De irresponsabilidades y otras cosas
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El dispendio de Luis Echeverría, los malos manejos de la economía y la corrupción a gran escala en el sexenio de José López Portillo, la llegada del nuevo modelo y la falta de políticas económicas adecuadas en tiempos de Miguel de la Madrid, el oportunismo y el desfalco que se dio con el Fobaproa y la venta de paraestatales en tiempos de Carlos Salinas, son el ejemplo más fehaciente de la irresponsabilidad con que se gobernó el País. Hoy vivimos las consecuencias de lo que se sembró en esos tiempos y que otros gobernantes, en lo subsecuente, no supieron, no pudieron o no quisieron resolver.
Aunado a las irresponsabilidades de los gobernantes, organizaciones, empresas, universidades, iglesias y población en general hemos incurrido de forma sistemática en cualquier cantidad de irresponsabilidades. Por eso el estado actual de las cosas. El impacto y las consecuencias son mayúsculos cuando las acciones generan una estela interminable de pobreza, impunidad, corrupción, pobreza y desigualdad que han complicado la marcha y el engranaje del País. El lugar en el que amaneció el País en esta semana, 138 de 180 países, en el Índice de Transparencia Internacional (TI) no se va a borrar de un plumazo sólo por las buenas intenciones de la actual administración.
Dinamarca, Nueva Zelanda, Finlandia, Singapur y Suecia, que son los primeros cinco anticorrupción en la lista de TI (2018), no cambiaron de la noche a la mañana sólo por los buenos deseos de sus líderes, sino por algunas variables que pusieron en marcha, donde la más importante fue el valor de la responsabilidad. Entendieron perfectamente que la justicia se encuentra, simple y llanamente en hacer lo que a cada uno le toca hacer y de manera particular hacerlo de forma responsable y con excelencia.
Uno de los grandes pensadores que caló profundo en la personalidad con la que se presentan ante el mundo los estados nórdicos, que encabezan la lista de TI, fue Robert Nozick, que con su libro “Anarquía, Estado y Utopía” sienta las bases de lo que se denomina estado mínimo. Los temas centrales del libro son los excesivos impuestos, el estado obeso y la responsabilidad de los ciudadanos.
Parte de la idea de la responsabilidad que los ciudadanos deben de tener en la sociedad y de manera particular de quienes representan el Estado. Es decir, en una sociedad donde se preconiza la libertad, la igualdad y la justicia, la responsabilidad juega un papel toral. Una libertad sin responsabilidad no es libertad, eso está claro.
Veámoslo de la siguiente forma. Más de 60 mil millones de pesos anuales (200 millones de pesos diarios) se escapaban por concepto de robo de hidrocarburos que, luego por la irresponsabilidad y deshonestidad de unos, recalaban al tiempo en el pago de impuestos de la mayoría de los ciudadanos mexicanos. Lo mismo ocurrió con las deudas en los estados. Quienes pagamos los platos rotos por el desfalco, fraudes, peculados e irresponsabilidades cometidas por quienes gobernaron, y al tiempo se convirtieron en impuestos que acabamos pagando.
Nozick afirma que las irresponsabilidades del Estado trajeron consigo los altos y excesivos impuestos que se impusieron a los ciudadanos, y que teniendo en cuenta eso “el culpable de todos los desastres es el Estado”. ¿Estaría hablando de México?
Un estado obeso (2 millones 283 mil 652 servidores públicos, según Inegi, 2017), excesivos impuestos y la irresponsabilidad galopante en el servicio público han traído como consecuencia una sociedad colapsada en lo cultural, educativo, político, económico y como consecuencia en lo social. No basta un cambio de gobierno, es necesario un cambio de actitud de gobernantes y gobernados.
La democracia no surge por generación espontánea, se da en el ejercicio de las libertades, pero las libertades ejercidas con responsabilidad. Sabemos por la larga experiencia histórica vivida que la práctica constante de la libertad sin responsabilidad nos ha complicado el tránsito hacia el progreso y el desarrollo.
fjesusb@tec.mx