Renegociación del TLCAN, ¿saldremos airosos?

Politicón
/ 13 abril 2018

Nadie puede negar hoy que cuando el presidente Donald Trump amenazó con abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, a menos que éste se revisara y actualizara, tal anuncio causó conmoción y nerviosismo pues implicaba ingresar a un territorio dominado por la incertidumbre.

Pero tampoco puede negarse que el equipo negociador mexicano lo ha hecho bien hasta ahora y que, cuando menos, el tono de las negociaciones ya no se encuentra dominado por la estridencia. Acaso puede decirse incluso que las discusiones han transitado al territorio de la sensatez.

Debido a ello, el futuro ya no se encuentra dominado por nubarrones de tormenta, sino por el optimismo. Como resulta lógico, en cualquier negociación, nadie ha ganado todo, pero tampoco nadie ha perdido todo, lo cual implica que el acuerdo seguirá siendo benéfico para todos.

Para nuestra región las negociaciones del TLCAN resultan particularmente relevantes, debido a que la industria automotriz constituía uno de los blancos más importantes de la política de “recuperación de empleos” de la administración Trump.

Uno de los aspectos del apartado de las negociaciones es el relativo a las reglas de origen, respecto de las cuales el presidente Trump había lanzado una amenaza que resultaba demoledora: imponer fuertes aranceles a la importación de vehículos fabricados en otros países del mundo como medida para obligar a las armadoras a regresar a territorio norteamericano.

Para reforzar dicha posición, la delegación estadounidense inició las negociaciones de la reestructura del Tratado, demandando que los autos fabricados en la región tuvieran al menos el 85 por ciento de contenido regional para quedar libres de aranceles.

De acuerdo con el reporte que publicamos en esta edición, la delegación norteamericana ha “suavizado” su postura y la ha colocado ahora en 75 por ciento del contenido, más cerca del 62.5 por ciento que contempla el texto vigente del acuerdo comercial.

Así, con victorias parciales y suavizamientos graduales, se avanza en una negociación que seguramente ha sido compleja y ardua, sobre todo porque fue iniciada a partir de una postura radical y de un discurso más o menos intransigente, que parecía instalado en la postura del todo o nada.

Por ello, entre los muchos defectos que la actividad pública tiene en nuestro país, sin duda hay que saludar el hecho de que, al menos hasta ahora, todo hace indicar que la delegación mexicana en la mesa de negociaciones ha sido capaz de superar la etapa más difícil de la negociación.

Aún falta la conclusión, desde luego, y no debe cantarse victoria sino hasta que se registre la firma de la revisión del acuerdo. En ello habrá que hacerse eco de la voz popular que advierte respecto de la posibilidad de ver caer la sopa en el trayecto del plato a la boca.

Por lo pronto, sin embargo, parece que la realidad da por lo menos para ver con un mayor grado de optimismo el futuro, pues la beligerancia inicial de nuestra contraparte estadounidense parece haberse atemperado. 

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