El problema para los hijos de los divorcios "grises"

Vida
/ 28 marzo 2018

Los padres de mi amiga Carolyn no se hablan hace años, y ahora que están débiles, ella no los puede traer a vivir a su casa. El divorcio “gris” les complica todo a los hijos adultos que deben cuidar a sus padres

Hace muchos años, cuando mi mamá comenzó a padecer el mal de Alzheimer, mi hermana y yo administrábamos juntas sus quehaceres domésticos, desde pagar las facturas y asegurarnos de que tuviera comida hasta cortarle el pasto.

Cada una tenía un hogar propio del que ocuparse, así que sumar el de ella fue una serie de malabarismos que no resultaron abrumadores solo porque los compartimos. Aun así, las horas se nos hacían largas y por momentos me sentí muy estresada. No apreciaba lo poco complicada que en realidad era la situación.

Después pude ver lo que era estar agotada de verdad. Hasta lo puedo oír en la voz de mi amiga Carolyn cuando hablamos por teléfono. Apenas si tiene tiempo para encontrarse conmigo. Maneja tres hogares en dos estados, nada que la vida la haya preparado para hacer.

Carolyn podría ser el símbolo de un aspecto cada vez más común en la composición demográfica cambiante y cada vez más envejecida de EE.UU. y los desafíos que conlleva. Ella es una “soltera” (expresión que prefiere a “hija única”) que a punto de cumplir cincuenta vio a sus hijas irse a la universidad y a su madre entrar en rehabilitación por romperse una cadera. Como ocurre a veces, la caída que lastimó a la anciana no fue más que el primer eslabón de una cadena de problemas médicos que la debilitaron mucho, si bien ella no tiende a salir de su casa. De cualquier forma no puede pagar un asistente. Pero los detalles de su vida han pasado por encima de sus planes, que se basaban en la idea errónea de que no habría grandes cambios.

Se equivocaba. Carolyn toma muchas de las decisiones y organiza gran parte de la vida diaria de su madre para que sea viable y su hogar esté en buen estado, porque su madre ya no puede con todo. Y Carolyn lo hace desde su casa en Utah, mientras que su madre vive cerca de Portland.

Eso no es todo. Más o menos un año después de que su mamá se cayera, su papá sufrió un infarto del que no se recuperó. Entonces, Carolyn también se encarga de su vida: paga sus cuentas y se las arregla para que alguien cuide de su jardín y le dé sus remedios para la presión sanguínea, por más que ella viva en el norte de Utah y él, en el sur del estado. En las semanas de crisis, ella viaja en avión a ver su madre o maneja hasta donde su padre para cuidarlo. Y probablemente ellos la necesiten más.

Los padres de Carolyn se divorciaron hace años, cuando promediaban los sesenta. Este fenómeno, llamado “divorcio gris” en EE.UU., hoy es una parte consolidada de la situación demográfica de EE.UU... y un desafío cuando los padres envejecen, aunque uno tenga hermanos.

El desafío de cuidar de dos padres en dos hogares distintos no era un problema para los estadounidenses de generaciones anteriores. Pero llegó y no se irá a ninguna parte.

Muchos hijos adultos se traen a sus padres a vivir con ellos, pero los padres de Carolyn no se hablan hace 15 años. Y si ella se trae a uno a casa —al más débil, quizás— podría resentir al otro. De todas formas, Carolyn sabe que no es práctico ni económicamente viable alojarlos en dos domicilios cercanos, aunque es la mejor opción que se le ocurre por ahora.

Tengo otra amiga con un problema distinto, pero relacionado: su mamá se volvió a casar tras la muerte de su padre. Ahora, muchos años después, ella y su segundo marido están muy enfermos. Su madre ama a su marido, pero desde que él sufrió un infarto, necesita más cuidados de los que ella puede darle. Los hijos adultos de él quieren mudarse con ellos, pero no quieren cuidar a su esposa, que apenas si conocen. Ella tampoco quiere eso.

¿Cómo resolver las cosas con los hermanastros que una conoció a los 50 si no se ponen de acuerdo en qué hacer? A esta altura, parece que el esposo de la mamá de mi amiga (“padrastro” suena raro porque se conocieron cuando él tenía 75) se irá a vivir con sus hijos y la madre de ella, con ella.

Nada que hayan puesto en sus votos nupciales o previsto para el futuro.

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