John Maxwell Coetzee cuestiona linaje universitario

Vida
/ 6 abril 2016

En la recepción del ‘honoris’ causa por parte de la Universidad Iberoamericana, el Nobel reflexionó sobre las tradiciones que perviven en las universidades y que se remontan a sus orígenes medievales.

“Rendimos tributo a una universidad que en gran medida está muerta —la soñada por los humanistas del Renacimiento— usando las formas exteriores de la universidad medieval, un modelo que ha probado ser sorprendentemente duradero”, afirma tajante el Nobel de Literatura 2003, John Maxwell Coetzee (1940).

Tras ser investido con el doctorado honoris causa por el comité de Universidades del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), el novelista sudafricano cuestionó ayer la autenticidad de cierto linaje universitario heredado del medievo, en el que los maestros tienen “una posición ambivalente extraña”, porque son a la vez “empleados contratados por sus estudiantes” y al final “jueces de sus empleadores”.

En el auditorio de la Universidad Iberoamericana (UIA), Coetzee también revaloró el papel de la universidad “como hogar del alto aprendizaje y la investigación libre”, es decir, “un lugar por encima del alboroto del mercado, donde el aprendizaje podía ser perseguido por sí mismo”.

Evocó en su discurso de recepción de la medalla, que lleva la leyenda “Tradidit deus mundum disputationi” (“Dios puso al mundo para ser pensado”), que “las universidades originales aparecieron cuando grupos de jóvenes hombres, que querían trabajos bien pagados como abogados o médicos o clérigos, se unieron y contrataron maestros adecuados para que les dieran ese entrenamiento.

“La universidad y el profesorado medieval son sorprendentemente similares a la universidad y al cuerpo docente de hoy. En la universidad moderna, los profesores ofrecen a sus estudiantes-clientes los cursos demandados por el mercado. Fue siglos después que surgió la idea de la universidad como el hogar de la investigación libre”.

El autor de Esperando a los bárbaros aclaró que “teniendo en mente la bella idea de la universidad como el lugar del alto aprendizaje, acepto este honor de la Iberoamericana con profunda gratitud”.

En una ceremonia formal pero cálida, ambientada con música de Miguel Bernal Jiménez y el arreglo coral de La Bamba, de Ramón Noble, Coetzee fue apadrinado por Pablo Lazo, director del Departamento de Filosofía de la UIA, quien destacó que en sus novelas hay “descripciones de acciones y pasiones crudas, en su estado elemental de deseo y ternura, o de maldad y traición, pero nunca intención de elevar estas acciones a un modelo de lo humano”.

Dijo que la obra del catedrático de la Universidad de Adelaida en Australia, donde vive, parte de un problema general formulado en la frontera misma de la filosofía y la literatura, y que compromete a su vez las ideas del quehacer de ambas disciplinas.

El filósofo añadió que cuando se lee alguna obra de Coetzee, “lo narrado se extiende a su vida y no le deja escapatoria respecto a la reflexión crítica y un cierto estado emotivo frente a las condiciones sociales que se viven y las cuales no parecen estar alejadas de los problemas de varios años atrás”.

Sin maquillajes

David Fernández Dávalos, rector de la Ibero, destacó, por su parte, que las novelas de Coetzee confrontan al lector con una “realidad brutal, sin maquillajes sociales”, que le han hecho “tomar conciencia sobre el racismo y la segregación, así como de las paradojas de una sociedad que no acaba de abandonar las prácticas de un sistema totalitario que ha mantenido a la población controlada y sometida”.

Destacó que además del marcado perfil dentro de las humanidades, sobre todo en literatura, el autor de Desgracia no deja de adentrarse en otros campos de estudio, como la política, la filosofía y la cultura africana.

“Es uno de los escritores africanos más reconocidos, sus raíces lo han llevado a donde está, extendiendo los horizontes de los problemas africanos más allá de sus fronteras, al mismo tiempo que pone en entredicho los problemas internos de cada cultura”, señaló.

Concluyó que, a pesar de ser muy criticado por su exilio voluntario de Sudáfrica, Coetzee demuestra mediante su prosa el compromiso que tiene con su país y “cómo la distancia geográfica es sólo un medio para mantener distancia crítica con sus textos”.

El otorgamiento del honoris causa, informaron, fue acordado por unanimidad, según consta en el Acta de la Sesión 693, celebrada el 12 de noviembre de 2015.

El narrador prometió guardar los derechos y privilegios que le da la investidura, así como el honor de las universidades del SUJ, y siempre ayudar, prestar apoyo y consejo en las obras y asuntos relacionadas con éstas.

Al final, el dos veces ganador del premio Booker, reacio con los periodistas, convivió risueño con los estudiantes y profesores de la Ibero, firmó libros y hasta se dejó tomar fotos. Hoy participará en el coloquio dedicado a su obra y ofrecerá su conferencia La censura.

 

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM