La historia de un lobo inolvidable

Vida
/ 31 diciembre 2015

La multiplicación de libros sobre animales revela una nueva sensibilidad social hacia las demás especies

El lobo 21 fue un animal irrepetible. “Si alguna vez hubo un lobo extraordinario fue 21. Parecía un personaje de ficción, pero era real”, explica Rick McIntrye, un experto que lleva décadas estudiando estos animales en Yellowstone. Veintiuno —los lobos no reciben nombres para identificarlos como los perros, sólo números— pertenece a la primera generación que nació en este parque nacional del norte de Estados Unidos, después de que estos cánidos fuesen reintroducidos desde Canadá. Habían sido exterminados en la primera parte del siglo XX por los ganaderos, pero su ausencia provocó un exceso de población de ciervos y alces, que estaban arruinando toda la vegetación de uno de los espacios naturales más importantes del mundo. Más allá de su belleza, 21 tenía dos características únicas: nunca perdió una pelea y nunca mató a sus rivales después de ganar, a diferencia de lo que hacen generalmente los lobos cuando son retados por el control de la manada. Cuando jugaba con los cachorros, se dejaba ganar siempre. O, mejor dicho, fingía su derrota.

“El autocontrol que demostraba 21 para dejar marchar a los oponentes vencidos parece increíble. ¿Qué podía ser? ¿Piedad? Otro término que define a una persona que no utiliza su ventaja contra un rival que le amenaza es magnánimo. ¿Puede un lobo ser magnánimo? ¿Por qué?”, se pregunta el naturalista Carl Safina en su reciente obra Beyond Words. What Animals Think and Feel (más allá de las palabras. Qué sienten y piensan los animales), en el que relata muchas historias sobre comportamiento animal, entre otras las de este inolvidable lobo. Este ensayo ha sido comparado por The New York Review of Books con Charles Darwin o Richard Dawkins por la forma en que transforma nuestra mirada sobre el mundo en el que vivimos, en este caso, sobre los otros animales.“Beyond Words… marca un hito muy importante en la evolución de la comprensión de nuestro lugar en la naturaleza”, escribió Tim Flannery. El libro, no traducido todavía al castellano, forma parte de un aluvión de obras publicadas en los últimos tiempos sobre animales, que amplían no sólo nuestro conocimiento del mundo natural, sino, sobre todo, nuestra visión del planeta y de nosotros mismos.

Errata Naturae ha lanzado este otoño una colección titulada Libros Salvajes dedicada a la naturaleza, que arrancó con Mis años Grizzly, de Doug Peacock, una especie de cruce entre Despachos de guerra, de Michael Herr, y el documental Grizzly man, de Werner Herzog. Peacock, un personaje extraordinario que fue el modelo de Edward Abbey para La banda de la tenaza, regresa de la guerra de Vietnam y encuentra su lugar en el mundo entre los espacios inexplorados del oeste americano, habitados por esos gigantescos osos. H de halcón (Ático de los Libros), de Helen Macdonald, es un relato inolvidable del adiestramiento de un azor y, a la vez, de la superación del dolor por la muerte de un padre. Elogio del gato (Periférica), de Stéphanie Hochet, narra el enorme espacio que los felinos han ocupado en nuestra imaginación, mientras que El cerdo (L’Hexagone), del gran medievalista Michel Pastoureau, analiza nuestra relación con un animal sin el que difícilmente se puede entender a la propia humanidad.

Siruela ha reeditado el clásico El leopardo de las nieves, de Peter Matthiessen, mientras que el historiador Brian Fagan ha publicado en EE UU su nuevo ensayo, The Intimate Bond. How Animals Shaped Human History (el lazo íntimo. Cómo los animales marcaron nuestra historia), que explica la historia entrecruzada de animales y hombres desde la prehistoria. Uno de los ensayos más importantes de 2015 fue La sexta extinción (Crítica), con el que Elizabeth Kolbert ganó el Premio Pulitzer. Periodista científica en The New Yorker, Kolbert describe cómo la humanidad puede estar dirigiéndose hacia un momento terrible: una extinción masiva de un gran número de especies. Sus relatos, como la desaparición de las ranas doradas en Panamá, son tan apasionantes como inquietantes. Alfaguara publicará en marzo Un animal es una persona. Para los animales, hermanos nuestros, de Franz-Olivier Giesbert, una reivindicación de los derechos de los animales.

Se trata de libros muy diversos, que llevan al lector en busca de un leopardo fantasma en el Himalaya hasta los peligrosos encuentros con los Grizzly, los gigantescos depredadores de las Rocosas. Pero es posible encontrar un hilo conductor entre ellos: la forma en que vemos a los animales está cambiando. Por un lado, la certeza de que, si no tomamos medidas rápidamente, mañana no estarán —título de un maravilloso y divertidísimo libro de viajes de Douglas Adams sobre las especies más amenazadas de la Tierra—. Por otro, son ensayos que ponen en duda que nuestra relación con el resto de las criaturas pueda estar basada solamente en el mandato del Génesis: “Que tenga dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes”. Este dominio absoluto puede acabar con las criaturas más bellas de la Tierra y sin ellas nosotros no seríamos totalmente humanos.

Por Guillermo Altares / El País

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