El día en el que Donald Trump fue presidente al sur de la frontera de EU
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Peña Nieto, el presidente del país al que ha demonizado durante meses, recibió al magnate neoyorquino como si de otro mandatario se tratara.
Cuando Donald Trump terminó de hablar, un periodista quiso preguntar. El republicano tomó entonces el control de la situación y fue dando la palabra y contestando a los miembros de la prensa. Visto así, nada llama la atención, pero todo cambia contextualizando la escena.
A su lado, como coprotagonista, Trump tenía al presidente de México, Enrique Peña Nieto. Lo opacó en su propia casa, donde convirtió en una rueda de prensa lo que iba a ser una comparecencia conjunta.
"Trump obtiene lo que buscaba en México", titulaba en la noche local del miércoles la publicación estadounidense "Politico" tras un viaje del candidato presidencial por sorpresa al sur de la frontera en la que quiere levantar su muro.
Peña Nieto, el presidente del país al que ha demonizado durante meses, recibió al magnate neoyorquino como si de otro mandatario se tratara. Se reunieron en Los Pinos, su residencia oficial, y juntos comparecieron ante los periodistas. Se dieron un apretón de manos y Trump llamó "amigo" al mexicano. No había bandera estadounidense tras ellos. Solo esa señal alertaba hoy institucionalmente de que no era una reunión entre presidentes.
Nadie entendió el movimiento del mandatario mexicano, que sin pretenderlo dio al polémico candidato del Partido Republicano la oportunidad de mostrar una imagen presidencial y este la aprovechó al máximo. No se burló de nadie, no insultó a nadie, se comportó bastante bien. Y lanzó un mensaje claro para su anfitrión y sus seguidores: "No hemos discutido quién va a pagar el muro". Dicho de otra forma: su propuesta estrella continúa.
Da igual que luego Peña Nieto desmintiera el tema del pago y escribiera en Twitter que nada más verse le dijo a Trump que México no iba a pagar.
El republicano, sentenció "The New York Times", "logró cumplir algo que no ha logrado en toda la campaña: comunicar sus provocadoras ideas políticas con algo parecido a la diplomacia".
A menos de 70 días de las elecciones, Trump ha dado un giro a la campaña cuando se había hundido en las encuestas, en las que la demócrata Hillary Clinton le saca seis puntos de media de ventaja. En espera de la publicación de nuevos sondeos que reflejen si su sorprendente viaje a México ha cambiado algo, lo que se puede decir es que dio un golpe de efecto que además le sirvió para crear más expectación ante su discurso sobre inmigración en la noche en Phoenix, Arizona.
No hubo cambios allí. Pese a las señales que dio en los últimos días de una posible suavización, esta se ha quedado en las formas. Trump siguió defendiendo su muro y la expulsión de los inmigrantes indocumentados.
"Todo el que cruce la frontera ilegalmente será detenido y echado de nuestro país al país del que ha venido", dijo. "Cero tolerancia para los inmigrantes criminales, no entrarán aquí, no entrarán aquí". Y aseguró: "No habrá amnistía". "Hay dos millones de criminales extranjeros en nuestro país, vamos a empezar a sacarles tan pronto como llegue al cargo, día uno", prometió.
Algunos analistas ya habían advertido de que no estaba intentando acercarse a los hispanos, como algunos piensan. Entre ellos va de hecho camino de convertirse en el candidato republicano menos votado, con un 20 por ciento de apoyo como máximo.
Su intención, sostienen, es atraer el voto blanco de electores a los que ha ahuyentado con sus declaraciones xenófobas. Peña Nieto le ofreció un escenario para ello.