Quienes trabajan en la dimensión de la salud, ofrecen un servicio único y esencial. ¿Qué seríamos sin ellos?
COMPARTIR
TEMAS
En algunos lugares del mundo –España, Italia, Inglaterra, Argentina y otros– la gente muestra orgullo y agradecimiento por los trabajadores de la salud. A una hora determinada de la tarde, salen a los balcones para brindar un aplauso generalizado y los miembros de los cuerpos de seguridad abren sus sirenas para reconocer el trabajo que a diario realizan médicos, especialistas y enfermeras.
En nuestro País, en algunos lugares no pasa lo mismo. Al momento van 140 casos de agresiones, según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). En la Ciudad de México, Estado de México, Yucatán, San Luis Potosí, Sinaloa, Jalisco, Puebla, Morelos, Guerrero, Quintana Roo, Durango, Guanajuato, Veracruz, Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas han sufrido actos discriminatorios, de estigmatización y de violencia.
En vez de aplausos, se les niega el acceso al transporte, se les rocía en la calle con cloro, sufren actos discriminatorios y son agredidos verbalmente sólo por el hecho de portar sus batas o uniformes. Tropicalizando el tema, en nuestra entidad, en las ciudades de Torreón y Monclova, a algunos trabajadores de la salud les han negado la entrada a los supermercados e incluso uno de ellos en Monclova fue detenido y golpeado por la policía local.
El pasado 23 de abril, el periódico inglés The Guardian sacó una nota que tituló “¿Qué está mal contigo, México?”, donde se hacen una serie de cuestionamientos y una fuerte crítica al respecto.
Por supuesto, México no es un ente real, sí los mexicanos. Por lo tanto, ¿qué está mal con los mexicanos que actúan y piensan de esta forma? Porque tampoco son todos los mexicanos, el título es una falacia por generalización, sin embargo, devela en mucho cómo es una buena parte de la población.
¿Será, como decía Octavio Paz en “El Laberinto de la Soledad”, la pérdida de herencia, lengua, religión, costumbres, creencias? ¿Será que no hemos entendido que compartimos una idéntica dignidad todos los seres humanos? Pasa que estamos desinformados, apanicados-aterrados, con un alto nivel de ignorancia, creyendo más a quien tiene un bajo nivel de conocimiento sobre el tema. ¿O será que de plano no hemos valorado y reflexionado acerca del papel que juegan los trabajadores de la salud en medio de la comunidad?
Por supuesto, el profesional de la salud, como otros tantos profesionales, ejerce un papel de responsabilidad en la sociedad. Todos los profesionales son importantes en las distintas dimensiones de la vida humana. Pero quienes trabajan en la dimensión sanitaria, a diferencia de quienes trabajamos en la educación, en la economía, en el servicio público, en la construcción o en la industria restaurantera, entre otras, ofrecen un servicio de vocación. ¿Qué seríamos sin ellos?
Todos los profesionales tienen un alto grado de responsabilidad, pero los médicos, especialistas, enfermeros, enfermeras y técnicos tienen como marco contextual la vida misma.
Aunque han jurado por Apolo y por todos los dioses y diosas –Juramento Hipocrático– “(…) Jamás le daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco le daré a una mujer un pesario destructivo”, afirmando el deseo de defender la vida humana, el temor a la muerte y al contagio están presentes. Sin embargo, con miedo y como sea, muchos de ellos ahí están, no sólo poniendo en riesgo su vida, sino la de sus familias por las características que tiene el virus.
Por supuesto, más de alguno se ha bajado del barco o simplemente ni se han asomado a lo duro de la batalla, pero a los que siguen al pie del cañón –aunque sabemos que es lo que tienen que hacer– es pertinente les demos el reconocimiento por su labor, pues empeñan su vida y la de sus familias en favor nuestro, y eso nunca lo podremos pagar.
Por lo que nos han anunciado la Secretaría de Salud, la OMS, el comportamiento que se ha dado en otras naciones y la lógica de la pandemia, se acerca la parte más complicada. Ojalá y cambiemos nuestras actitudes y comencemos a valorar el trabajo que hacen nuestros profesionales de la salud y los animemos –si conocemos a algunos– a seguir adelante.
La parte final del Juramento Hipocrático termina diciendo: “Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar de la vida y recoger los frutos de mi arte y ser honrado entre todos los seres humanos por el tiempo eterno; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria”. Para quienes se han mantenido fieles, estoy seguro que así será. No esperemos a que termine la pandemia, desde ya agradezcan y honren a quienes están dando literalmente su vida por toda nuestra comunidad. Así las cosas.