Don Simón pide ayuda a saltillenses en esta Navidad; le urge una silla de ruedas

Saltillo
/ 22 diciembre 2016

Este solitario anciano ‘camina’ apoyándose en dos palos de escoba

Don Simón no siente sus pies, los cambió por dos palos de escoba despintados y a medio astillar. ¿Muletas?, no le sirven. ¿Bastón?, tampoco. Él no puede con su peso y desde hace ocho años desconfía de su cuerpo.

Una cubeta llena de agua recargada en el hombro lo venció, Simón iba subiendo las escaleras de su casa con problemas de tubería, una acción cotidiana, el pan de cada día: acarrear agua. El cansancio se hizo presente, descontroló su paso entre escalones y a medio camino se golpeó un nervio en el pie.

Las secuelas vinieron más adelante, una úlcera comenzó a abrirse espacio en su pie derecho; el resultado es el pie color negro que tiene apoyado sobre el piso mientras cuenta su historia.

Simón es más saltillense que zacatecano, llegó a la capital de Coahuila con 20 años de edad invitado por su hermano, cuando en la ciudad había un apogeo por la construcción de casas y él junto a los suyos se emplearon en la “macabra”.

Siempre en la talacha, Simón pasó de un trabajo a otro, aprendió a sobrevivir con su propio esfuerzo y valerse más de la experiencia que de su educación adquirida hasta sexto de Primaria.

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Alguien interrumpe la plática, es un cliente. Desde hace 5 años don Simón tiene un negocio en colonia Patria Nueva, 241-A. “Tienda de abarrotes”, donde una y otra vez por medio de anuncios recalca: “Sí hay carbón y sí hay pan Reina”.

-  “¿Tiene sal?”, pregunta una cliente.
- “Sí, están al fondo, en un traste, tráigaselo. Allá pásele”, pide don Simón.

Nuestro entrevistado despacha su tienda sentado de lado en un banco de madera, confía a ciegas en sus clientes, les pide que lo ayuden a pasarle la mercancía o que la tomen por su propia mano, sin alcanzar a ver lo que ellos hagan o deshagan en realidad. En un tupper para ensaladas grande, guarda la morralla. 

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El palo de escoba que utiliza como pierna a veces también le sirve de brazo, con éste, empuja la puerta para cerrarla.

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Educado, amable, buen vendedor y fiel aficionado de los Saraperos. Su única y más grande pasión: el beisbol. Don Simón fue testigo cuando en 2009 se rompió la maldición del “ya merito” y la nave verde se proclamó campeón de la Liga Mexicana de Beisbol. 

El brillo de los ojos operados de don Simón, traspasan la mica de los lentes. Se emociona con el sólo hecho de escuchar el nombre de Saraperos, esto le trae sus mejores recuerdos, sus más grandes alegrías.

En sus buenos tiempo, don Simón llegaba a pagar boletos hasta el frente del campo del Madero, desde ahí les gritaba, les aplaudía, desde ahí gozaba y estaba en su lugar ideal. Simón expira pasión cuando lo platica.

- ¿Llegó a platicar con ellos, con alguno?, le pregunto. 
-“No, siempre fue de lejos, con eso bastaba”, respondió Simón.

El éxtasis por el campeonato llegó casi al mismo tiempo que el accidente de las escaleras. Don Simón vio campeón al equipo de sus amores, pero ya no pudo regresar al estadio, poco a poco las úlceras le fueron apagando las oportunidades, la fuerza para caminar y abrirse paso, al mismo tiempo que el privilegio de trabajar hasta que su cuerpo lo permitiera y juntar para el boleto de beisbol.

El presente es diferente, lo único que tiene para sacar dinero y poyar a su hermana y sobrino es la tienda de abarrotes. Pero su memoria, además de las piernas, lo ha comenzado a traicionar, de hecho a don Simón lo ubican en el Centro Estatal del Adulto Mayor como la persona que a veces puede ir a consulta, pero que está solo y a veces olvida sus citas.

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Como Dios le da a entender, se fía de sus vecinos “encargándoles” un mueble (taxi) cuando se acercan a las curvas de Landín. Son contadas las veces que se lo han enviado, la mayoría de las ocasiones debe ir casi a rastras entre “palazos” hasta la esquina para esperar un “milagro” de algún taxista. 

La falta de teléfono le impide pedir uno a domicilio y como la mayoría de sus citas le son brindadas a primera hora de la mañana, don Simón se enfrenta a una serie de obstáculos para lograr atención médica.

Cada mes se repite la odisea, llevar su cuerpo hasta el límite con tal de conseguir un taxi que lo lleve a su consulta gratuita en el CEAM; el regreso no es problema, la gente lo ayuda, el conflicto para don Simón es llegar. 

Los palos de escoba son sus mejores aliados, pero no es lo mejor. Desde hace un par de años su pie izquierdo también comenzó a resentir efectos secundarios, cada vez se vuelve en un tono más oscuro y sigue en tratamiento. 

Naranja y rojo, los palos a medio despintar más por uso que por gusto son los fieles compañeros de don Simón que por el estado de sus pies, sin importar el frío, utiliza un short, con tal de no afectar su salud.

Consciente de que no es lo mejor pero sí a lo que tiene acceso, don  Simón se aferra a sus dos compañeros en cada paso que da hacia delante, depositando sobre ellos su salud, más allá que la confianza que otra persona le pueda brindar.

Entérese
> Desde hace ocho años, don Simón no camina.
> Sufrió un accidente que lo tiene postrado a una silla.
> Ni unas muletas ni un bastón le serían de ayuda para caminar.
> Atiende, sentado, una tienda de abarrotes.
> Su domicilio se ubica en la colonia Patria Nueva 241-A.

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