Permiten regreso a los Cayos de Florida, arrasados por Irma

Internacional
/ 12 septiembre 2017

Ha sido difícil obtener información detallada sobre el archipiélago donde Irma tocó tierra como huracán de categoría 4 y cortó toda comunicación desde tierra firme.

Se permitió el regreso de los habitantes a algunos de los Cayos de la Florida el martes tras el paso del huracán Irma mientras las autoridades evaluaban la magnitud de la destrucción y enviaban ayuda a las pequeñas islas anegadas y cubiertas de escombros.

Ha sido difícil obtener información detallada sobre el archipiélago donde Irma tocó tierra como huracán de categoría 4 y cortó toda comunicación desde tierra firme. Pero los habitantes y dueños de negocios de Cayo Largo, Tavernier e Islamorada, los más cercanos al continente, pudieron regresar el martes para empezar a evaluar los daños.

La gente de las islas más alejadas deberá esperar porque la ruta sufrió daños enormes. Se les prometió reparaciones en los próximos días,

El gobernador Rick Scott sobrevoló los Cayos el lunes donde pudo ver casas rodantes volcadas, botes encallados y los daños generalizados de la inundación.

Se preveía el arribo de un portaviones a Cayo Hueso para colaborar en las tareas de búsqueda y rescate. No había agua potable en las islas, escaseaba la gasolina y los tres hospitales del archipiélago estaban cerrados.

En otras partes de Florida, zonas como la bahía de Tampa se habían preparado para lo peor, pero aparentemente sufrieron daños menores. El martes por la mañana los restos de Irma atravesaban Alabama y Mississippi después de anegar Georgia.

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Laura Keeney, residente en Cayo Hueso, esperaba en un hotel de Miami a que fuera seguro regresar a la cadena de islas y esperaba con ansia más información sobre su edificio de apartamentos. El gerente de la propiedad le había dicho que su apartamento estaba inundado, pero era difícil conseguir más información por los cortes de electricidad y servicio de celular en la isla.

“Me dijeron que definitivamente hay agua en el apartamiento de abajo, que es donde vivo”, dijo Keeney, que trabaja como conserje en el hotel Hyatt de Cayo Hueso.

Nada menos 13 millones de personas, dos tercios de los habitantes del tercer estado más poblado del país, se quedaron sin electricidad en pleno calor tropical y casi cada rincón de Florida sintió el golpe del meteoro. En un último golpe al estado antes de seguir camino de Georgia, la tormenta provocó inundaciones récord en Jacksonville y alrededores, causando daños aún por calcular y provocando decenas de rescates. También castigó a Georgia y Carolina del Sur mientras avanzaba tierra adentro con vientos de 80 kilómetros (50 millas) por hora, causando apagones e inundaciones.

Se han atribuido a Irma seis muertes en Florida, tres en Georgia y una en Carolina del Sur. Al menos 35 personas murieron en el Caribe.

Más de 180,000 personas acudieron a refugios en Florida y las autoridades advirtieron que podrían pasar semanas hasta que todo el mundo volviera a tener electricidad.

En la zona de Tampa y St. Petersburgo, por donde Irma pasó el lunes, los daños parecían moderados. Y el gobernador dijo que los daños en la costa suroeste, incluidos Naples y Fort Myers, no eran tan malos como se había temido. Los Cayos, sin embargo, no parecían haber salido tan bien librados.

La Marina despachó varios bucos hacia la zona para ayudar con las tareas de alivio, señaló Scott. Responsables de emergencias en las islas dijeron el lunes que no había combustible, electricidad, agua corriente ni servicio de celulares, los suministros escaseaban y la ansiedad era considerable.

En Jacksonville, la policía advirtió a la gente que vive junto al río St. Johns que evacuara la zona y señalizara su casa con una bandera blanca improvisada si necesitaba ayuda para marcharse.

Paul Johnson y Shonda Brecheen pasaron la noche del domingo en una casa que están remodelando en el barrio de San Marco en Jacksonville, tras trabajar hasta tarde en una reforma. Johnson se despertó el lunes por la mañana, miró por la ventana y vio botes pasando por donde solían moverse los coches en el barrio junto al río.

“Tengo 32 años, he vivido aquí la mayor parte de mi vida y nunca he visto nada como esto”, dijo.

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