Crisis en la frontera, ¿un episodio de ‘guerra psicológica’?
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Nadie lo duda: el cierre de la frontera entre Estados Unidos y México –en la forma en la cual lo ha planteado el presidente Donald Trump– implicaría el advenimiento del caos, no solamente para las comunidades fronterizas de ambos países sino en general para la economía regional.
El caso del aguacate mexicano de importación –cuyo precio se incrementó 34 por ciento en un sólo día en Estados Unidos–, aunque pudiera parecer anecdótico, representa un magnífico ejemplo para entender la magnitud de las repercusiones que puede tener una simple declaración.
Habrá que insistir en el señalamiento de que es muy poco probable que el cierre de la frontera ocurra, pues aún cuando el magnate neoyorquino que habita hoy la Casa Blanca sea poco prudente a la hora de tomar decisiones, sin duda entiende las repercusiones de las mismas.
Sin embargo, el hecho de que sea poco probable el cierre total de la frontera no implica que Trump no esté dispuesto a “tensar la cuerda” hasta el límite si las encuestas le dicen que eso incrementará sus posibilidades de reelección en los comicios del año próximo.
Y una forma de tensar la cuerda es –como aparentemente ya se hizo– retirar una porción importante de los agentes responsables de la supervisión de los cruces fronterizos con México, lo cual se ha traducido en la ralentización del proceso de ingreso terrestre al vecino país.
Los puentes y cruces internacionales no están cerrados pero, al menos, da la impresión de que se avanza en esa dirección y tal hecho obliga necesariamente a todo mundo a reaccionar.
Lo natural es pensar qué pasaría si la frontera fuera cerrada; qué repercusiones tendría en nuestra vida cotidiana el hecho de que no fuera posible cruzar la frontera. Y lo que sigue, de forma obligada, es comenzar a hacer el cálculo del costo que eso tendría por cada día que la medida fuera sostenida desde la Oficina Oval.
Se trata pues, en el fondo, de una “guerra psicológica”, pues aunque sea poco probable –por no decir imposible– que se ordene el cierre de la frontera, todo mundo habla del tema; todo mundo especula respecto de las implicaciones del hecho y todo mundo hace un esfuerzo por considerar las implicaciones que a nivel personal tendría tal hecho.
De allí sigue lo que ha ocurrido con quienes se dedican a la importación de aguacates mexicanos a Estados Unidos: entrar en pánico y provocar un incremento irracional en el precio del producto. La razón detrás del aumento es la especulación más mencionada de las últimas horas: el producto desaparecería de los anaqueles en tan sólo tres semanas si el cierre de la frontera se diera.
¿Estamos pues, en la antesala del caos? Pese a lo improbable del cierre de la frontera, sin duda el caos puede sobrevenir porque, tal como ocurre con los aguacates, el pánico puede cundir en múltiples áreas de la economía. Por ello, los gobiernos de México y Estados Unidos no pueden darse el lujo de seguir alimentando la especulación y deben ponerle fin a la guerra mediática que significa este tema.