Mi Feria del Libro Ideal

Vida
/ 28 abril 2017

"Quiero una Feria del Libro que deje atrás los contadores y mire más las caras felices. Una Feria del Libro que no prostituya el sagrado acto de leer"

¿Mi Feria del Libro Ideal? Vaya, ¿qué pregunta es esa? Por supuesto llena de libros y de autores y de conferencistas y de… No, esa no es la idea que ronda por mi cabeza.

La Feria del Libro con la que he soñado es la que es capaz de robarme el corazón de lectora empedernida. Es la que me seduce apenas comienzan a manifestarse los primeros signos de su llegada. La que me tienta a gastar en libros más de lo que gano. La que me hace desear cada uno de los ejemplares con los que me topo sin lamentarme después por ello. En la que puedo encontrarme a los amigos y saludarlos sin el disfraz de intelectuales que los fuerzan a usar.

Mi feria ideal es un paraíso, uno como como el que Borges soñaba. Un paraíso democrático. Un paraíso en el que se gesta la libertad. En la que no hay imagen más perfecta que un niño leyendo. O un ejemplo mejor que un abuelo o una madre leyendo. Un novio o un amante leyéndole a alguien al oído los poemas de Sabines.

En este paraíso no entran reyes con el séquito que los acompaña –siervos arrodillados- cuya función es  cargar los libros que le obsequian.
No es un escaparate social o cultural en el que la hipocresía se pasea del brazo de la soberbia. Es más la humildad cogiendo un libro de viejo.

He soñado con conocer a Vargas Llosa y escuchar desde sus palabras el acento peruano que intuyo cada vez que lo leo. He soñado con Rafael Pérez Gay y su fijación con la falta de agua en la Ciudad México. 

He soñado con la querida Elenita y su inquebrantable periodismo. Soñé con la voz de Carlos Fuentes y su mítica Aura. Soñé con Octavio Paz y la llama doble de sabiduría profunda y con su muerte el sueño se volvió pesadilla. Nos estamos quedando huérfanos los lectores.

Sueños de un paraíso. Quiero una Feria del Libro que deje atrás los contadores y mire más las caras felices. Una Feria del Libro que no prostituya el sagrado acto de leer.

Quiero una Feria del Libro elegante y pomposa, pero también consciente y orgullosa de sus humildes orígenes -plazas, calles y museo- para que nunca pierda la calidez humana con la que nació.

Lectora empedernida
Carolina Martínez

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