Descubra su genio
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Los expertos han descubierto un método sencillo que le permitirán saber si usted es más sagaz que las personas que le rodean, sin necesidad de resolver problemas matemáticos ni seleccionar los esquemas correctos en una prueba de inteligencia.
Cuando decimos que el hombre es un animal superior, nos referimos a que es más inteligente que los demás, por contar con la facultad de pensar, comprender, razonar y procesar la información de forma lógica.
La cuestión a lo largo de la historia ha sido cómo medir o detectar esa capacidad. Para ello se han desarrollado los test de inteligencia, esos instrumentos con los cuales se clasifican a las personas en cuanto a sus habilidades mentales y cognitivas.
Pero, ¿no existen indicios externos simples, más allá del Coeficiente Intelectual, que nos ayuden a identificar a las personas más brillantes de nuestro entorno? Bueno, le daremos algunos muy curiosos que, según los expertos, colocan a quien los ostenta más cerca de la genialidad que la mayoría de los mortales.
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1. Ser primogénito
En muchas familias lo que dice el hermano mayor es como un mandato divino, y no solo lo obedecen el resto de los hermanos, sino que incluso los propios padres aceptan resignados la ‘superioridad’ del primogénito para analizar situaciones complejas y dictaminar lo que hay que hacer. El hermano mayor es, como quien dice, ‘un gurú de la sabiduría al que todos deben seguir’.
Tanto es así que el asunto ha sido tema de amplios estudios y ha generado una gran cantidad de literatura.
En la explicación del fenómeno casi siempre se ha recurrido a las variables ambientales por oposición a los factores biológicos o heredados, bajo la premisa de que el primogénito tal vez reciba más atención y estimulación intelectual por parte de sus padres, parientes y profesores, además de adoptar el rol de guía en los menesteres de la crianza y la educación de sus hermanos menores.
A esas conclusiones llegó un estudio reciente, llevado a cabo en la Universidad de Leipzig (Alemania), en el que fue analizada una muestra de 20 mil niños de tres nacionalidades diferentes.
Stefan Schmukle, el psicólogo y director de la investigación, halló que el orden de nacimiento de los hermanos no influye en la personalidad, pero sí en la inteligencia, que aumenta ligeramente en el caso de los hijos mayores. Ojo: esto no quiere decir que los pequeños no sean capaces de alcanzar logros increíbles.
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2. Estudiar música
Mozart solo hay uno, pero los niños que se forman en la materia musical a edades tempranas, pertenecen al grupo de las personas ‘notablemente inteligentes’.
Lo explica María del Carmen Reyes Belmonte, profesora e investigadora del arte musical. Además de haberlo vivido en su propia persona y de atestiguarlo día a día en su trabajo como maestra, su tesis, realizada en la Universidad de
Valencia, describe la realidad que muchos docentes intuyen: “La música influye en la inteligencia del alumno, porque ayuda a crear mejores conexiones neurales con la esencia del ser. Los niños que se apegan al aprendizaje de la música, entienden mejor los conceptos matemáticos y lingüísticos, e incluso comprenden mejor los elementos y las enseñanzas propias de su entorno”, asegura la maestra Reyes Belmonte.
Las investigaciones de Reyes Belmonte, que parten de los estudios pedagógicos sobre la respuesta de las personas a la música, corroboran que cualquier niño mejora su rendimiento intelectual cuando estudia música, sobre todo aquellos que se dedican al aprendizaje de la música a nivel extraescolar. “Esos niños desarrollan otro tipo de estrategias de índole social y emocional muy positivas y beneficiosas para su autoestima y para el comportamiento en el aula, como el trabajo en equipo y la responsabilidad ante una labor bien realizada, explica Reyes Belmonte.
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3. Preocuparse en exceso
“Ser preocupón no es tan malo y, bien llevado, es signo de inteligencia emocional, porque permite visualizar las emociones de los demás”, según el psicólogo americano John D. Mayer.
Mucho se ha escrito y hablado sobre la capacidad de preocuparse y su relación con el estrés. Una de las últimas teorías la aporta la psicóloga y profesora de Standford, Kelly McGonigal, quien se retracta de sus afirmaciones anteriores en las que vinculaba el estrés con la enfermedad, para decir ahora que “el estrés solamente es malo si uno mismo lo cree así…
“Las personas que viven el estrés como una oportunidad para superar retos conseguirán, además, mejorar su inteligencia emocional y su re-siliencia”, dice.
Todo esto tiene que ver con la oxitocina, una hormona que interviene en el estrés tanto como el cortisol y la adrenalina.
Lo doctora lo explica: “La oxitocina, la hormona que se segrega durante episodios de estrés, también afina los instintos sociales y nos prepara para fortalecer relaciones cercanas. Promueve el deseo de contacto físico, mejora la empatía y nuestra disposición a ayudar y apoyar a los demás”. O lo que es lo mismo: a más preocupación, más oxitocina, más deseo de acercarnos al prójimo y, por tanto, una mayor habilidad para comprender el mundo que nos rodea.
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4. Beber, pero no fumar
La tendencia a un mayor consumo y dependencia de la bebida en adultos se ha relacionado con un índice de inteligencia alto en la infancia.
Este hecho se comprobó en un estudio reralizado a casi 7 mil personas, en el Centro de Estudios Longitudinales en Reino Unido), a quienes se les midió su coeficiente intelectual (CI) a los 11 años de edad y, posteriormente, a la edad de 42, comprobándose que los más listos en la infancia consumían ahora más alcohol que sus compañeros con una inteligencia promedio, y seguían destacando en sus facultades mentales.
Por otro lado, según un experimento llevado a cabo en 2010 por investigadores del hospital Sheba Medical Center, de Israel, con el tabaco ocurre justo lo contrario: mientras más se fuma más se embota el cerebro y las capacidades mentales desarrolladas en la infancia.
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5. Tener un gato
Un estudio llevado a cabo en 2014 en la Carroll University, de Wisconsin (EE UU), puso en pie de guerra a los amantes de los perros al afirmar que aquellos que tenían gato eran más inteligentes. El ensayo analizó a 600 estudiantes universitarios, todos con mascota, donde se destacó que los que criaban a su propio felino eran personas con un Coeficiente de Inteligencia superior, mientras que los dueños de canes eran individuos más simpáticos, pero no necesariamente más inteligentes que los que tenían un gato.
Denise Guastello, la autora de la investigación, explicó que probablemente los resultados obedecen a la personalidad de los sujetos estudiados: los dueños de perros, que han de salir más a la calle, tienen más probabilidad de relacionarse con otras personas, y por eso son más alegres y extrovertidos; mientras que los que prefieren los gatos pasan más tiempo en casa, cultivando su intelecto con largas lecturas sobre los temas de su interés. (Patricia Peyró Jiménez)