Resiliencia y alegría en vida, Martha González de César

Vida
/ 29 abril 2016

    Hay quienes traen al mundo una luz tan grande… que incluso después de haberse ido esa luz permanece.” Autor desconocido.

    La resiliencia es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para superarse y salir fortalecido de ellas. Una persona resiliente comprende que es el arquitecto de su propia alegría y de su propio destino, y en la mayoría de los casos, el destino de quienes le rodean. Martha González Alanís de César, mi abuela, el motor y pilar de los César González, deja hoy con su partida infinidad de enseñanzas que quisiera compartirles, porque como hace poco escuché, todos sabemos morir, pero pocos aprendemos a vivir, y ella nos enseñó el verdadero sentido de la vida, en el gozo y en el dolor.

    Pocas personas tienen la capacidad de recuperarse y hacerse más fuertes sin perder su sentido del humor, buscando vivir cada día aferrándose a la vida aún a pesar de vivir pérdida tras pérdida. Quien conoció a mi abuelita sabe que no tuvo una vida fácil, pero que a ella no se le notaba. Enviudó a sus cuarenta y dos con 6 hijos adolescentes y se dedicó en absoluto a su familia.

    En sus cuarentas se convirtió en abuela y se dedicó gran parte de su vida a atender a sus nietos, acoger en su casa a estudiantes foráneos que venían a estudiar a la ciudad y darles a cada persona que se aparecía en su vida, su tiempo, su compañía, su alegría y una taza de café.

    Dios la puso a prueba un sin fin de ocasiones, al fallecer sus padres, hermanos, su familia, sus suegra y cuidar de ellos. Después 3 de sus hijos, Beto, Javier y Marco, se adelantaron al cumplir su misión aquí. Ella aún con su dolor, sus pérdidas, amanecía todos los días con esa alegría, buscando estar para todos y encontrando la alegría en las pequeñas cosas.

    No conozco persona que no la haya conocido y no haya sido cautivada por su sonrisa, por su compañía. Era una mujer cálida, con quien querías estar y disfrutar de una taza de café. Una persona que no quería correr ni vivía acelerada, sino que te miraba a los ojos y te dedicaba todo su tiempo con absoluta dedicación.

    Una mujer con una sabiduría infinita y con tantos temas de conversación, sabia en temas del hogar, la salud, la historia, el deporte, y la vida misma, no conozco tema que ella no supiera. Ella dejó de esperar de la vida y de los demás, y siempre nos repetía “No es cuestión de obligaciones, es cuestión de sentimientos”, que no debíamos esperar que los demás hicieran sino que las cosas nos deben de “nacer”.

    También nos enseñó a vivir de pie aun con el dolor, nos enseñó a llorar con Dios sus pérdidas y no caer rendida por nosotros.

    Sus últimos años nos decía que ella había cumplido con la misión que Dios le había encomendado, y si que cumplió, forjando 6 hijos de gran corazón y buenas personas, forjando unos nietos y bisnietos que siempre querían estar en su casa, y una familia unida que no solo quería comer en su casa todos los sábados, celebraba todos sus cumpleaños en su casa, y pasaba varios días de la semana a visitarla a tomar un café; sino una familia que disfrutaba de su esencia, su olor, su café, sus adobados, su pozole y su forma tan sencilla de vivir y de ver la vida, pero tan cálida y llena de amor presente.

    Recién leí una autora que decía que no te dediques solo a tus hijos porque ellos volarán, y respeto pero contradigo de forma absoluta esta afirmación. Mi abuelita vivió para nosotros, fue padre y madre mientras mi abuelo no estuvo, y vivió una vida que valió tanto la pena, no por sus propios éxitos personales, porque ella renunció a todos sus intereses y se dedicó a nosotros. ¿Valió la pena? Claro que valió la pena. Sus renuncias hoy dejan un legado de amor, de una familia que se quiere más allá de cualquier interés, que siente el dolor del otro y se preocupa de forma genuina por cada uno.

    ¿Qué nos regaló a sus hijos, a sus nietos, a sus bisnietos? Una convivencia, una vida de convivencia, una vida de familia, de calidad y cantidad de momentos, de unidad, de presencia. Una infancia llena de recuerdos, de maravillas, de gozo, de contacto. Ella sólo quería darnos y jamás pedirnos.

    Días antes de que ella partiera, platicábamos de la infancia tan maravillosa que pasamos día con día en su jardín, cómo nos permitía hacer de todo y se gozaba en vernos crecer y recién lo hacía con sus bisnietos. Nos hemos olvidado de que esa es la vida, ese es el éxito verdadero, hijos que se sientan amados, nietos que se sientan acogidos y en el calor de hogar, bisnietos que disfruten de su infancia llenándose de tierra. Ese es el propósito de la vida misma, sembrar amor, disfrutar del presente y gozarnos de las maravillas que Dios nos da todos los días.

    Ella se realizó porque era una mujer feliz, transparente, alegre, tocaba a cada persona que la conocía, con sus frases tan personales, su humor tan maravilloso. Se realizó en los detalles, en ese interés por cada persona que quería, en hacernos sentir importantes a cada persona que la conocíamos. Y cuál es el mayor premio que tenemos nosotros, su familia, haberla tenido y haberla disfrutado tanto tiempo, tantos momentos y tantos aprendizajes. No acabaría jamás de compartirles, pero los dejo con unas de sus frases:

    “Si Dios así lo quiere, así tiene que ser.” (Sobre aceptar la voluntad de Dios en el dolor).

    “Los caprichos se convierten en errores y los errores se pagan toda la vida”

    “Lo que empieza como devoción, termina cómo obligación”

    “Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”

     

    Gracias abuelita, por tu alegría, tu tiempo, tu sabiduría, tu lucha… por dedicarnos tu vida y dejarnos vivir a tu lado, vamos a extrañar mucho tu alegría, tu tiempo y tus consejos, pero te quedas en cada uno de nosotros que fuimos tocados y amados por ti.  / Martha González Alanís de César-  1933-2016.

     

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