‘El lobo y el perro’, la libertad no tiene precio
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Ningún bien es tan valioso como tener la posibilidad de elegir y de ser lo que uno se ha propuesto ser
“NO VIVIMOS, NOS VIVEN” GARCI
“La libertad, amigo Sancho -decía Don Quijote-, es uno de los primeros dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Dice Martin Descalzo: “la libertad no puede ser el capricho, la ‘real gana’, el derecho a despilfarrar nuestra propia alma. La libertad tiene que ser algo positivo. No es libre una veleta por el hecho de que pueda girar, cuando es, de hecho, esclava de todos los vientos” (…) La libertad es algo que se realiza siendo lo que somos y tal como somos. Nadie es libre en la piel de su prójimo. Sólo somos libres ‘desde’ nosotros mismos, asumiendo cordialmente lo que somos, listos o tontos, gordos o flacos, valientes o cobardes. Esa es la tierra desde la que hay que construir. No desde los sueños. Una libertad soñada es eso: un sueño.”
LA FÁBULA
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Una noche, este Lobo se encontró con un perro doméstico, gordo y sano, que se había alejado demasiado de casa.
El Lobo lo habría comido allí mismo, pero el Perro le parecía lo suficientemente fuerte como para hacerle daño si lo intentaba. Entonces, el Lobo le habló humildemente al Perro, felicitándolo por su buena apariencia.
Después del inusitado cumplido, el Perro le dijo al Lobo: “Si quieres puedes estar tan bien alimentado como yo; solo requieres dejar el bosque que te hace vivir miserablemente y venir a casa… ¿Para qué luchar tanto para conseguir una presa? Sigue mi ejemplo y comerás siempre bien”.
“¿Qué debo hacer?” Preguntó el Lobo. “Casi nada”, respondió el perro, “solamente debes perseguir a las personas que llevan palo, ladrar a los mendigos, y adular a las personas que visitan la casa del amo. A cambio, obtendrás alimento de todo tipo, huesos de pollo, trozos de carne, pastel y mucho más, además de palabras amables y muchas caricias”.
El Lobo tuvo una visión tan hermosa de su felicidad futura que casi lloró. Pero justo entonces notó que el pelo del cuello del perro estaba desgastado y la piel irritada.
“¿Qué es eso en tu cuello?» pregunta el Lobo. “¡Oh! Nada en absoluto”, respondió el perro. “¡Como que Nada!” Exclamó el Lobo preocupado. “¡Es, solo un poco de irritación!” Le dijo el perro algo angustiado. “Pero por favor dime porque te pasó eso”.
“Es la marca del collar al que está sujeta mi cadena” exclamó el perro. “¡Qué! ¡Una cadena!” Gritó el Lobo, ¿Acaso no vas tu a donde quieras?” “¡No siempre! Pero, ¿cuál es la diferencia?”, Respondió el perro”.
“¡Toda la diferencia en el mundo!”, contestó el Lobo y continuó: “No me importa no comer, pero no voy a pagar ese precio. Jamás dejaría que pusieran un collar sobre mi cuello, jamás accedería a estar encadenado”. Entonces el Lobo, sin mediar palabra alguna, se fue corriendo al bosque…Y creo que aún sigue corriendo>>.
Esta hermosa fábula del francés Jean de La Fontaine (1621-1693) presenta formas totalmente opuestas de vivir: la del lobo que es libre aun cuando padezca hambre y la del perro que llena su apetito hasta la saciedad, pero vive encadenado y a las órdenes de su amo.
MORALEJA
La moraleja de la fábula es clara: la libertad no tiene precio; ningún bien es tan valioso como tener la posibilidad de elegir, y de ser lo que uno se ha propuesto ser. Sin embargo, ahora que se habla tanto de esa irrenunciable condición humana es porque tenemos poquísima de ella, y no solamente en el ámbito político, social y económico, sino en toda la realidad que el mundo, día a día, impone.
Hemos hecho una mordaza portátil que proviene de pensamientos que han perdido toda autenticidad; tal vez, por eso hablamos de lo que todo mundo habla, pensamos lo que otros quieren que pensemos y vemos el mundo con unas gigantescas gafas que nos son prestadas por ideologías, políticos, partidos y gobiernos.
Pregunto: ¿es libre quien está a merced y se dejar vencer por el dinero, la posición social, el poder, las modas, las costumbres, los gustos, las rutinas, las redes sociales, por el “todos lo hacen” y por tantas otras formas ser que incasablemente inventa la sociedad?
VOLUNTARIAMENTE
Probablemente, estamos viviendo una época cuya característica fundamental sea que “todos” pensamos en bloque, en donde no hay oportunidad -so pena de ser llamados en el mejor de los casos “rebeldes” y en el peor “traidores”-, que las personas revisen sus ideas e ideales para actualizar actitudes y conocimientos de acuerdo a las nuevas realidades y entonces ir contra corriente.
Vivimos en un mundo en el que, para no hacer el ridículo, optamos por conformamos con el conformismo, de ajustarnos a lo impuesto por no sé quién, y así existimos engañados de nuestras propias simulaciones. Inclusive, aquél que se cree el más libre de todos suele apegarse a lo conocido, a los estándares sociales y a sus zonas personales de confort. Entonces, podría ser que el gran mito del siglo XXI sea creer que somos verdaderamente libres, sin darnos cuenta que, como el Perro, deliberadamente hemos optado por la esclavitud, dejando que el collar de oropel que hemos escogido cotidianamente irrite la piel de nuestros cuellos.
PARA SER LIBRES
Bernanos escribió lo siguiente que me pone los pelos de punta, por la inmensa verdad que encierra: “ Yo no conozco un solo sistema -dice el autor-, o un solo partido al que se le pueda confiar una idea verdadera con la más pequeña esperanza de poder encontrarla a la mañana siguiente no digo ya intacta, sino incluso simplemente reconocible. Yo dispongo de unas cuantas pequeñas ideas que me son muy queridas; pues bien, no me atrevería a enviarlas a la vida pública, por no decir a la casa pública, porque la prostitución de ideas se ha convertido en el mundo entero en una institución del Estado. Todas las ideas que uno deja ir solitas, con su trenza a la espalda y con su cestita en la mano, como Caperucita Roja, son violadas en la primera esquina de la calle por quién sabe qué slogan en uniforme”.
Indudablemente, al dejar de pensar, al dejar de dar contenido a las palabras, poco a poco, cedemos en los hechos y entonces las ideas propias se esfuman llevándose consigo espacios y trozos de nuestra alma cediendo a esclavitudes camuflajeadas de libertad.
En este contexto, las nuevas generaciones desgraciadamente creen que, para ser libres, es necesario ignorar los principios que generan la libertad, como lo son el amor y la responsabilidad, provocando que muchos jóvenes desconozcan el inmenso territorio por donde corre libremente el Lobo. Ignorando que por seguir las tendencias y a infinidad de “Influencers” pierden su autenticidad.
AL FINAL
A todo esto, me pregunto ¿Qué esperamos cuando pase el tema de la pandemia? ¿Qué libertades habremos conquistado? ¿Seguiremos atiborrando los centros comerciales? ¿Dejaremos atrás el consumismo y el galopante materialismo? ¿Acaso la Pandemia nos habrá enseñado el inmenso valor de la libertad? ¿Habremos aprendido a identificar nuestros propios collares y las cadenas que nos manipulan, sujetan y demandan obediencia?
Al final del camino, cuando ceda la oscuridad y el miedo ¿habremos aprendido a servir a la verdad y a la justica siendo realmente libres? ¿Habremos abandonado nuestra libertad “soñada? ¿Seremos más lobos y menos perros? Veremos.
Programa Emprendedor Tecnológico de Monterrey cgutierrez@tec.mx