50 Sombras Más Oscuras; o cómo destrozar (más) una historia
¿Qué nos deja esta cinta? Nos deja a un par de personajes huecos, con una historia que termina sin rumbo en esta segunda parte. Nos deja saber que hay muchas inconsistencias en la historia que un buen guionista debió darse cuenta y superarlas.
Calificación: 5 de diez
Cuando en una película el guión es malo y la dirección no ayuda para nada, tenemos un resultado desastrozo que nos hace ya no esperar, a pesar de ser fanáticos, la tercera parte de una trilogía literaria que se convirtió en betseller.
Nos referimos a la película “50 Sombras Más Oscuras” de la que se esperaba más que su antecesora por los malos comentarios que tuvo la historia así como los personajes principales.
En esta secuela las cosas no cambiaron mucho, a pesar del esfuerzo de Jamie Dorman quien interpreta a Christian Grey, faltó otra vez esa química entre ellos, lo que provocó que en ocasiones pareciera que solo cumplían con el guión pero no vivían los personajes.
Anastasia se muestra como una chica madura, con el trabajo de sus sueños y con aspiraciones en el ramo editorial. Le compramos la idea pero se desvanece cuando solo después de cinco días, decide perdonar a quien la ofendió a latigazos.
Después de esto sigue el pretexto perfecto para estar juntos de nuevo, una fiesta de disfraces con fines altruistas en la casa de los Grey. La recreación de esta parte del libro fue un acierto para la película pues los disfraces, el glamour, las máscaras y el vino a manos llenas logran crear una atmósfera ideal para la seducción y el deseo.
En este punto de la película, creíamos que por fin lograba despegar la trama con la aparición de Kim Basinger, la antagonista de la película. La malvada, la bruja, la sadomasoquista, aquella que le enseñó el arte de la sumisión a Christian Grey. Es el personaje de Elena, una rubia madura pero con un gran defecto: el exceso de botox en el rostro que la hacía verse inexpresiva y otra vez, la mala dirección, no lograron crear el impacto que tiene este personaje.
Al ver esto, sabemos que la historia se les fue de las manos otra vez, que no hay mucho que esperar. Pero aun hay más, hay que ser optimistas. Al regresar de la fiesta al imperio de Christian Grey, sabemos que una de sus sumisas, Leila, quien tenía checadita a nuestra protagonista, ha hecho de las suyas. Se metió, no sabemos como si hay muchísima seguridad, al estacionamiento e hizo destrozos con el auto de Anastasia. Como si se tratara de un atentado, el magnate y su amada se embarcan en el “Grace” para distraerse un poco y dar rienda suelta al amor, más no a la pasión.
Este sería el momento adecuado en el que miles de jovencitas suspirarían al verlos juntos, así como la escena en que están en el avión de la primera película, pero ahora es un barco. Un poco nada imaginativa la historia.
Vuelve otro chispazo de luz a la trama. El jefe de Ana, Jack Hyde, como ya se percibía desde que lo vimos en la oficina en las primeas escenas, está enamorado de ella y se lo hace saber. En un arrebato de celos y furia, le insinúa que quiere acostarse con ella y le da pistas de su “sádico” novio, por lo que ella toda “inocente” corre despavorida como quinceañera y oh sorpresa, el galán la esperaba afuera del edificio, por lo que prácticamente corrió a sus brazos.
Después de esto Ana, es nombrada como editora temporal dado que “renunciaron” a su jefe por órdenes de Christian quien ya había comprado la editorial y se van a festejar, a vivir el amor como lo han vivido toda la película. Anastasia está rendida a sus pies, lo ha perdonado todo y él se ha abierto un poco más con ella, le ha revelado cuáles son sus sombras y busca en ella su redención, su paz. También confirmarmos que la Ana de la la historia es un poco diferente a la señorita Steele del libro, tiene un poco más de fuerza pero eso no le ayuda en la pantalla.
Por ejemplo, cuando aparece Leila, una de las sumisas en el cuarto con pistola en mano dispuesta a matarla, obviamente que esperas una escena fuerte, desgarradora, provocadora, pero no, el diálogo parece como si se hubieran ido a tomar una taza de café. No le creemos el personaje, no le creemos que está en pánico pues está en su casa.
¿Y qué pasó? llegó el objeto de la discordia y calmó con unas pocas palabras a la intrusa. Anastasia se siente herida porque ya vio el poder que ejerce su novio sobre esa chica del pasado, pero no hay más. No hay emoción, no hay enojo, vaya, hasta parece que la escena era innecesaria.
Finalmente llega el momento que todos los fanáticos esperábamos pues la trama se apegó demasiado al libro, él le pide matrimonio y ella le dice que sí confirmando una vez más que a pesar de todos los latigazos y la sumisión, ella siempre estará dispuesta a perdonarlo porque quiere redimirlo.
¿Y las escenas sexuales?
El error con “50 Sombras Más Oscuras” vino desde la difusión del primer libro. No es novela erótica, es una novela romántica con algunas escenas eróticas pero nada más y un poco de sadomasoquismo, pero insisto, no tiene nada que ver con una novela erótica.
Por ende eso también se refleja en la película. Si bien es cierto que hay escenas más atrevidas que en la primera parte y que cada diez o 20 minutos había un show sexual, lo cierto es que se queda corto. Uno como espectador se queda con la sensación de que están actuando, no es nada creible.
A ambos se les ve incómodos, pues no son actores porno y eso es comprensible, hubiera sido mejor que contrataran a unos dobles que pudieran recrear esas escenas y listo. O la otra opción, sería omitir esa parte sexual. La historia pudo ser buena sin necesidad de exhibir a los protagonistas de esa forma, pero no lo logró James Foley.
¿Qué nos deja esta cinta? Nos deja a un par de personajes huecos, con una historia que termina sin rumbo en esta segunda parte. Nos deja esta sensación de saber que los errores están desde la concepción de los mismos por E.L James, nos deja saber que hay muchas inconsistencias en la historia que un buen guionista debió darse cuenta y superarlas. Lo único rescatable de esta historia es la banda sonora y la actuación de Jamie Dorman. Nada más.