Xavier García, el saltillense que ‘planea un hijo’ con Regina Blandón; conquista los escenarios en la CDMX
Dejó su carrera, su ciudad, renunció a su trabajo y apostó todo por la actuación. Luego viajó a Ciudad de México, generó su propio proyecto, se puso a producir, se autoempleó, además subió al escenario a Regina Blandón en una obra que apuesta por la sustentabilidad y planta un árbol por cada boleto vendido
Xavier nació en Saltillo y extraña todo: Los atardeceres, su preparatoria, las gorditas de “Doña Tota”, el clima, sus amigos y claro a la familia. Pero curiosamente en la ciudad que lo vio crecer, jamás tuvo un acercamiento con el arte y nunca imaginó que podía dedicarse a otra cosa que no fuera una carrera “seria” que lo hiciera ganarse la vida. Eso hasta que una clase le cambió la vida.
La magia ocurrió a unos kilómetros de la capital coahuilense. Xavier dejó la casa paterna para estudiar la universidad en el Tec de Monterrey, un espacio en el que se entrenaría para convertirse en un mercadólogo con todas las de la ley. Bueno, ese era el plan hasta que un maestro le habló tan apasionadamente de por qué es importante leer y qué es un artista. Esos seres a los que pintó como enigmáticos y que aseguró, no se dan en cada esquina. Xavier todavía recuerda el tono de voz y la elocuencia de esa clase casi actuada en la que su maestro, Manuel Sol, quien además tenía el look típico de un crítico de arte, les habló a los futuros empresarios y profesionistas de cómo los artistas transforman vidas, sobre el poder curativo del arte y de cómo puedes extender las alas, tomar vuelo, ser feliz y probar la libertad.
Pero el arte en general significaría una cosa muy abstracta para este estudiante, así que para aterrizarla metió papelitos en un recipiente con los nombres de todas las bellas artes y los fue sacando uno a uno mientras se preguntaba si se veía y tendría la madera, el talento y las aptitudes para ser pintor, músico, cineasta, hasta que dio con el que decía teatro, así con todas sus letras, TEATRO con mayúsculas. Ahí paró y echó a volar la maquinaria de la imaginación.
“Es raro que ahora esté en esto, porque el teatro me llegó tarde. Lo conocí cuando tenía 20 años. Nunca había ido al teatro, ni había leído nada del tema, ni tampoco tenía a alguien cercano que se dedicara al arte. Pero todo me llevó hacia allá porque hubo un punto de hartazgo de mi carrera y de lo que estaba haciendo. Así que decidí cambiar de rumbo, sabiendo que me jugaba la vida en ello. Y lo que me dio el empujón, lo que me metió la espinita, fue esa clase de literatura donde el maestro Manuel se aventó ese ‘speach’ al puro estilo de la película ‘La Sociedad de los Poetas Muertos’. Él nos explicó qué era un artista y pues no sólo salí en busca de ellos, sino que decidí convertirme en uno”, comenta Xavier García orgulloso de que sigue en pie de lucha, con una voz grave que seguro se escucha hasta la última butaca, pero ahora lo tengo frente a mí en una mesa de un café en la colonia Juárez, en la CDMX.
El futuro mercadólogo se preguntó a dónde ir para conocer a ese tipo de personas, dónde estaban los artistas y por qué estaba tan alejado de ese ambiente. Cómo podría acercarse a ese sentimiento de libertad de la que le hablaba el maestro y del que se sentía tan alejado, pues hasta ese momento sólo había asistido a una pastorela en Saltillo, su ciudad natal.
Así que un día decidió cambiar el entorno que habitaba y para convencerse se dijo a sí mismo: “Tengo buena voz, no tengo pánico escénico, tengo buena memoria, soy alto, me meto rápido en personaje y además tengo buena pinta”. Y Xavier no se equivocó, entró al taller de actuación de la universidad, hizo todos los castings que estaban a su alcance, tuvo su primer “black out” arriba del escenario y cuando pensó que ahí acabaría su intento por subir al entablado, lo llamaron, algo vieron en él y no tardó en agarrar confianza y en participar en todas las obras de teatro estudiantiles que estaban a su alcance.
Al dar los primeros pasos en el teatro, Xavier se dio cuenta de algo que no es poca cosa: Que el arte es una amante celosa y posesiva que exige tiempo completo, fidelidad, dedicación y amor, mucho amor. Así que tomó una decisión a contracorriente que cambiaría el rumbo del barco en el que iba navegando desde hacía unos años. Pero ese salto al vacío tendría fecha de caducidad: Sólo lo haría por dos años, si en ese tiempo no conseguía estar en proyectos que le interesaban, si no le daba vida a personajes que fueran entrañables, si no podía vivir de eso que tanto le movía por dentro, dejaría de hacerlo y regresaría a retomar su carrera.
Pero esos dos años de picar piedra no lo haría en el norte del país. Muy pronto Saltillo, su familia y sus amigos de la universidad en Monterrey quedaron atrás y apenas llegó a la Ciudad de México a seguir tomando talleres, a prepararse y además a buscar oportunidades como actor, se dio cuenta que llegó a pagar derecho de piso a una selva de concreto llena de aspirantes a cualquiera de las artes.
¿Cuánto le llevaría tener las tablas suficientes y subir al escenario con una obra que le diera nombre y además marcara a los espectadores? Seguramente mucho más de dos años. Así que optó por un plan b, al fin que en la carrera lo prepararon para ser autosuficiente. El buscaría recursos, invertiría los propios y buscaría financiamiento extra para generar un proyecto del cual sentirse orgulloso y además, también propondría “enamorar” a otros actores de renombre para embarcarlos en esta empresa con la que soñó en una butaca de la universidad.
Xavier mira hacia el fondo del lugar, como buscando las palabras y las sensaciones que le produce el teatro, como si la respuesta estuviera en el aire y luego sonríe cuando es consciente de lo que me está diciendo: “Desde la primera vez que me paré en el escenario sentí algo que no sé qué es, pero me dio una sensación de libertad. La mejor manera de verbalizarlo es justo así: Que me da eso que nunca tuve en mi vida, quizá por mis máscaras, por el rol que me toca vivir en el mundo real. Y resulta que en la actuación te dejas ir, pero además en el fondo eres tú, pero estás jugando a no ser tú, aunque sigas siendo tú, no sé si me explique, pero todo se resume en que el teatro es libertad”.
Lo que Xavier jamás se imaginó era que, en lugar de haber reticencia por parte de su familia a su nuevo proyecto de vida, eso lo acercó más a su mamá, María Alicia García Narro, una mujer que sacó fotos del baúl de los recuerdos y le mostró a su hijo que ella también se había subido a los escenarios en Saltillo y además lo había hecho respaldada de dos grandes creadores: El escritor Guillermo Sheridan y la actriz y directora teatral, Mabel Garza.
María Alicia dejó este plano durante la pandemia y esa foto de su mamá en pleno escenario, la lleva Xavier como amuleto a todos lados y la saca de su mochila apenas menciona su nombre. Al joven actor se le corta la voz cuando habla de ella y se le pueblan los ojos de lágrimas. Ahora atesora las palabras y las anécdotas que le cuentan sobre su madre y más cuando se trata de ese arte que los dos compartían en secreto: “Me llené de orgullo y de fuerzas para seguir adelante cuando me dijeron ‘tu mamá era muy talentosa, una de las mejores actrices de la Ciudad’”.
Para muestra, un botón. La actriz y directora teatral Mabel Garza, recuerda con cariño y profunda admiración, a la madre de Xavier: “Conocí a María Alicia García Narro en los años 80’s cuando llegó Guillermo Sheridan a Saltillo y fundó el grupo de teatro La Estufa. Tuve la oportunidad de convivir con ‘Mariali’ y deslumbrarme con su calidad histriónica en la obra ‘El Atentado’ de Ibargüengoitia. Ella hacía el papel de una niña que declama en honor a Obregón. Pero donde me impresionó fue en ‘La Lección’ de Eugène Ionesco, una obra clásica del teatro del absurdo donde el maestro era interpretado por Jesús Valdés y ella hacía a la alumna. Fue una delicia convivir con ella dentro y fuera del escenario y nació una gran amistad. La galería de mi Centro Cultural La Besana lleva su nombre. En el plano político pude comprobar su inteligencia y su gran capacidad para conciliar y negociar. Le tengo un profundo cariño y admiración. Además, guardo muy buenos recuerdos de esa mujer inteligente, brillante y talentosa, pero sobre todo generosa”.
Sin saberlo, Xavier estaba siguiendo los pasos de su madre, pero quiso ir más allá, quiso salir del terruño y ya instalado en CDMX participó en la obra “Los Favoritos de Porter” y en lugar de dos años, como lo había acordado, llevaba ya tres dedicándose solo a la actuación, pero de pronto todo cambió. Cuando se vino la pandemia, llegó la inestabilidad, la depresión y sus ahorros mermaron. Parecía que había llegado el momento de ponerle reversa a su sueño.
Eso, hasta que llegó una persona a su vida que lo hizo salir de ese bache: “Tomé un taller con ‘Panda’ Tovar y me regresó la sangre al cuerpo, pues el director me cambió la visión, el chip, porque me hizo ver que el actor tiene un modo de ser bastante asistencialista, pues siempre depende de que otros para que le den trabajo. Entendí que no estamos acostumbrados a levantar proyectos, como sí lo hace un director o productor. Tenemos ese pensamiento mágico de que alguien nos descubra, de que nos de la gran oportunidad, de convertirnos en una especie de Yalitza Aparicio, y pasa, pero son garbanzos de a libra y tu carrera no puede depender de eso. Así que entendí que tenía que empezar a crearme mis propias oportunidades, porque si tú resuelves la parte económica y levantas un proyecto puedes darte el lujo de trabajar con quien quieras, de escoger al director, la obra y hasta emplear a esos actores con los que siempre soñaste alternar y de paso, protagonizar tu propio proyecto”.
Xavier así lo hizo, actuó en consecuencia. No por nada, un día, quien esto escribe, pasó en Uber, acompañado de unos amigos de Saltillo que estaban de visita, junto a un espectacular que anunciaba una obra de teatro y ellos emocionados dijeron: “Ya vieron a Xavier, él es de Saltillo, no puedo creer que esté en una obra junto a Regina Blandón, que orgullo, que chingón, tienes que entrevistarlo, vamos a ver la obra”.
La pieza lleva por nombre “Pulmones” y al buscar boletos en el Foro Lucerna nos llevamos la sorpresa de que todas las funciones siguientes estaban agotadas. Y es que el boca en boca, la buena crítica que levantó en sus primeras funciones y la presencia Regina Blandón, una actriz con la que Xavier quiso alternar y que el público ama, hicieron de este proyecto, algo que todos tenían que ver, así lo resumía la revista Time Out, la cual echó por la borda una preocupación del novel actor: Si daría el ancho arriba del entablado al compartir escena con una mujer con un talento y carisma enorme: “Pulmones es esa obra histérica millenial, escrita antes de que los millenials existieran. Es en sí una vorágine de sentires y pensares que se vuelcan en las mismas preocupaciones de un mundo que está en constante movimiento pero también en un desgaste constante. Lo que llama la atención es que este texto británico, que le ha dado la vuelta al mundo, fue estrenado en 2011, pero pareciera que fue escrito para el mundo que vivimos hoy. Destacan también las actuaciones de Regina Blandón y Xavier García, quienes en trabajo con su director logran salir avante al ritmo del texto, y a un montaje sin cortes”.
Y es que una sencilla pregunta que se hace una joven pareja es el hilo conductor de esta puesta en escena: ¿Y si tenemos un hijo? Este cuestionamiento que para otros pudiera ser parte de un guion que no se debate, pues casarse y tener hijos pudiera parecer la cosa más convencional del mundo, desata en los protagonistas una conversación tan necesaria en estos tiempos. ¿Puede sobrevivir y ser feliz una pareja sin traer hijos al mundo?, ¿Cuánto va a contaminar ese pequeño ser?, ¿están preparados mental y económicamente para hacerse cargo de un niño?, ¿es necesario traer a un hijo a un mundo como el que estamos viviendo?, ¿podrán convertir en una buena persona a ese nuevo ser que llega a un lugar violento, contaminado, lleno de ansiedades y con sobrepoblación? Esas son las primeras preguntas que ellos mismos se lanzan y toda la obra es un divertido, profundo y hasta enloquecedor debate sobre algo que no debe tomarse como un guion o una empresa que todas las parejas deben llevar a cabo.
Busqué a Xavier para entrevistarlo y luego de esta charla, en un café a unos pasos del Foro Lucerna, tomó la decisión de poner una silla extra en el foro para que yo pudiera presenciar ese proyecto con el que decidió convertirse en el productor de una puesta en escena que se convirtió muy pronto en un éxito en taquilla que ha sido aplaudida de pie por los asistentes, esos que llegan a divertirse, a pasar un buen rato, pero que no saben la sacudida que les van a poner en vivo cuando empiezan las preguntas de los protagonistas y que no es otra cosa que un interrogatorio que cada espectador se hace mientras transcurre la acción.
“Estoy orgulloso de haber levantado este proyecto, de haber elegido el texto, de haber pagado los derechos, de aplicar para una beca que gané para poder financiar y de elegir el teatro, a un director entrañable y talentoso, Alonso Íñiguez, y a las dos actrices con las que alterno en escena y que fueron mis grandes maestras: Regina Blandón y Adriana Montes de Oca. Y sobre todo de lanzarles preguntas urgentes a nuestros espectadores ”.
Y es que la obra te agarra y no te suelta. La sencilla escenografía hace que la atención se concentre en los dos actores que desnudan el alma durante dos horas seguidas sin parar, sin tomar un respiro, sin salir de escena. De pronto la historia parece un interrogatorio personal en el que cada espectador pasamos (mentalmente) al banquillo de los acusados y nos dejamos interrogar por dos protagonistas que hacen las preguntas que quizá nunca nos hacemos por miedo. La puesta en escena te baja los calzones y te enfrenta contigo mismo, con tus demonios, pero además lo hace de una manera tan sutil, inteligente, divertida y sarcástica, que el examen de conciencia lo haces sin necesidad de darte golpes de pecho y decir esas dos palabras hincado: “Mea culpa”.
“Lo mejor de todo es que en escena estoy con dos monstruos de actrices y estoy aprendiendo en cada función, es un curso pagado, un taller en vivo y nos ha ido a ver mucha gente. Además ahora que soy productor hay interés en conocerme y no lo digo de forma presuntuosa, sino con la humildad de alguien que le puede dar trabajo a otro compañero, porque el actor no le va a dar trabajo a otro actor, pero un productor sí. Este proyecto me ha abierto muchas puertas y muchos medios están hablando de nosotros y del proyecto, que de eso se trata de generar conversación y sobre todo de crear conciencia”.
“Pulmones” es una obra que apuesta por un mundo más habitable, por poner sobre la mesa, además de nuestros miedos internos, la necesidad de generar debate sobre el cambio climático: “Es un tema que me apasiona, pero que me abruma, que me angustia, que ocupa mucho espacio en mi cabeza. Porque para mí no hay tema más urgente de lo que la humanidad debería estar pensando. El cambio climático es una amenaza y por alguna razón eso no se representa mucho en el teatro. Nosotros lo hacemos pero sin ponernos cursis, sin que parezca una agenda obligada”.
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La obra, que Xavier planea presentar en Saltillo, es punta de lanza en contabilizar la huella de carbono que cada uno de los espectadores genera para asistir al teatro y también cuánto han contaminado ellos desde que empezaron los ensayos. “Estamos midiendo cuánto contamina el tener en escena esta obra, en México nadie lo había hecho. Tenemos una ingeniera ambiental que lleva esta contabilidad y la publicamos en nuestra página web: La luz del teatro, la escenografía, los taxis y ubers que usamos, etc. La idea es reducir la huella de carbono, gastar lo menos posible, reutilizar y para todo eso tenemos una directora de sustentabilidad en el equipo. Pero algo que es muy valioso en este proyecto es medir la huella, reducirla lo más posible y medirla para compensarla. Así que toda la huella que no podemos evitar, como la luz del teatro, la vamos a compensar con la plantación de árboles. Vamos a plantar un árbol por cada boleto vendido y en un año vamos a compensar la huella de carbón que generó la obra. La idea es inspirar al gremio en hacer obras de teatro que sean sustentables y estamos usando las entrevistas en los medios para meter la agenda del cambio climático y generar conversación”.
Después de conocer su historia de vida y ver a Xavier en escena, uno no deja de sonreír de oreja a oreja y de sentirse orgulloso por este saltillense que apostó su vida por dedicarse a lo que le apasiona, pero no sólo eso, sino que además sigue luchando por poner en escena obras de arte que te llevan a cuestionarte, a curar heridas, a pensar en los demás, a ser solidario con el planeta y a convertirte, siempre estamos a tiempo, en una mejor persona. Al terminarse la obra, en medio de la ovación, me imaginé a su madre muy orgullosa, gritándole ‘bravos’ y abrazando a su chamaco que apenas tiene 28 años y ya enamoró al público de la capital del país. Mi aplauso de pie, al acabarse la obra, fue para esa gran propuesta teatral, pero sobre todo para este paisano que dejó todo para ir en busca de ese no sé qué que le daba el teatro y que él resumió, en una palabra: Libertad.
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