En peligro los avances contra el VIH por la lucha contra el COVID-19

Bienestar
/ 21 abril 2021

El impacto exacto de la pandemia de COVID-19 en la lucha por el VIH/Sida todavía está por evaluarse, sin embargo los datos preliminares están inquietando a los expertos que hasta hace poco festejaban los avances en el tratamiento del VIH.

Ante el asedio del coronavirus durante un año, las defensas de otra guerra más antigua están bajando.

Durante las dos últimas décadas, el VIH/Sida se ha mantenido a raya gracias a potentes fármacos antivirales, agresivas pruebas de detección e ingeniosas campañas de educación pública. 

Pero la pandemia de coronavirus ha sido disruptiva en casi todos los aspectos de esa batalla, deteniendo a los equipos de alcance comunitario, reduciendo drásticamente las pruebas y desviando a personal de laboratorios y centros médicos

El impacto exacto de una pandemia sobre la otra todavía está por evaluarse, pero los datos preliminares inquietan a expertos que hasta hace poco celebraban los enormes avances en el tratamiento del VIH

Las clínicas han limitado o cancelado las visitas en persona y han suspendido las pruebas rutinarias de detección del VIH en las consultas médicas y en las salas de urgencias. 

Los médicos recurren a las videollamadas con los pacientes, una alternativa inútil para quienes no tienen hogar o temen que sus familiares descubran su estatus de VIH

Se suspendió el envío de camionetas de pruebas rápidas, que antes estacionaban delante de clubes nocturnos y bares, y repartían condones. En las grandes ciudades y en los condados, los expertos han puesto toda su atención en la respuesta contra la COVID-19

Las consecuencias son evidentes: un gran laboratorio comercial reportó 700,000 pruebas menos de detección del VIH —un descenso del 45 %— y 5,000 diagnósticos menos entre marzo y septiembre de 2020, en comparación con el mismo periodo del año anterior. 

Las recetas de PrEP, una profilaxis previa a la exposición que previene la infección por VIH, también han disminuido considerablemente, según una nueva investigación presentada en una conferencia el marzo. Los investigadores y los departamentos estatales de salud pública han registrado un descenso igualmente pronunciado de las pruebas de detección.

La escasez de nuevos datos llevaron a una situación sin precedentes: por primera vez en décadas, el alabado sistema de vigilancia del VIH del país no puede ver el movimiento del virus.

"Es una situación muy grave", dijo el doctor Carlos del Río, profesor de medicina de la Universidad Emory en Atlanta y director del Programa Internacional de Formación e Investigación sobre el sida de Emory. "Habrá que evaluar los daños".

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Aunque el cambio de prioridades ocurre en todo el país, los retrasos en las pruebas y el tratamiento conllevan graves riesgos en los estados del sur, que son ahora el epicentro de la epidemia de VIH del país

El sur representa el 51 % de las nuevas infecciones, ocho de los diez estados con las tasas más altas de nuevos diagnósticos y la mitad de todas las muertes relacionadas con el VIH.

Incluso antes de la pandemia, Georgia tenía la mayor tasa de nuevos diagnósticos de VIH de todos los estados, después de Washington, DC. El Departamento de Salud Pública de Georgia registró un descenso del 70 % en las pruebas la pasada primavera, en comparación con 2019.

La desaceleración de los servicios para pacientes con VIH "podría sentirse durante años", señaló la doctora Melanie Thompson, investigadora principal del Consorcio de Investigación del Sida de Atlanta. 

Thompson añadió que "cada nueva infección por VIH perpetúa la epidemia y probablemente se transmitirá a una o más personas en los próximos meses si no se diagnostica a las personas y se les ofrece tratamiento".

Las pruebas de detección del coronavirus se han apoderado de los aparatos que antes se utilizaban para las pruebas del VIH/sida, lo que ha dificultado aún más los esfuerzos de vigilancia. 

Las máquinas de reacción en cadena de la polimerasa —o PCR—, utilizadas para detectar y medir el material genético del virus de la inmunodeficiencia humana, son las mismas máquinas que realizan las pruebas del COVID-19 las 24 horas del día. 

Durante décadas, a medida que el VIH se alejaba de ciudades costeras como San Francisco, Los Ángeles y Nueva York, echaba raíces en el sur, donde la pobreza es endémica, la falta de cobertura sanitaria es habitual y el estigma del VIH es omnipresente

"El estigma es real. Existe un racismo heredado", afirmó el doctor Thomas Giordano, director médico del Centro de Salud Thomas Street de Houston, una de las mayores clínicas de VIH en Estados Unidos. 

Los líderes políticos del estado consideran el VIH como "una enfermedad de los pobres, de los negros, de los latinos y de los homosexuales. Simplemente, no se considera algo que afecte a los grupos dominantes a nivel estatal", agregó.

Los hombres de raza negra representan el 12 % de la población estadounidense, pero son el 42 % de las personas que viven con VIH y 4 de cada 10 muertes relacionadas con el VIH. 

Las clínicas de VIH que atienden a pacientes de bajos ingresos también han enfrentado limitaciones en el uso de citas por video y teléfono. Los directores de las clínicas dicen que los pacientes pobres carecen de planes de llamadas y que los que no tienen hogar simplemente no tienen teléfonos. También tienen que lidiar con el miedo. "Si un amigo te ofrece una habitación para dormir y tu amigo se entera de que tienes VIH, puedes perder ese lugar para dormir", dijo del Río.

La porosa red de seguridad se extiende al seguro médico, una necesidad vital para quienes viven con VIH. Casi la mitad de los estadounidenses sin cobertura sanitaria viven en el sur, donde muchos estados no han ampliado el Medicaid bajo la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA).

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