¿Es usted un adulto maduro?
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Las coaches Kim Giles y Nicole Cunningham presentan algunas preguntas que usted puede hacerse para verificar su madurez emocional y, si es necesario, reforzarla.
Pregunta:
Me siento muy abrumado y agotado y admito que me quejo más de la cuenta. Mi mujer dice que está cansada de mi dramatismo infantil con respecto a mis problemas y mi desaliento. Pero, ¿es dramatismo si realmente me siento deprimido y desalentado y mi vida es realmente dura? Ella dice que me victimizo y que estoy empantanado en esa historia, pero no me victimizo, mi vida ha sido realmente difícil. Esa es la verdad, no me parece una historia. Tampoco estoy empantanado, simplemente estoy pasando un período verdaderamente difícil y quiero que me den un respiro. ¿Cómo puedo manejar los sentimientos con respecto a mi vida de una manera más madura, pero que no despierte críticas ni sea vista como dramatismo?
Respuesta:
No tengo dudas de que su experiencia de vida ha sido difícil, y en cierto modo, las pruebas a que se ha visto sometido justifican el regodeo en la autocompasión y parte de la queja. El problema es que no se puede vivir en eso. Quejarse demasiado de sus problemas tiende a que los demás le pierdan respeto y no quieran su compañía. Pueden sentir compasión por usted y darle amor compasivo, pero no será el tipo de amor que usted busca realmente. La lástima no es amor.
Me parece que usted nunca tuvo la oportunidad de aprender a procesar las emociones y a elegir conscientemente su actitud de manera saludable. La mayoría de las personas no aprendieron estas habilidades porque no tuvieron padres que las conocieran y es algo que no se enseña en la escuela o en la iglesia.
Lo esencial es que no se puede hacer las cosas mejor hasta no conocerlas mejor. De modo que simplemente necesita algunos talentos nuevos.
También está luchando contra su programación inconsciente, que usted adoptó accidentalmente cuando era un niño pequeño. Muchas de sus creencias inconscientes son inexactas y se basan en el miedo e impulsan una conducta muy inmadura. Los neuro-científicos nos dicen que tomamos el 95 por ciento de nuestras decisiones en forma inconsciente. Esto significa que estamos en piloto automático la mayor parte del tiempo y simplemente reaccionamos a la vida, sin elegir conscientemente nuestra conducta, que por esa razón puede no ser buena.
Permítame mostrarle la diferencia entre respuestas adultas maduras a la vida y las emociones, y las reacciones infantiles que probablemente están en su programación inconsciente. Evalúese usted mismo y vea qué grado de madurez tiene:
1) ¿Toma en forma personal cosas que en realidad no tienen que ver con usted?
Cuando un integrante de la familia no está contento, los niños suponen que es culpa suya. Si a alguien no le gusta la comida que prepara, considera que es personal y que no vale lo suficiente. Si alguien disiente con su opinión, supone que no es valorado.
Si un miembro de la familia no es feliz, los adultos maduros se preocupan, pero también saben que no es su responsabilidad encontrarle solución porque está fuera de su control. Si a alguien no le gusta la comida que preparó, se da cuenta de que tiene que ver con la comida, no con su persona. Los adultos no supeditan su valor a las opiniones de los otros, de modo que no toman de manera personal el hecho de que no se esté de acuerdo con ellos.
2) ¿Se siente celoso o amenazado por los éxitos de los otros?
Un niño considera que una ganancia para otros es una pérdida para él. Si la mamá dice que está orgullosa de un hermano, supone que no está orgullosa de él.
Un niño siempre está atento a asegurar que las cosas sean justas y a no recibir menos que otro.
Los adultos maduros no están celosos de los demás porque consideran que el universo es abundante, y una victoria para alguien no significa una derrota para ellos. Los adultos no llevan un puntaje ni esperan que el universo sea justo. Entienden que siempre reciben su aula perfecta, y que otros tendrán la suya. Saben que la vida no es justa, sino un maestro sabio que sabe lo que hace.
3) ¿Se responsabiliza de sus emociones?
Los niños culpan de lo que ocurre a sus emociones o a otras personas. Piensan que no pueden evitar sentirse abrumados, enojados o celosos. Piensan que otras personas pueden entristecerlos. También dejan que sus emociones los controlen y se vuelvan cada vez más grandes. No pueden ver que concentrarse en ellas y expresarlas puede agravarlas. No han aprendido a hacerse responsables de ninguna emoción. No entienden que cada sentimiento es algo que se elige sentir.
Los adultos maduros saben que son responsables de cómo eligen sentirse en cada situación. Pueden reaccionar y sentirse abrumados, enojados o celosos, pero rápidamente se dan cuenta de que sentirse abrumados, enojados o celosos es una elección. Son conscientes de cuándo expresar una emoción simplemente la haría más grande y más dolorosa. No reprimen las emociones ni las eliminan. Las procesan, viendo la situación con exactitud y eligiendo conscientemente cómo quieren sentirse y abordar el momento. Los adultos maduros saben que nadie puede hacerles sentir nada. Ven que elegir el sufrimiento o la desdicha no sirve.
4) ¿Tiene confianza en su experiencia de vida y en ser responsable de la parte que le toca en un problema?
Los niños tienen rabietas cuando no consiguen lo que quieren. Lloran, chillan y culpan. Quieren que las cosas sean justas. Quieren controlar una situación y se sienten “tratados injustamente” cuando no viven la experiencia que querían. También les gusta culpar a otros cuando las cosas salen mal. (Bueno, él empezó y yo sólo reaccioné.) No asumen la responsabilidad por la parte que les toca.
Los adultos maduros no se resisten a “lo que es” sino que entienden, en cambio, que esa situación precisa es la correcta para que les resulte útil y los eduque de alguna manera. Entienden que gritar e insultar (a pesar de que puede ser bueno durante un minuto) no cambia nada y que sólo los hace parecer inmaduros.
Dejan de querer controlar las cosas que no pueden controlar. Confían en que Dios y el universo saben lo que hacen. Conocen la mentalidad de víctima y saben que “sentirse tratado injustamente” no sirve y no es exacto. Adoptan “lo que es” y buscan lecciones en todo. Asumen la responsabilidad personal por la parte que les toca en cada problema. Saben que ellos co-crean su camino junto con el universo. También entienden que, si se hacen responsables de algo, tienen la capacidad para cambiarlo.
Esto puede significar decidirse a abandonar una relación abusiva, mejorar y cambiar sus hábitos o buscar ayuda profesional.
5) Cuando se siente ofendido, ¿puede darse cuenta de que ofenderse es una elección?
Los niños piensan que no pueden controlar que otro los moleste, los hiera o los ofenda. Piensan que sus sentimientos heridos son una herida de verdad. Un niño también piensa que perdonar es difícil y que lleva mucho tiempo.
Los adultos maduros entienden que las ofensas son simplemente lecciones y oportunidades para crecer, amar más y confiar en Dios (o el universo) en un nivel más profundo. Saben que una ofensa en realidad no los lastima, ni cambia su valor ni significa nada. Es sólo una lección y una oportunidad para crecer. Saben que perdonar es fácil, en tanto se confía en el aula y se ve la experiencia como algo que está aquí para serles útil.
6) ¿Busca soluciones a los problemas o simplemente se queja?
A los niños les gusta quejarse para obtener comprensión. Si realmente resolvieran el problema no tendrían esa gran victimización y el amor de lástima que trae aparejados. Tendrían que dejar eso atrás y ser fuertes y estar bien, lo cual significaría menos atención.
Un adulto maduro sabe que ser respetado es el fundamento del verdadero amor. Es difícil respetar a alguien que eligió la debilidad como forma de obtener reconocimiento. Un adulto prefiere ser fuerte e íntegro y concentrarse en servir a los otros antes que ser visto como débil y triste.
Ahora, seamos realistas:
La realidad es que todos (me incluyo) nos comportamos a veces como niños porque todos funcionamos desde nuestra programación inconsciente que se estableció cuando éramos pequeños (en la mayoría de los casos antes de los 7 años).
Todos debemos trabajar para madurar cada día. Debemos empeñarnos en tomar distancia y analizar emociones, reacciones y comportamiento de manera honesta.
¿Ese comportamiento fue infantil? ¿Yo realmente quiero ser así? ¿Cómo podría confiar más en el camino y dejar de lado el enojo, la decepción, la autocompasión, los rencores y las ofensas? ¿Cómo podría hacerme responsable de ese comportamiento?
Este año, tome el compromiso de mejorar sus capacidades y buscar un terapeuta, psicólogo, curso o seminario que lo ayude a superar la programación inconsciente que está impulsando su mal comportamiento. Existen montones de recursos que pueden ayudarlo, pero el primer paso (el más importante) es hacerse cargo de que necesita mejores habilidades y herramientas. Deje de lado su ego y su miedo de pedir ayuda. Pedir ayuda no es debilidad. No pedir ayuda por el miedo a quedar mal es debilidad.