduras comunistas.

"Todavía en el 68 él se consideraba un hombre de izquierdas, aunque de izquierda antiautoritaria". Y fue en 1968 cuando renunció a la embajada de México en la India por la matanza de la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, indica Volpi, que estos días ha presentado en España su nueva novela, "Memorial del engaño".

Conforme pasan los años setenta, "su crítica hacia la izquierda que no denuncia las dictaduras comunistas es cada vez más fuerte. Se convierte en el gran enemigo de la izquierda mexicana, sin ser realmente un liberal tampoco", opina Volpi.

Y es que, como afirma Celorio, "la aversión que pudieron haber suscitado las posiciones críticas de Paz se debe a que él había sostenido las mismas posiciones que después criticó acerbamente. Lo que para unos fue la honesta trayectoria crítica de un intelectual, para otros fue una traición a principios inmutables".

Sánchez Robayna reconoce que la ausencia de Paz "se deja sentir mucho en este momento, en la realidad hoy más bien menesterosa de nuestras letras hispanas".

Y es normal que se le eche en falta porque Paz tenía "una personalidad intelectual muy poderosa, algo entre André Breton y Nagarjuna, de poeta apasionado y de gurú, de gran enamorado y de pensador con una lucidez poco común", concluye Sánchez Robayna. 

Por Carmen Sigüenza y Ana Mendoza./EFE

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