Hay una ‘mafia’ en Arquidiócesis, acusan sacerdotes
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“Si un eclesiástico, junto con otros que se sienten muy poderosos pretende oprimirnos, hay que enfrentarlo con toda justicia”, dicen.
México.- El cardenal Norberto Rivera enfrenta una rebelión al interior del clero de la Arquidiócesis de México, sacerdotes acusan que hay “una mafia y pandilla” entre ellos que con prepotencia tratan de oprimirlos por tener mayor jerarquía.
En una carta, de la cual MILENIO tiene copia, titulada “No rotundo a Eclesiásticos Opresores”, se invita a los sacerdotes a denunciar esas actitudes, “no tener miedo ni ser cobardes, para que se les corrija a esos eclesiásticos opresores y traumados de poder antes de convertirnos en sus barberos y paleros”.
En el texto se recuerda “que no sea así entre ustedes. Ni opresores ni oprimidos en su Iglesia, es la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo (confróntese Mateo 20, 25-26; Lucas 22, 25-26, y Marcos 10, 42-43), porque su Reino no es como los de este mundo, que oprimen y aplastan a los súbditos.
“El mensaje del Señor Jesús es para todos sus discípulos, pero muy especialmente para aquéllos que hemos sido elegidos por Él para participar de su único Sumo y Eterno Sacerdocio. Somos, por lo tanto, los que menos debemos ni oprimir ni permitir ser oprimidos, empezando entre nosotros mismos, para tampoco oprimir a los laicos ni permitir que los laicos nos opriman”.
La carta circuló inicialmente entre el clero de la Basílica de Guadalupe, “por la forma en cómo los trata el rector de este santuario, Enrique Glennie, y sus principales allegados, toda opresión en la Iglesia es absolutamente inaceptable y desaprobada”.
La carta dirigida a los sacerdotes indica que “por dignidad humana y sacerdotal no debemos permitir que nos oprima otro sacerdote, ni su mafia o pandilla, aunque tenga más jerarquía que nosotros. La opresión no es el camino de la Iglesia.
“Si un eclesiástico, amafiado con otros que se sienten muy poderosos pretende oprimirnos, hay que enfrentarlo con toda justicia y caridad, y si no se corrige, acudir con toda humildad y valentía a una autoridad eclesiástica más alta, especialmente nuestro obispo, para resolver cristianamente esa prepotencia y arbitrariedad. Incluso, si es necesario, al Tribunal Eclesiástico. Pero nunca debemos acobardarnos, callarnos y soportar; nunca debemos confundir cobardía con humildad o caridad. Por justicia y caridad hay que corregir al eclesiástico prepotente y abusivo y a toda su mafia o pandilla de sacerdotes y laicos poderosos”, se agrega.
“Tampoco debemos, por miedo y cobardía, convertirnos en barberos y paleros de esos eclesiásticos opresores y traumados de poder. “Si por dignidad humana y sacerdotal enfrentamos al opresor siempre triunfaremos”, dice el escrito.