Más obesidad, más microbios
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Estamos acostumbrados a ver a las personas obesas como si todas fueran iguales… y no es así.
La dieta alimenticia tiene un gran impacto en el organismo humano y, si es rica en grasas saturadas, alcohol o refrescos azucarados, conduce a la conspiración silenciosa de enfermedades como la obesidad, la diabetes tipo 2 o el síndrome metabólico, patologías que poquito a poco socavan la moral de la vanguardia y la retaguardia bacteriana que protege la pared endotelial del aparato digestivo.
Para el profesor emérito de Medicina Interna de la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Serrano Ríos, “la diabetes y la obesidad actúan casi siempre como dos epidemias hermanadas”… y coinciden tantas veces en su manifestación enfermiza que ambas son prevalentes en la mayoría de los países desarrollados, especialmente en Estados Unidos y Europa, y en más del 90% de los pacientes diagnosticados.
“Estos dos síndromes, conocidos mundialmente por ‘diabesity’ o diabesidad, están unidos íntimamente porque provocan resistencia a la acción de la insulina y porque causan cierto grado de inflamación crónica en el individuo, trastornos que a su vez condicionan las funciones del hígado, del músculo esquelético y de otras partes del cuerpo, fundamentalmente, y en el caso de la obesidad, en el tejido adiposo”, expone.
A largo plazo, gramo a gramo, la diabesidad puede reducir la contundencia defensiva de la microbiota intestinal, incluso favorecer determinados tipos de cáncer, como el de colon o el de mama, en los casos de obesidad mórbida.
Estamos acostumbrados a ver a las personas obesas como si todas fueran iguales… y no es así. Dependiendo de dónde se encuentre el almacén de grasa, las consecuencias de estos depósitos decélulas adiposas tendrán características bien diferenciadas.
“Es más preocupante la acumulación de grasa en la zona abdominal, la obesidad visceral, que aquella que se almacena debajo de la piel en todas las partes del cuerpo humano”, señala el doctor Serrano Ríos.
Sabemos, además, que las bacterias se van adquiriendo desde el nacimiento y, a partir de ese feliz momento, los microbios se van incorporando al sistema digestivo en todas las etapas de la vida, hasta que en la edad adulta esta suma de microorganismos se estabiliza y comienza a sufrir modificaciones normalmente por cambios en la dieta, por factores genéticos o por nuevos agentes medioambientales.
Nuestros microbios sanos, debilitados tanto en su número, como en su calidad y en su diversidad, no pueden impedir el ataque a la mucosa del endotelio intestinal y los agentes patógenos pasan a la circulación sanguínea, originando una endotoxemia metabólica -infección- que acaba rindiendo plazas en el hígado, en el músculo esquelético o en el tejido adiposo, con lo que se cierra el círculo vicioso de la diabesidad.