‘La Bohème’ demuestra en la FINA 447 que a Saltillo sí le gusta la ópera

La producción del Compañía de Ópera de Saltillo estuvo llena de sorpresas, entre referencias a la ciudad e interpretaciones que gustaron tanto que crearon momentos históricos en el Teatro de la Ciudad

Artes
/ 22 julio 2024
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Este fin de semana la Compañía de Ópera de Saltillo superó un reto. Tras meses de trabajo la joven agrupación presentó dos funciones de “La Bohème”, clásico de Giaccomo Puccini como parte de las actividades de la Fiesta Internacional de las Artes FINA 447.

Sábado y domingo el público saltillense abarrotó el Teatro de la Ciudad para disfrutar de la historia un grupo de artistas que buscan no perder el buen humor frente las vicisitudes de la pobreza y los arrebatos del amor.

Con la dirección musical y concertante de Alejandro Reyes-Valdés y la dirección escénica de Mabel Garza Blackaller, esta propuesta mantiene intacta la obra de Puccini mientras que actualiza y tropicaliza sus elementos, situándola en el Saltillo bohemio y con referencias a la ciudad, en sus monumentos y su forma de vivir.

A lo largo de cuatro actos, con tres intermedios, los presentes disfrutaron de las interpretaciones de Valeria Oregon (Mimí), César Delgado (Rodolfo), Thamar Villarreal (Marcelo), Cintli Cruz (Musetta), Rafael Blasquez (Colline) y Carlos Conde (Schaunard), así como un ensamble de la Orquesta Filarmónica del Desierto y el coro de niños del Instituto Vivir.

Saltillo Bohemio

Antes de que se cantara la primera nota, el público empezó a apreciar la propuesta desde lo visual. El primer acto se ubica en el departamento de Rodolfo, Marcelo, Colline y Schaunard, cuatro artistas y filósofos que viven al día, pero dedicados a su arte. Entre libros y pinturas, y una vieja chimenea que intentan avivar para sobrevivir al frío, estas escenas son ubicadas en la capital coahuilense gracias a una proyección sobre el fondo, con un collage de siluetas reconocibles, como la cúpula del Teatro García Carrillo, los murales monumentales sobre los edificios de la calle Aldama y la escultura del Monumento a Acuña.

Estas referencias están presentes de formas muy sutiles —como una caja de un vibrante amarillo, de una popular marca de pechugas rellenas que los saltillenses conocemos bien por su facilidad para resolver la comida del día— o en otras más directas, por ejemplo la del segundo acto, donde se reúnen en el popular bar “Babel”.

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Como fondo no interrumpe para nada la ficción planteada por Giuseppe Giacosa y Luigi Illica hace más de ciento cincuenta años, y su factura es decente, aunque en el tercer acto una cabina de policías —de esos centros de vigilancia móviles, pintados de azul, tan comunes en el Centro Histórico y las colonias de la ciudad— contrasta mucho con el cuidado a los detalles presente en otros elementos, siendo casi una caricatura en vez de una representación, como en los otros casos.

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Además, en este mismo acto, que es donde se exacerba el conflicto por la enfermedad de Mimí y cómo ella y su amado reaccionan ante la imposibilidad de una relación duradera, quedan enmarcados por una fotografía del edificio cada vez más en ruinas del edificio de los Molinos La Colmena, como un guiño más directo a la realidad a la que se enfrenta el patrimonio cultural de la ciudad.

El vestuario sigue la misma paleta de color del montaje, entre tonos tierra, apastelados, que se mantiene contemporáneo sin pretender un estilo especial o exagerar la pobreza o riqueza de algún personaje —aunque esto sí puede llegar a contrastar con la pobreza que les rodea—. No obstante, esto provocó que el ensamble del segundo acto se perdiera entre el coro y la muchedumbre. Con tanto ajetreo y bullicio en las escenas, es muy factible que la vista del público se perdiera en otros puntos del escenario, quedando la presencia de los solistas relegada.

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Momentos históricos

Musicalmente la COSA continúa en su consolidación, ya no como un grupo de ópera, sino como una compañía establecida, entregando una interpretación placentera al oído y que incluso provocó el primer bis —petición del público para volver a cantar una aria que gustó mucho— a Oregon en el tercer acto.

César Delgado, como maestro y solista invitado, dejó una muestra clara de su trayectoria y experiencia en algunos de los más importantes recintos del mundo, sobre todo en los últimos momentos de la obra, donde su personaje tiene que lidiar con la muerte de Mimí. Por otro lado, los también invitados Carlos Conde —que igual colaboró como maestro— y Rafael Blásquez salpicaron de carisma cada una de sus escenas y las niñas del Coro del Instituto Vivir hicieron lo propio en su intervención del segundo acto, dándole vida a la ciudad.

“Saltillo sabe cantar, Saltillo sabe de ópera”, dijo Reyes-Valdés al terminar la función del domingo, pero con su primer bis bajo el brazo la COSA ahora tiene que hacer frente a uno de los retos más importantes de su proyecto: tomar lo ganado este fin de semana, no perderlo y seguir cultivándolo. El entusiasmo del público, las palmas luego de cada interpretación preferida y las ganas de ir a la ópera son cosas que la comunidad artística en general debe reconocer, aprender a guiar y potenciar, para que la cultura en Saltillo siga creciendo.

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