‘Ceniza roja’ es el testimonio de una superviviente: Socorro Venegas
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La escritora encontró el diario que llevó cuando murió su primer marido hace más de veinte años, un manuscrito que se convirtió en un libro que funciona como testimonio y apoyo para quienes están en duelo
En medio de una mudanza, en unas cajas viejas, Socorro Venegas encontró un cuaderno y un folder. El hallazgo fue algo providencial, pues se trataba del diario que la escritora llevó hace más de dos décadas para sobrellevar la muerte de su primer esposo, Alan Sandoval. Lo extraño es que ella no recordaba su existencia.
“Pensemos que este cuaderno se escribió hace más de veinte años y, en algún momento, tiempo después, hice el ejercicio de transcribir, de pasar ese diario, escrito a mano, a un archivo de Word. Me desconcertó muchísimo encontrar las dos cosas, un diario que no tengo el recuerdo de haberlo escrito y la transcripción.
“Claro, como escritora comprendí que si lo había pasado a Word es porque pensé que ahí podía haber un libro. Eso lo reconocí de inmediato. Quedé muy impresionada por ese hallazgo y guardé tanto el manuscrito como el cuaderno en mi bolsa de mano, sin decirle nada a mi familia, ni a mi esposo y ni a mi hijo que estaban en la misma tarea que yo. No dije nada sobre lo que acababa de encontrar, porque ni yo misma sabía qué era”, relata la narradora en entrevista con VANGUARDIA.
¿Es un diario, un poema, un cuento?, es la pregunta que le han hecho a Socorro sobre “Ceniza roja” (Páginas de Espuma, 2022), el libro que recoge ese antiguo cuaderno que, en los tiempos que corren, es una suerte de refugio para quienes han sufrido la pérdida de un ser querido. La autora no solo revela sus emociones de forma directa, a veces brutal, también ofrece un camino plagado de imágenes, historias y pequeñas anécdotas sobre lo que significa estar vivo. Todo ello acompañado del estupendo trabajo del ilustrador Gabriel Pacheco.
“Me han preguntado en qué género me gustaría circunscribir este libro, y no tengo ningún interés por encontrar una definición para este cuaderno. Para mí es el registro de los peores días de mi vida y de cómo sobreviví a esos días. No escribí esto con una intención literaria. Este diario no se escribió para que fuera leído por nadie, ni siquiera por mí, porque yo estaba respondiendo a una recomendación de mi psicoanalista que me dijo ‘escriba, pero no les’.
“Creo que ahí está una de las claves de por qué no tengo la memoria de haber escrito ese diario, aunque es mi letra, aun cuando ahí está mi voz y mi experiencia de lo que estaba sintiendo, de las decisiones que pude tomar. No tengo los momentos de la escritura y eso me perturba un poco porque a mí me gusta recordar cómo escribí cada uno de mis libros, en qué espacio físico, si era más escritura de madrugada o si más bien era de noche”, recuerda la autora de “Vestido de novia”.
En “Ceniza Roja” el lector se encuentra con una joven mujer que, frente a la inesperada muerte de su esposo, debe tomar decisiones, hacer lo que se espera de ella, disimular el dolor. Dividido por días, aunque no todos los pasajes están fechados, los textos breves hablan de la mudanza obligada, de la visita a los sitios que ahora están marcados por el dolor, de los comentarios cariñosos e impertinentes que dan los amigos.
“Es extraño que haya una voz contándote sobre algo muy tuyo, pero además que esa voz sea la tuya misma, claro, con más de veinte años de distancia. Hay una voz que te dice quién fuiste, en qué te convertiste, a lo mejor cómo pudiste haberte despeñado si no hacías lo que estabas haciendo”, reflexiona la autora.
Cuando Socorro decidió entregarle el manuscrito a su editor, Juan Casamayor, se dio cuenta de que, transcurridos más de veinte años, ya era capaz de despegarse de ese texto y verlo como un libro.
“Hicimos un ejercicio muy interesante porque Juan lo leyó en voz alta y me gustó, sentí que podía leerlo alguien más. Él fue la primera persona en leer este diario. Ese ejercicio fue importante porque sentí que podía separarme de esa escritura, de ese dolor, de esa memoria terrible. También, algo fundamental al escuchar la lectura, fue que pude sentir que no sólo era un viaje en la oscuridad, que había momentos de una belleza terrible. Esa capacidad de poder encontrar la belleza en un mundo donde ya no estaba él, entonces me parecía doloroso y una traición. Pero llevar ese registro me permitió ver que la experiencia del duelo, por más destructiva que sea, también es una experiencia que nos permite reconstituirnos. Ese es mi testimonio en este libro”.
Sobre la decisión de que Gabriel Pacheco se hiciera cargo de las ilustraciones, Socorro cuenta que no pudo pensar en otra persona para el trabajo
“Él es un ilustrador de ficción, de literatura y esto no tiene ninguna invención literaria, esto es un diario, el testimonio de una superviviente. Es la única forma en que debe ser leído para que pueda acompañar a otros. Esta pérdida, esta muerte, es muchas pérdidas y muchas muertes. Alguien que ha pasado por estas experiencias le puede hablar a otros que han vivido una situación similar y decirles ‘este es un camino transitable, no necesariamente solo va a destruirte’.
“’Hay esperanza, hay belleza pese a todo y no solo fue destructiva la experiencia que viviste. Esa luminosidad está en las ilustraciones de Gabriel”, concluye.