El grafiti contra Avelina Lésper: debate en el Museo de la Ciudad de México
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El Museo de la Ciudad de México fue sede de la mesa de discusión entre la crítica de arte y un grupo de grafiteros sobre la pertinencia de esta disciplina
A mediados de julio pasado VANGUARDIA informó sobre el reto que la crítica de arte Avelina Lésper lanzó a un grupo de grafiteros que realizaron una pinta con la leyenda “Avelina Lesper me la pelas”, de llevar la discusión sobre si esta forma de expresión es válida como arte o no, y ellos prontamente aceptaron.
Los organizadores del festival en el que fue creada esta obra —motivada por comentarios que la teórica capitalina ha hecho contra el grafiti— gestionaron una mesa de debate en el Museo de la Ciudad de México (MUCM), en la cual tanto Lesper como Mufo y Neón expondrían sus puntos de vista.
La fecha marcada para tal evento fue este pasado sábado 4 de agosto en punto de las 11 horas, aunque días antes la controversia comenzó: los autores de la pinta se rehusaron a asistir.
En una carta publicada en el sitio Plumas Atómicas, los jóvenes —menores de edad— expresaron su consideración de que, debido a los constantes comentarios de Avelina contra estas prácticas urbanas indicaron que no se establecería un diálogo de forma pacífica.
En su lugar, el MUCM invitó a dos artistas del grafiti veteranos, Eblem Santana y Guillermo Heredia “Niuk”, con más de dos décadas cada uno de presencia en esta escena cultural.
El debate —transmitido a través del Facbeook del museo—, empezó con el director del recinto, José María Espinasa, como moderador, quien otorgó la palabra en primer lugar a Heredia, seguido por Santana y terminando con Lésper, en el primer bloque.
Rápidamente Niuk lanzó un insulto indirecto a la crítica de arte, al decir que esperaba que llegara en una de las carrozas del 17 que se exhiben en el lugar.
Por su parte Heredia destacó los aspectos sociales de dicho arte urbano, los valores de pertenencia que crean en los espacios donde hay un mural de este tipo —cuando se realiza con el apoyo de la comunidad— y la nula necesidad que sus creadores tienen por recibir la aprobación teórica de instancias superiores, llámese en este caso críticos de arte.
En cambio Avelina dio lectura a un texto preparado donde habló de manera generalizada sobre las expresiones pictóricas del grafiti, incluyendo en ella los actos vandálicos conocidos como “tags”, que se realizan de manera ilegal y dañando la propiedad pública y privada —a diferencia de proyectos de arte urbano conceptualizados y con fines artísticos y sociales— y criticando a un sistema institucional que, de acuerdo con ella, ha validado las pintas de cualquiera con una lata de spray.
A partir de aquí la discusión fue tornándose menos estructurada y los ponentes en ocasiones se arrebataron la palabra, hasta que Espinasa intervenía, pero principalmente la pauta la fue dando Heredia, quien dedicó buena parte de su intervención a establecer —siempre dirigiéndose de manera indirecta a Lésper— la diferencia entre el arte urbano, mural, con estética, técnica y material del grafiti y los ya mencionados actos vandálicos que, reiteró en varias ocasiones, ni siquiera los mismos artistas del grafiti aprueban.
La crítica también se aferró a su tesis, invitando insistentemente a darle rigurosidad técnica y calidad artística a las pintas, denigrando las “bombas” y “tags” —las leyendas y firmas que suelen ser pintadas de manera clandestina— y en cambio favoreciendo un arte figurativo de mayor valor estético.
Transcurrida alrededor de una hora, un miembro de la audiencia, que se identificó como grafitero, se aproximó a la mesa y a gritos tomó la palabra —no hizo más que un anuncio sobre un proyecto de grafiti—, dando inicio a la sección de preguntas y respuestas, que se alargó por otra hora más.
En este periodo se siguieron exponiendo temas como el valor estético del arte urbano, la calidad que estos creadores deben imprimir en sus obras y los resultados que han demostrado que el grafiti puede restaurar el tejido social y las explicaciones y aclaraciones sobre la práctica de esta disciplina.
No se llegó a ninguna conclusión, pero se exhibió la suficiente información para que cualquier espectador pueda formar su opinión. En algunos momentos subieron los ánimos, pero nunca llegó a más de unos cuantos segundos de gritos inteligibles, y dadas las restricciones de tiempo —el MUCM cerró sus instalaciones para dar cabida a la mesa de discusión— tuvieron que dar por concluido el evento, aunque aún había muchos asistentes deseosos de expresar su opinión a favor de una u otra postura, con lo que se puede asegurar que este debate continuará.