Hay que tener cuidado de no popularizar ópera de manera banal: Ramón Vargas

Vida
/ 28 mayo 2016

Vargas presentará el próximo 7 de junio un concierto único acompañado de Francisco Araiza y Javier Camarena, llamado "Tres generaciones"

Todo el mundo espera encontrar una Anna Netrebko, Angela Gheorghiu o Jonas Kaufmann, que son buenos tipos y además cantan muy bien, pero son excepciones. En realidad, los cantantes somos gente normal, común y corriente"...

Aunque considera como una aspiración las altas cifras de ventas de la Ópera de Viena, el tenor mexicano Ramón Vargas no está dispuesto a pagar cualquier precio por la popularización de la ópera; defiende la formación clásica de los artistas y advierte del peligro de que el género se banalice.

Vargas presentará el próximo 7 de junio un concierto único acompañado de Francisco Araiza y Javier Camarena, llamado "Tres generaciones" y que dará "ejemplo de lo que sí se puede hacer a través del modo tradicional de hacer de los cantantes de ópera", afirma en una entrevista telefónica con Efe.

"Francisco fue quien abrió la brecha, luego yo pavimenté la calle y ahora es más fácil circularla", bromea el cantante desde Viena, donde se encuentra interpretando el "Don Carlo" de Verdi.

Del concurso "Enrico Caruso", en el que participó en la década de 1980 y obtuvo el primer premio, Vargas se enteró a través de un cartel que estaba pegado a un teatro.

Esta era una de las pocas formas que tenían entonces los cantantes jóvenes de enterarse de oportunidades para demostrar su talento.

Pero ahora, superadas las generaciones que tuvieron su periodo de formación "así a la antigüita", los nuevos intérpretes tienen "más facilidades" que nunca, reconoce.

Aún así, en la ópera de hoy en día no es oro todo lo que reluce, ya que el avance de las comunicaciones ha hecho "que el canto pase a segundo término", en beneficio de la imagen.

"Esto está creando que se hagan estereotipos de cantantes; buscan a chicos lo más jóvenes posibles para los personajes y esto puede ser muy peligroso", ya que se les dan "obras muy difíciles desde el principio y terminan por arruinarse las voces", opina.

Por ejemplo, menciona a la protagonista de "Manon", de Puccini, una chica de 18 o 17 años, pero poner a una soprano de esta edad en el papel es inviable, por lo que habría que buscar un "equilibrio" que permita que los personajes sean creíbles sin descuidar las voces.

"Todo el mundo espera encontrar una Anna Netrebko, Angela Gheorghiu o Jonas Kaufmann, que son buenos tipos y además cantan muy bien, pero son excepciones. En realidad, los cantantes somos gente normal, común y corriente", afirma el mexicano.

Aplaude iniciativas como instalar pantallas a las afueras de los teatros para que los viandantes vean las representaciones, y cree que si la gente conociera más el género podría haber más casos como el de la Ópera de Viena, el recinto con más producciones operísticas en el mundo y con unas ventas que rondan el 95 % de las entradas para cada función.

Pero "tenemos que tener cuidado de no popularizarla (la ópera) de manera banal", advierte.

"Los artistas tenemos la obligación de mantener el más alto nivel en nuestro arte, para que seamos un modo de inspiración a las personas que se acercan, nos ven o nos escuchan; el error sería querer que sea al revés, que el artista se baje al nivel del público en general", reflexiona.

En el concierto "Tres generaciones", avanza, los cantantes empezarán con arias de ópera -él cantará la "Luisa Miller" de Verdi y el "Idomeneo" de Mozart-, para pasar, en la segunda parte, a interpretar de manera conjunta piezas de música de México e internacional.

La gala, que irá en beneficio de la Fundación Ramón Vargas y Pro Ópera, mostrará cómo la carrera de los tres, pese a tener un "tronco común", ha ido tomando una línea diferente.

"Los tres empezamos cantando el mismo repertorio, cantando Mozart y Rossini, pero con el tiempo Francisco llegó hasta Wagner, que es completamente otro estilo, yo estoy cantando mucho Verdi y Javier está todavía con el bel canto y Rossini", apunta Vargas.

Tras el concierto, el tenor guarda una agenda llena de citas: en julio cantará "La clemencia de Tito", de Mozart, en la ópera de Zürich, luego participará en el Festival Pucciniano de Torre del Lago en Italia y en agosto regresará a México.

Entonces cantará en el Teatro del Bicentenario de León la ópera "Lucia de Lamermoor", de Donizetti, la cual, dice, ha sido uno de sus "caballos de batalla" -fue con la que debutó en la Metropolitana de Nueva York- y que ahora, por primera vez, cantará en su tierra natal.

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