En qué consiste la felicidad al final…
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Esta Pandemia nos dio un ‘detente’ para reflexionar y recordar que lo esencial no está afuera, sino dentro de nosotros mismos
Ortega y Gasset afirmó: “Si nos preguntamos en qué consiste ese estado ideal de espíritu denominado felicidad, hallamos fácilmente una primera respuesta: la felicidad consiste en encontrar algo que nos satisfaga completamente”. El filósofo español también comentó “camina lento, no te apresures, que el único lugar que tienes que llegar es a ti mismo”; es cierto, el destino no es un lugar, ni un oficio, ni un espacio de tiempo, tampoco una ruta para alcanzar nuestros sueños, sino encontrarnos con nosotros mismos.
Esta Pandemia de tajo nos dio un “detente” para reflexionar y recordar que lo esencial no está afuera, sino dentro de nosotros mismos, de nada sirve tener una vida económicamente exitosa si no somos capaces de apreciar y disfrutar lo que ya tenemos, lo gratuito. Qué utilidad tienen los caminos si posponemos lo fundamental: llegar al centro de nosotros mismos.
AMANECIENDO…
No recuerdo el origen de la siguiente historia. Pero en estos días de cuarentena este relato repentinamente arribó a mi mente.
“Hace muchos años - dice la anécdota - un joven, educado en una de las mejores universidades del país, para celebrar su reciente graduación de una maestría en negocios había tomado unas vacaciones en el soleado caribe. Este muchacho siempre había querido estudiar en la normal para profesores, pues siempre le había gustado la docencia, pero la presión familiar y su propio ambiente, lo orilló a tomar otra ruta: los negocios.
Uno de esos días, se levantó muy temprano para caminar por la playa. Sus pensamientos e ilusiones iban tan lejos como el mismo mar, pues también se perdían en el horizonte que despertaba. Sin darse cuenta perdió el sentido del tiempo y también de la distancia: había dejado muy atrás la lujosa zona hotelera, pero eso no le importó, pues se sentía grandioso, poderoso, tenía conocimientos y una vida por conquistar.
OTRA JORNADA
El intenso sol, que ya había usurpado al ambiente matinal, lo obligó a buscar piedad. Se sentó cerca del muelle sobre una piedra que estaba bajo la sombra de una palmera. De pronto, arribó un pequeño bote en el que venía un solo hombre. Era un típico pescador: fornido, de piel oscura muy curtida por el bravo sol, con sombreo ancho, manos callosas, descalzo y de mirada noble. En su embarcación un tesoro: una docena de atunes amarillos de extraordinario tamaño y excelente calidad.
El joven elogió la carga del pescador y así empezó una amena charla. - ¿Cuánto tiempo te tomó hacer la pesca? - preguntó el joven -. - Muy poco - contestó el pescador - quien no cesaba de limpiar magistralmente cada uno de los pescados con un afilado y extraño cuchillo. El joven luego preguntó: ¿por qué no te quedas más tiempo en el mar para así acrecentar la pesca? A lo que el pescador contestó: con esta cantidad satisfago las necesidades de mi familia y lo que resta lo vendo en el mercado, me da suficiente para vivir y para empezar mañana otra jornada.
El joven, intrigado, se mantuvo en silencio y más tarde, como queriendo compartir sus flamantes conocimientos, insistió: pero ¿qué es lo que haces con el resto de tu tiempo? - actividades sencillas - dijo el pescador - juego con mis hijos, pesco camarón en la laguna, leo un buen libro, hago siesta todos los días con mi esposa María y por las tardes me encuentro con mis amigos para tomar café. En las noches, pues nos juntamos los vecinos para conversar sobre lo acontecido en el día. Como ves, tengo una vida muy ocupada y también feliz – concluyó el pescador con entusiasmo sincero -.
PENSATIVO
El muchacho, apoyándose en una gran convicción, arremetió: tengo maestría en negocios y podría ayudarte a hacer una empresa. Veo que eres un excelente pescador, deberías juntar a tus amigos para que pesquen mucho más de lo que consumen y, en conjunto, con esos ingresos y algún crédito, podrían comprar una embarcación más grande y eventualmente formar una flotilla. En lugar de vender a un intermediario podrían desarrollar una empresa procesadora, y con inteligencia comercializarían su propia marca. Más tarde, podrían vender en los mercados de las ciudades de México, Monterrey y Guadalajara, para luego exportar a países lejanos.
Es decir, tú podrías construir una considerable empresa si aprendes a controlar la producción, el procesamiento, la mercadotecnia y la distribución del pescado. Todo esto el joven lo dijo casi de un solo aliento.
El pescador quedó impresionado, pensativo, con su mirada puesta en las armónicas olas, tal vez debido a que jamás se le había ocurrido semejante idea.
¿NO LO TENGO YA?
Y entonces el pescador preguntó: ¿cuánto tiempo tardaría en hacer todo eso? - Por lo menos 10 o 15 años - respondió el joven -. ¿Y luego qué? - inquirió el pescador. El joven soltó una carcajada y dijo: después viene la mejor parte, pues serías inmensamente rico, tendrías muchos millones, vivirías como nunca. - ¿Y después qué? - volvió a preguntar el pescador -. Pues bien, después te retirarías, te jubilarías. Con las bolsas repletas de dinero, podrías ir a vivir a un pueblito tranquilo, en el lugar del mundo que más te guste, podrías dormir lo que quisieras, estar siempre con tu esposa, convivir con tus hijos, hacer siesta con tu María, platicar y tocar la guitarra todas las tardes con tus amigos y por las noches también podrías ir a la plaza del pueblo a conversar. Es decir, luego podrías vivir tu existencia plenamente, sin preocupaciones materiales - concluyó el joven. Entonces el pescador se alegró y desde lo más profundo de su alma le dijo: ¿acaso eso no es lo que ya tengo?
El joven lo miró pasmado, en estos momentos ninguna enseñanza universitaria le era útil para comprender esa revelación. Simplemente se despidió y emprendió el viaje de retorno. En un momento dado se detuvo, volteo hacia atrás y alcanzó a observar que María y sus hijos corrían hacia el pescador para encontrase amorosamente. Inexplicablemente, esta imagen quedaría guardada en su memoria para siempre.
DESDE SIEMPRE
Los sueños y proyectos empresariales volvieron a invadir la mente del joven y así continuo hasta llegar a la lujosa zona hotelera. Con el tiempo se convirtió en un exitoso empresario y ahora que es un hombre de edad muy adinerado, siempre que vuelve al mar, cada vez que convive con sus amaneceres, pierde su vista en el profundo horizonte como intentando recobrar el recuerdo de aquel viejo encuentro, como queriendo averiguar si acaso él, al haber ganado tanto dinero, había perdido algo mayor, como anhelando tener lo que aquél pescador que, sin haber ido a la universidad, ni haber sido un hombre millonario, sabía que desde siempre había poseído”.
EN EL OCASO…
Este hombre, que ahora recorre el atardecer de su existencia, cuando contempla el mar, silenciosamente se cuestiona si toda la riqueza generada ha valido la pena, si acaso su calidad de vida ha sido como la de aquél humilde pescado que contagiaba felicidad; si acaso había valido la pena cambiar su vocación de maestro, por el quehacer empresarial. Si acaso había sido una buena decisión ignorar el llamado de su corazón. Y, al recordar vívidamente a María y a sus hijos corriendo por la playa para encontrase amorosamente con el pescador, nostálgicamente se dice a sí mismo: tal vez no.
Ahora, ya viejo, ha aprendido que “al final de la existencia las personas también seremos juzgadas por los placeres lícitos de la vida no gozados”, como lo es la felicidad que da el disfrutar un atardecer o compartir un cálido café en compañía de un amigo; gozos simples que la comodidad y la ambición suelen quitarnos. Ahora, tristemente, ha comprendido que jamás se debe sustituir o renunciar a lo que estamos llamados a ser, al proyecto personal de la existencia que antecede a toda circunstancia.
Programa Emprendedor Tec de Monterrey
Campus Saltillo
cgutierrez@tec.mx