Los mexicanos sólo quieren trabajar, pero tienen un gobierno con una capirotada de ideologías amorfas y disfuncionales
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Por alrededor de cinco semanas la industria automotriz, como muchas otras, ha estado prácticamente detenida en países de Europa, Estados Unidos, Canadá y México. Quienes de una u otra forma participamos en dicha industria hemos navegado situaciones complejas; huelgas en una armadora, cadenas de suministro detenidas por mal clima, proveedores críticos afectados por un tsunami o un incendio, pero nada similar a lo que se vive en estos días, especialmente con la interrelación que hay entre países y proveedores alrededor del mundo.
Colegas y amigos de la industria en distintos países hemos tratado de mantener tanta normalidad como sea posible, considerando que las fábricas están detenidas, pero con la convicción de que eventualmente las líneas de producción volverán a arrancar y atendiendo los desarrollos futuros con optimismo durante la cuarentena. En cada país y región hay situaciones distintas. En algunos la emergencia médica entra ya en su fase final, mientras en otros parecemos estar prácticamente en el ojo del huracán. En casi todos los países los ciudadanos dudan de sus autoridades, después de todo estamos en la era de la desinformación. De cualquier forma, hemos encontrado otras formas de colaborar, de mantener cierto nivel de productividad y comunicación con compañeros de trabajo, clientes o proveedores mientras leemos las señales de cuándo y cómo será posible reanudar actividades.
Por la naturaleza de mi trabajo, tengo oportunidad de comparar las medidas que autoridades implementan en distintos países y la forma en que se comunican dichas medidas. Cierto, hasta ahora seguimos esperando (tal vez sin gran esperanza) que las autoridades en México ajusten su respuesta a la crisis que se nos viene encima, mientras en otros países los apoyos ya están llegando a ciudadanos y empresas. También observo cómo los ciudadanos de distintos países reaccionan ante la situación. En todos lados hay estrés y ansiedad acerca de lo que viene y de qué tan fuerte será el golpe económico al país y al mundo.
Y es aquí donde el aparente divorcio entre el gobierno mexicano y las empresas, entre el gobierno y los empleados de esas empresas, se hace más dramático. Mientras el Presidente responde las preguntas (plantadas) planteadas por un personaje apodado “Lord Molécula”, desde la primera fila de sus mañaneras, y aprovecha para encontrar la forma de proyectar lo que pudieran ser traumas o su total desconocimiento de lo que es y significa la empresa privada, vemos a cientos de miles, si no es que millones, de mexicanos empleados por empresas privadas productivas que hoy perciben que su Presidente y su “ideología” los considera directa o indirectamente como adversarios, o como mexicanos que no figuran en los planes del gobierno. Son esos trabajadores y empleados mexicanos los que reaccionan y trabajan consistentemente mejor que sus pares de otros países (me consta), en circunstancias normales y en crisis como la actual. Son esos mexicanos que en estos días demuestran que ellos sólo quieren trabajar y que se sienten agradecidos por todavía tener un empleo. Al mismo tiempo, sus pares de otros países y sus empleadores empiezan a recibir cheques por correo, créditos baratos, plazo para pagar impuestos o seguro de desempleo.
Siempre pensaremos que no tenemos el gobierno que merecemos, pero es en ocasiones como esta que es muy sencillo ver la desconexión que existe cuando tenemos por un lado una gran mayoría de ciudadanos trabajadores, responsables y dedicados, al nivel de cualquier país del mundo, y por otro, a un gobierno lento, simplón, plagado de una capirotada de ideologías amorfas y desconectadas de la realidad que no está al mismo nivel que sus ciudadanos. Una población que sólo quiere trabajar con un gobierno que batalla mucho para trabajar por ellos.