"La sensación del mal se siente muy fuerte”: Laura Restrepo

Vida
/ 17 marzo 2016

Los relatos que conforman cada capítulo de "Pecado", nuevos unos y más antiguos otros están protagonizados por una serie de personajes como salidos de un cuadro de El Bosco.

El libro -dice- tiene que ver con una vieja obsesión mía no solo con el mal, sino también con el bien"...

Laura Restrepo cree que la línea divisoria entre el bien y el mal es tan subjetiva como históricamente fluctuante, por el uso que ha hecho y hace de ella el poder, pero no le cabe la más mínima duda de que hoy en día, en el mundo que nos ha tocado vivir, "la sensación del mal se siente muy fuerte".

"Siento que, de alguna manera, se nos ha desdibujado el marco ético. Colapsó la ética religiosa sin que se haya construido una civil. Quedó una especie de marasmo" en el que el mal se mueve a sus anchas, asegura la escritora colombiana en una entrevista con Efe.

Eso es quizás lo que animó a Laura Restrepo (Bogotá, 1950) a viajar a tan inquietante territorio, a asomarse al precipicio del mal en su nuevo libro, "Pecado" (Alfaguara). Un viaje que, entre otras muchas cosas, le provocó "estremecimiento".

"El libro -dice- tiene que ver con una vieja obsesión mía no solo con el mal, sino también con el bien; con ese bien que es invisible y que solo vemos por contraposición con el mal. Hace mucho rato que vengo tratando de nadar en esas aguas tan turbias que son las de la ética, tan confusas en nuestro tiempo".

Pecado es, "de alguna manera", una palabra "bien anticuada", que a la escritora colombiana le suena a bolero, una palabra que "ya no significa nada", si bien el título le parece muy apropiado para esta novela que es la suma de siete relatos, más una introducción, y un epílogo, que completan el puzzle.

Un puzzle que despliega la misma complejidad sobre el bien y el mal que la pincelada magistral de El Bosco plasmó en una de las obras maestras y más inquietantes de la pintura universal de todos los tiempos: el tríptico "El jardín de las delicias", que se exhibe el Museo del Prado. Una tabla misteriosa que a Laura Restrepo atrajo desde muy niña.

Adquirido por Felipe II, que lo tuvo en sus aposentos privados de El Escorial durante su reinado, el cuadro "nos viene a decir" que "infierno y paraíso son la misma cosa" y que el pecado "no es sino matices", comenta Laura Restrepo.

Los relatos que conforman cada capítulo de "Pecado", nuevos unos y más antiguos otros, inspirados algunos en hechos o experiencias unas veces reales y otras ficticias, están protagonizados por una serie de personajes como salidos de un cuadro de El Bosco.

Ahí está el verdugo al que llaman La Viuda, Emma la descuartizadora, las vanidosas hermanas Susanas; Arcángel, un niño-sicario que lleva tatuado en la espalda "madre no hay sino una, padre es cualquier hijüeputa"; el adúltero Luis B. Campocé o el Siríaco, un santo que sucumbe al pecado de la soberbia.

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"No son -explica quien los ha creado- personajes ni buenos ni malos, son personajes dignos". "No quería -continúa con sus explicaciones- personajes abyectos. Si bien pasan por el mal, de alguna manera lo hacen con una especie de sentido de la responsabilidad frente a su propia estructura interna".

"Hay dignidad en mis personajes", pese a todo, sostiene Laura Restrepo, quien insiste en que en su ánimo nunca estuvo revolcarse en el fango. "No me interesaba, ni que lo hicieran los personajes ni que lo hiciera el lector".

Una cita de "El adversario", un relato escalofriante del escritor, guionista y cineasta francés Emmanuel Carrére, -"Pensé que escribir esta historia sólo podía ser un crimen o una plegaria"- es la elegida por Restrepo para abrir un libro en el que no hay ninguna intención moralizadora.

"El relato de Carrére sí que invita a mirar de cara la maldad. Hubo momentos, durante su lectura, que tuve que cerrarlo, porque no podía más. Él se pregunta si contarlo es pecado o es una blasfemia, o es un acto de purificación".

Laura Restrepo tuvo claro que ese era el epígrafe que quería para iniciar su nuevo libro. "Me preguntaba el porqué me metía en estas profundidades, en estas oscuridades. Si era también una blasfemia o un acto purificador. O las dos cosas". "Y sí, son ambas". Lo tiene claro.

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